Inventario
por Fulanito de Abraham

PRESENTACIÓN (y el tema "volver")

...para poder volver hay que empzar por irse (cuentista alemana cuyo nombre no recuerdo)

Según el Diccionario General de la Lengua Española, la palabra Inventario significa: 1. Asiento de los bienes y demás cosas pertenecientes a una persona o comunidad, hecho con orden y distinción. Descripción, lista, registro, relación, enumeración.

2. Instrumento en que están escritas dichas cosas.

Pues bien, este es el inventario de un transeúnte cualquiera, de un usuario de combis, micros, metros, taxis; de un hijo, hermano, nieto, tío, sobrino, cuñado, amigo, novio, cuasi-novio, amante, caballero, canalla, cobarde, valiente; de un cliente de bares de una, dos, tres o mil estrellas; de un estudiante, de un empleado, del dueño de un perro que ya se fue, del tipo que es alérgico a los gatos, del que se enamora y desenamora con cierta facilidad. El inventario de todos ellos y otros más que olvido en este momento, que son ellos al mismo tiempo, y al mismo tiempo son uno.

Este es el recuento de lo Sucedido –en la realidad y en la imaginación-; el recuento de lo No Sucedido, también –en la realidad y en la imaginación-; el inventario de lo que uno piensa, siente, vive, recuerda, descubre, espera, desespera. A diferencia de la definición del diccionario, este inventario no está hecho ni con orden ni con distinción. Toma su forma según salgan a flote los recuerdos, las ensoñaciones, las anécdotas, sin importar la importancia o relevancia afectiva, cronológica, o demás rubros que puedan suponer un orden o distinción.

En este Inventario pueden hallarse y descubrirse infinidad de cosas. Como esa bodega familiar que toda casa familiar tiene; una asomada y te topas con un sillón viejo pero que no se tira porque algún día se retapizará; una caja llena de LP’s, algunos todavía con el celofán de ‘nuevo’; revistas, periódicos, semanarios. Televisiones, videocaseteras, estéreos y toda clase de aparatos que no se tiran porque guardan una historia de la cuál no queremos deshacernos todavía. Ahí se guardan –o resguardan- también, cosas inútiles: cursos de inglés –con audio casets y toda la cosa- de los 70’s. Vestigios de un bebé que no nació; agujas de una máquina de tejer que todavía sirve pero que ya no tiene cobijo. Libros, botellas, la colección de cerillos que se interrumpió hace ya más de 15 años. Las camas que ya hace tiempo sobran, con sus respectivos colchones –y su respectiva historia. Cámaras de fotos, álbumes, herramienta que de vez en cuando todavía se requiere. Libros de la primaria, libretas de la secundaria, cartas de novias que nunca tuvimos. Objetos que damos por olvidados si no fuera porque ahí siguen, resistiéndose al Olvido.

La Caja Fuerte de la infancia cuya combinación todavía recordamos (dos vueltas a la derecha al 14 y regresa una a la izquierda al 54). Y más recuerdos por inventariar: credenciales viejas con sellos y fotos donde cuesta trabajo reconocerse; tarjetas de cumpleaños, de navidad, del día del niño; todo lo que en cada limpieza general nos empeñamos en seguir guardando porque cada uno de esos objetos nos evoca un recuerdo, una temporada, un sueño –cumplido o no-, un enojo, una sonrisa, un olor… como esa liga para pelo que robamos el día que Ella nos dejo morder su dona de chocolote y más que a chocolate nos supo a Ella; en los tiempos en que un rozar de brazos nos ponía la piel de gallina; ni qué decir de un rozar de piernas. Esa liga todavía huele a chocolate…

(… porque inventariar es una forma de recordar; y recordar es una forma de volver; y porque así son nuestros recuerdos, nuestras ideas, nuestros sentires; nuestros miedos, paranoias, defectos, virtudes, complejos: empiezan por irse, pero siempre terminan por regresar: en forma de una nueva fantasías, de cicatriz, de alegría, de felicidad pasajera –como toda felicidad- y porque quedarse también es una forma de irse; y porque ya se dijo, para volver, hay que empezar por irse…)

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