JONRONERO

Ciudad de México, 1954...

Había conectado su tercer cuadrangular en el juego. Dan Flowers salió entre hombros vitoreado por sus compañeros y aficionados de los Tigres de la ciudad de México, hacía mucho tiempo que ningún pelotero tenía una tarde tan redonda en el Parque de Béisbol del Seguro Social. La única pregunta de JC González-Pérez, reportero de deportes del diario "El Universal" era porqué este fortachón jonronero americano había decidido jugar en la Liga Mexicana en lugar de las Grandes Ligas con los Yanquis de Nueva York. Sin embargo, el deleite de admirar el explosivo bateo del sajón era razón suficiente para que el robusto periodista dejara de lado cualquier cuestionamiento.

Terminó de registrar notas para redactar la crónica del juego de pelota. JC era un prominente experto en materia beisbolística, a pesar de sus 28 años de edad, se le consideraba un erudito en el tema, por lo que sus colegas de profesión lo respetaban y constantemente lo invitaban a tomar parte en acalorados debates en programas de radio o pláticas de café. Aunque ganaba un salario muy bajo, Gonzáles-Pérez disfrutaba su labor narrando y comentando el deporte de sus amores.

Salió del palco de prensa del estadio rumbo al estacionamiento, el sol comenzaba a desplomarse por lo que las primeras luces de la urbe nacían en varias esquinas. Aún saboreando la actuación del jonronero arrancó su auto mientras en su mente ordenaba el esquema de la información. De pronto, sus ojos se posaron frente a una silueta que apareció intempestivamente, trató de frenar pero ya era tarde. El moreno periodista se bajó del vehículo alarmado y descubrió que había atropellado a la gran estrella del rey de los deportes.

Se arrodilló ante él y le gritaba que despertara. Observó el carro y notó que tenía una profunda abolladura al frente. Olvidó el curioso fenómeno al notar que dos individuos vestidos de traje levantaban al bateador.

--¡Bájenlo, puede estar herido! --exclamó JC.

--No preocuparse, nosotros atenderlo- explicó uno de los tipos por cuyo imperfecto español denotaba su nacionalidad estadounidense.

González-Pérez sin poder articular palabra sólo los miró llevar al herido a un lujoso auto negro e irse.

Al llegar al diario, JC llamó a todos los hospitales de la ciudad, al club Tigres, al hotel de Flowers y a lapolicía pero nadie sabía nada, después de un par de horas decidió suspender la búsqueda y regresar al coloso en la calle de Obrero Mundial. Media hora después inspeccionaba los alrededores del estadio sin suerte. No había ni un alma así que optó por saltarse la cerca como lo hacía cuando era niño para entrar a los juegos de béisbol. Recorrió con cierto sigilo las instalaciones y en el aparcadero halló el lujoso vehículo donde transportaron al pelotero.

Se acercó y lo examinó, recordó la abolladura en su carro, la escudriñó mentalmente, el golpe tenía el tamaño y la forma de la pierna de Dan Flowers pero no podía creerlo. ¿Acaso el bateador tenía tal masa muscular como para abollar una estructura metálica?, "¡Ni que fuera ese nuevo personaje de tiras cómicas, Superman!" pensó en silencio JC. Súbitamente, escuchó a lo lejos caer varios objetos metálicos, de inmediato se encaminó a donde sus oídos percibieron la escandalera. Bajó por unas escaleras que conducían a las oficinas del parque, nervioso empezó a cuestionarse qué hacía él allí. Quizá su afán por descubrir cualquier noticia sobre su deporte o la angustia de no saber qué había pasado con el personaje que atropelló motivaban su pesquisa.

Se topó con una puerta que nunca había visto. Conocía el parque como la palma de su mano, de hecho era como su hogar ya que desde muy pequeño González-Pérez asistía con su padre a presenciar partidos de los Tigres. Giró la perilla y entró al diminuto cuarto, a pesar de la obscuridad observó cualquier cantidad de archiveros, tantos que resultaba difícil desplazarse. Tropezándose se aproximó a uno que resaltaba en el fondo por su inmenso tamaño, abrió un cajón y halló varias suspensiones para inyecciones, frascos con sangre y un álbum fotográfico donde se podía ver una serie de secuencias donde aparecía un muchachito raquítico quien foto tras foto aumentaba su volumen muscular hasta convertirse en el poderoso jonronero, Dan Flowers.

El periodista de barba de candado continuó examinando archiveros y en todos encontraba los mismos frascos, eran decenas y decenas, empezó a formular una teoría que quizá explicaría porqué el jugador yanqui no incursionaba en el béisbol de la Gran Carpa. Se abrió la puerta con frenesí, una intensa luz iluminó a JC cegándolo, escuchó acercarse a alguien y pronto sintió como lo golpeaban, aunque trató de defenderse, sus dos atacantes no cesaban de impactarlo. Lo sacaron del cuarto y lo llevaron a la fuerza hasta los vestidores del estadio donde lo arrojaron al suelo.

Ante la mejor iluminación, con sorpresa descubrió a los dos americanos que se llevaron a Flowers, y al propio Dan en persona, quien simulaba batear agitando su madero contra una inexistente pelota. Le sonrió al reportero.

--¡Buenas noshes, fat boy, eres un poco entometido! --saludó el jonronero.

--¡Maldición! ¿Qué pasa?, ¿quiénes son ustedes? --cuestionó JC mientras se incorporaba.

--Creo que empiezas a saberlo, or not? --expresó irónico Dan quien se acercó al alto mexicano para golpearlo con el bat en las rodillas.

Aunque trató de esquivar el movimiento, González-Pérez no tuvo suerte y volvió a visitar el piso con gran dolor. Era inútil hacerse el tonto por lo que reveló su hipótesis. Les dijo a los estadounidenses que quizá se trataban de experimentos para crear supersoldados con base en sustancias químicas.

El super estrella se carcajeó al igual que sus ayudantes. Volvió a fingir que pescaba una bola con su bat y ayudó a levantarse al experto de "El Universal".

--¡Qué imaginación la tuya fat boy! Te conozco, he leído tus crónicas, en USA serías de los mejores pero como escritor de ciencia ficción no sirves. Aunque, la realidad no se aleja demasiado de la fantasía --aseveró Flowers.

Sin esperar más, el jugador inició su explicación: "Se trata de una nueva clase de batalla que ya libramos contra la Unión Soviética y su bloque socialista. Después de la 2da. Guerra Mundial se definieron nuevas trincheras como la carrera armamentista, la era espacial, el control de la energía atómica y la implantación de ideologías. Tras el conflicto bélico, mi gobierno decidió competir en esta lucha sorda y fría, no podemos quedarnos al margen, algún día habrá un vencedor y seremos nosotros. Así que a un alto funcionario militar se le ocurrió involucrar al deporte en el paquete".

--Pero, ¿cómo?- interrogó González-Pérez.

--Fomentamos la superioridad de los atletas americanos cada vez que vencemos a rivales socialistas, eso nos da una imagen de triunfo ante al mundo, es necesario apabullarlos, aplastarlos y conquistarlos. Creamos valores en nuestros compatriotas para que sean parte de esta guerra sin importar nada más que el honor, ¡pobres tontos! --explicaba jubiloso Flowers.

--¡Están desquiciados!, ¡es ridículo!, ¡van a destruir vidas humanas en pos de una ideología! --profetizaba el robusto periodista.

--Cuando el botín es el mundo, cualquier paso es importante. Además en mi humilde opinión esto provocará que la gente añore a estos gladiadores de laboratorio a tal grado que quizá en las próximas décadas el deporte sea una industria multimillonaria, así que sin importar si triunfan capitalistas o socialistas, el doping prevalecerá ya que existirán individuos deseosos de dar sus propias vidas para acariciar un momento de gloria por artificial que ésta sea.

Aún tratando de asimilar las palabras del jonronero, JC fue levantado por los altos y corpulentos individuos quienes lo encerraron en el cuarto del baño sauna. Escuchó la voz del americano despedirse de él. Luego sus oídos captaron el vapor saliendo por la tubería en grandes cantidades. Supuso que se asfixiaría en cuestión de minutos, examinó el lugar tratando de hallar una salida, se acercó a la puerta de metal y la golpeó una y otra vez. No conseguía más que lastimarse, desesperado miró la tubería que corría tres metros arriba por lo que nunca podría alcanzarla.

Empezó a sentir la falta de aire, tosía copiosamente y aunque continuaba impactando la entrada sabía que la muerte visitaba ya el sauna. Pronto no habría más oxígeno, sus pulmones se llenaban de humo, se acostó resignado esperando el fin, por su memoria cruzaron las mejores jugadas que había visto durante su vida, pensó en la perfección del béisbol, lo consideraba un deporte exacto, era un mundo ideal donde cada acción era parte del balance entre la derrota y la victoria. El era un tipo justo, no se metía con nadie y nunca tuvo ningún problema grave, ¿porqué moriría así?, quizá porque el mundo no era un parque en forma de diamante. La luz al fondo de un túnel iluminó sus últimos instantes aunque aún no se había cantado el último out.

Despertó en el interior de una patrulla, un policía contempló que se recobraba y llamó a sus compañeros.

--Tiene suerte de estar vivo, ¿cómo acabo dentro de ese baño sauna? --preguntó el agente.

--No se... yo... ¿Cómo me encontraron? --balbuceó JC.

--Alguien nos llamó, un americano, dijo que quiso pelearse con el jugador de los Tigres, Dan Flowers, y que por eso lo encerraron mientras llamaban a la autoridad aunque no pensaron que estuviera encendido el vapor del baño --confesó el guardia.

--¡Los archivos!, ¡la sangre!, ¡son pruebas importantes! --exclamó González-Pérez.

--¡Ya nos contará en la delegación, llévenselo!

Semanas después JC logró convencer a la policía de su historia y aunque se revisó el estadio a fondo no se halló nada extraño, en el cuarto donde se suponía estaban los archiveros sólo se encontraron utensilios de limpieza. Después de aquel misterioso día Flowers partió del país para no regresar jamás. El reportero escribió su odisea en "El Universal" pero nadie la creyó, la historia sobre el doping y su futuro impacto en el deporte lucía demasiado fantasiosa, fue despedido del periódico y nunca más se supo de él.

 

* * *

Ciudad de México, 1999...

Sentado frente a su televisor un anciano robusto miraba al jonronero de San Luis, Mark MacGwire, conectar su enésimo cuadrangular. Los impresionantes bíceps del pelotero asombraban a propios y extraños pero no al viejo. Por la memoria del moreno y alto hombre pasó su juventud cuando cubría béisbol para "El Universal". Sus ojos se posaron en la pantalla al contemplar a un sujeto de setenta y tantos años conducido por policías a un auto. Su nombre era Dan Flowers miembro del Comité Olímpico Internacional acusado de asesinar a tres atletas estadounidenses al suministrarles una cantidad desmedida de anabólicos y esteroides en los ochenta mientras se realizaban los selectivos yanquis para los Juegos Olímpicos de Moscú 80, a los cuales recuerda la historia, nunca asistió el equipo del país de bandera de barras y estrellas al boicotear la justa tras la invasión soviética a Afganistán.

El anciano sonrió aunque pronto se entristeció al pensar en lo que habían convertido al deporte, una vil mina de oro, efectivamente, como el jonronero lo predijo, el capitalismo venció y la industria deportiva creció al grado de que atletas arriesgaban sus vidas probando sustancias químicas a diestra y siniestra para lograr gloria y fama, ahora muchos empezaban a morir por los efectos secundarios y quien sabe cuántos más caerían en los años venideros. Optó por apagar la televisión mientras se sumía en su último sueño.

Daniel Flores Chávez

Volver

1