![]() FEB-00 Nº 211 |
![]() |
![]() |
la merecemos dándola” |
El espíritu precisa de una continua renovación para ir eliminando de sí aquellos defectos y debilidades que le entorpecen en su caminar, para ir apartando de su lado todos aquellos aspectos que ha adquirido y que no le benefician para nada. Dios nos creó y nos da las oportunidades necesarias para que vayamos evolucionando, por tanto esta no es la única existencia por la que precisamos pasar.
Es decir, el espíritu una vez encarnado pasará por diferentes obstáculos que probarán su fortaleza interior, sus valores, su capacidad de darse a los demás... y todo en una sola vida corporal es muy difícil conseguirlo, pues la evolución supone un proceso de experiencias, asimilación y puesta en práctica de todo lo aprendido, dependiendo en todo momento del libre albedrío de cada persona. Es por ello que nuestro Padre nos da las oportunidades necesarias para que así cada uno vaya rectificando y avanzando dependiendo del último paso que dio.
Además, cada uno precisa pasar por una serie de circunstancias totalmente diferentes que nos probarán en los aspectos posibles para ver nuestras reacciones, nuestra forma de pensar, de actuar, desde distintos puntos de vista (riqueza, pobreza, hombre, mujer,...). Luego ya dependerá de cada uno avanzar más o menos, pues el libre albedrío permanece siempre a nuestra disposición para así alcanzar la mayor fortaleza, conocimientos y práctica del día a día.
No hemos de olvidar por tanto que la vida acaba aquí, pues tras ésta pueden venir muchas más, dependiendo esto de lo que hagamos en cada momento y de cómo lo hagamos. Esto es un continuo proceso, la vida del espíritu es inmortal y éste como tal tenderá a evolucionar, a aprender,... tanto encarnado como espiritualmente, pues aunque no esté el espíritu en todo momento en una materia, puede también avanzar, ya que a pesar de que ésta sea imprescindible en el progreso de cada espíritu hay determinados momentos y estadios evolutivos en los que el espíritu es el que tiene que dar pasos por sí solo.
Tengamos en cuenta que el espíritu es en esencia lo que va evolucionando y que la materia es un medio del cual se sirve para llevar a cabo distintas etapas de su evolución y llegará un momento en el cual ésta ya no será necesaria.
Es por tanto pertinente que cada uno vea la necesidad y el modo de llevar a cabo la labor de la que no puede renunciar: amar al prójimo como a nosotros mismos y a Dios sobre todas las cosas. Éste es el medio por el cual podremos progresar espiritualmente dándonos a los demás, pero para esto es necesario también trabajar internamente para limpiar de imperfecciones adquiridas nuestra alma y así poder ofrecer de forma más clara y pura nuestros deseos de ayuda a los demás.
Comprendamos que en la labor de ofrecer cariño, amistad, comprensión, caridad,... a aquellos que vienen a nosotros de forma directa o indirecta en busca de un apoyo moral, hemos de ofrecer lo mejor de nosotros, es decir hemos de ir con la verdad por delante y apartando todo aquello que nos haga dudar, que no nos permita ver las cosas con claridad, apoyándonos también en aquellas personas que nos ofrezcan su apoyo. Por tanto no podemos ir a los demás con prejuicios, con ideas preconcebidas que inhiban nuestro comportamiento, con miedos o vergüenza por el qué dirán, pues lo que va a contar en nuestro beneficio es lo que hagamos nosotros, lo que llevemos a cabo por nosotros mismos y no lo que dejemos de hacer por culpa de comentarios y defectos que lo único que consiguen es entorpecer.
No olvidemos que todos somos espíritus en evolución y por tanto todos somos iguales ante los ojos de nuestro Padre y qué menos que apoyarnos entre nosotros como espíritus que estamos avanzando por el mismo camino. No hemos de tener en cuenta el que todos no estamos en el mismo nivel de evolución pues nosotros mismos aquí encarnados no sabemos en qué punto nos encontramos ni conocemos hasta dónde hemos de llegar. Por tanto aquellos ojos que vean con más claridad serán los que más tendrán que dar.
No existe buena ni mala suerte, sino simplemente una justicia divina que permite que a cada uno se le dé dependiendo de su esfuerzo. De cada actuación se nos dará nuestra recompensa o castigo. Por tanto el progreso estará determinado por el paso que hayamos decidido dar, ofrecer, según lo que nos sea necesario aprender.
Que la vida sea de un color u otro depende del enfoque que cada uno dé a cada circunstancia. No pretendamos que todo momento sea igual que el pasado, que toda nuestra andanza sea un camino de rosas pues la vida la tenemos para vivirla y aprovecharla aprendiendo y renunciando a aquello que más nos cuesta, para hacer cosas que requieren de un sacrificio interno, y llevarán si se hace de corazón a un escalón más arriba que nos servirá de apoyo para el siguiente paso. Por tanto dependerá de cada uno que cada vivencia se acerque más al blanco o al negro, dependerá de lo que en cada momento estemos motivados y dispuestos a dar y por tanto alcanzar el equilibrio al que hemos de llegar.