Hualqui, la República Independiente

"Leyendas Hualquinas"

"Quilacoya. ¿Tres mentiras?"


La toponimia regional, fuertemente enraizada en la lengua Mapuche, nos muestra interezantes ejemplos que gozan de doble significado para los estudiosos, fenómeno que no deja de ser pintoresco. Es lo que pudimos averiguar con el nombre de la localidad de Quilacoya, famosa en tiempos de la conquista al constituir un centro aurífero de gran importancia y en el cual don Pedro de Valdivia poseía una encomienda indígena.

La traducción exacta nos dice que Quilacoya significa (quila = tres, coya= roble), denominación que seguramente se explican por la gran cantidad de estos árboles existentes en la zona. Por una sencilla coincidencia debieron existir tres de estos árboles que se destacaron en el lugar, dando origen así al nombre que hemos señalado.

Sin embargo, logramos encontrar una versión diferente y novedosa acerca del origen del nombre Quilacoya. Según esta versión significaría tres mentiras, como consecuencia de una anécdota protagonizada entre un grupo de conquistadores españoles y un gran número de indígenas que servían en el trabajo a los lavaderos de oro.

En una noche de fiesta, en donde los soldados e indígenas compartían cautelosamente un momento de desahogo frente a tanto sacrificio que demandaba la conquista de esta zona, y cuando el mudai (chicha de maíz hecha por los araucanos) hacía estragos en la cabeza de los conquistadores, el jefe español ideó audazmente un desfile improvisado de sus tropas a objeto de atemorizar y aquietar los ánimos de los indígenas.

Sin embargo, el reducido número de soldados en nada iba a contribuir a demostrar la superioridad y control español sino por el contrario sería dar a conocer el "talón de Aquiles" de la tropa. Frente a esta disyuntiva, el plan del Capitán consideró necesario preparar un ardid durante el desfile.

Fue así como el espectáculo no se hizo esperar y ante los ojos sorprendidos de los indígenas, los soldados hacían alarde de su disciplina, con las armas brillando frente a las llamas que se desprendían de las fogatas, pasando uno tras otro...en una fila interminable. Parecía un desfile infinito ante el cual los indios se maravillaban murmurando un presionado conformismo.

De súbito uno de los indígenas saltó entre los cuerpos musculosos y sedientos de sus compañeros gritando:-¡ Coila, Coila, Coila...!

Los soldados continuaron marchando diciplinadamente, ignorando, temerosamente los gritos del indígena mientras se perdían en la oscuridad de los matorrales.

-¡ Coila, Coila, Coila...!. insistió nuevamente el indígena y con más energía el indígena, apuntando en forma acusativa a uno de los soldados que desfilaban y quien no comprendía el significado de aquellos gritos. El resto de los indios, embebidos en la vorágine del alcohol, hacían caso omiso de la reacción de su compañero cuyas palabras se perdieron en la espesura de la selva araucana.

Nadie supo, más que el indio de negros cabellos, acerca del manejo español, quienes para demostrar una supuesta superioridad numérica ante los inquietos indígenas en tres oportunidades.

Sin embargo, entre las filas españolas se destacaba un soldado calvo que no podía pasar desapercibido, aún más cuando le brillaba el cuero cabelludo cada vez que pasaba ante la fogata.

El capitán español no consideró esta particularidad que en un momento dado hizo peligrar su treta. Afortunadamente el desesperado indígena que vociferaba al darse al darse cuenta de la trampa, no logró alertar a sus paisanos cautivados por el alcohol.

Los españoles se salvaron "por un pelo"... y gracias a sus tres mentiras

Fuente: tradición oral.


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Ultima actualización...21/5/98

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