Al Dr. H. Malatesta y concurrencia,


Aunque a algunos compatriotas les parecerá injustificable o incompresible mi dilema, créanme que no es así y a las pruebas me remito, empezando, por supuesto, desde el principio.

Todo comenzó hace un par de meses, me tocaba guardia, era una noche tranquila, calurosa, rodeado de ancianos y trincheras que ya no, en esos casos no hay más remedio que meterse a la farmacia y prepararse un “cóctel” para hacer más llevadera la velada, así que tomé unos rombitos azules, unos chochitos rojos, unas pastillitas blancas y luego caí fulminado.
Al otro día la resaca me mataba, pero nada fuera de lo normal, entonces pasó.
Me considero un tipo promedio, o sea, cachondo pero dentro de los cánones, con las clásicas erecciones matutinas, quizá alguna al medio día al pasar por las salidas de los colegios, en la tarde al fantasear con la del culebrón de las 6pm y ya entrada la nochecita, cuando chateo o simplemente webeo.
Pero ese maldito día mi vida dio un vuelco. Me faltaba un par de cuadras para pasar por el colegio y yo ya traía un monstruo en los pantalones, mismo que intenté disimular con la conocida “posición fetal”; en el momento hasta me causó gracia el detalle, más cuando ése, que ahora es un extraño que vive debajo de mi ombligo, empezó literalmente a temblar cuando intercambié miradas con una chica de 17 años, muy poco dotada de belleza.
Sí, la cosa era graciosa, por lógica se debía a mi “coctelito”, me cagué de risa porque mi súper erección volvió cuando, en mi guardia, me tocó ayudar a la Estelita, una ancianita de 70 años, que se prendió de mi brazo para ir a la sala de TV y con cuyo roce estuve a punto de alcanzar el clímax, como si estuviera viendo los Red Shues Diaris (o como se escriba).
Al otro día, la misma cosa, me llegaba un aroma de mujer y la carpa de circo por delante. Caminando por el colegio, las sacudidas en mi pantalón fueron tan evidentes que las carcajadas empezaron a llegar de todos lados y no tuve más remedio que emprender la graciosa huida, pues la fuerza de mis manos era inútil para contenerlo, igual al día siguiente, la semana siguientes y las semanas después de eso.
Ahora, es imposible estar a menos de un metro de casi cualquier mujer, pues el troglodita que traigo en la entrepierna hace de las suyas, escribí casi, porque con la única que soporto contacto es con la Estelita, que resultó insaciable y con mucha experiencia, pero la verdad ya me gustaría sentir lo que es una boca con dientes.
Por eso, querido doctor Malatesta, pido su ayuda, este problema físico, se ha trasladado al plano mental y de ahí al corazón, es usted mi última solución.

J.R.

 

RESPUESTA DEL DOCTOR H. MALATESTA
No me fastidie, JR, no me fastidie, usted sí se burla de la desgracia ajena, por cierto, podría ser más específico sobre lo que contenía su famoso cóctel?, punto de donde partiría para establecer una posible solución a su caso y al de algún amigo más que tengo por ahí.
Como simple curiosidad y tema al aire, sólo espero que no trabaje en el asilo del Sagrado Corazón de Jesús de Guadalajara, ahí donde está internada mi querida doña Estela de Malatesta de Ibargüengoitia, ojalá que usted no trabaje ahí... ya siento que necesito una Aspirina para el Corazón.



 

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