![]() DIC-99 Nº 209 |
![]() |
![]() |
|
Son demasiadas las personas en nuestro mundo que no saben lo que será de ellos el día de mañana, que viven en unas condiciones tan penosas y extremas que su única preocupación es su supervivencia y la de los suyos. Al mismo tiempo, paradójicamente, en la sociedad industrializada se producen diariamente alimentos suficientes para alimentar al doble de la población mundial. ¿Qué está pasando, por qué unos nos dedicamos a acumular bienes materiales y dedicamos nuestro tiempo y recursos hacia otras cuestiones poco o nada relacionadas con la solidaridad, mientras a nuestro lado vemos a personas que pasan necesidades de muchos tipos?
Existe un movimiento importante de asociaciones, voluntariado social, ONGs... que se hallan muy sensibilizadas con estas cuestiones y están desarrollando una labor digna de mencionarse y tenerse en cuenta, pero, una vez más lo que importa es lo que hacemos cada cual por colaborar o ayudar en este sentido. El hecho de que existan personas que trabajen y palien en un grado más bien insuficiente muchas de esas deficiencias, debería de servirnos de ejemplo para ver que es posible conseguirlo si nos motiváramos y concienciáramos de esa realidad.
Únicamente cuando nos afectan las cosas de forma directa es cuando reclamamos justicia y apoyo de los demás, mientras intentamos evadirnos e inhibirnos del dolor y sufrimiento ajeno. Existen ocasiones, como las fiestas navideñas o la llegada de un nuevo año, que despiertan un poco nuestras conciencias y nos hacen sensibilizarnos de un modo especial; sin embargo, cuando pasan esas fechas todo parece volver a la normalidad y continuamos con nuestra forma habitual de desenvolvernos, centrándonos exclusivamente en nuestros asuntos particulares, argumentando que ya tenemos bastante con nuestros propios problemas como para resolver los de los demás.
Solemos acudir con frecuencia a la excusa de que han de ser los gobiernos ricos los que ayuden a los pobres, o a nivel individual aquellos que disponen de suficientes medios los que tienen la responsabilidad de ser más solidarios, pero si honradamente preguntásemos a nuestra conciencia seguro que nosotros también tendríamos algo de responsabilidad. A veces contemplamos escenas que deberían hacernos reflexionar, observamos a personas que se hallan de por sí necesitadas y son los primeros que brindan sus excasos o nulos recursos a otros que los necesitan más que ellos; mientras, muchos de los que nos autodenominamos espiritualistas nos dedicamos a hablar o escribir sobre los beneficios del “amarnos unos a otros” o de “hacer a los demás lo que queremos que se haga con nosotros”. Estamos viviendo en unos momentos de prueba, donde deberíamos demostrar hasta qué punto somos coherentes con nuestros ideales espirituales, a nuestro alrededor contamos con un gran campo de experimentación donde poder demostrar si hemos aprendido bien la lección que maestros como Jesús de Nazaret nos ejemplificaron con tanta sencillez y profundidad.