EL MISTERIO DE LA CASONA

Todo comenzó con tres muchachas estudiantes de secundaria de una distante zona. Grandes amigas de toda la vida, sus nombres eran: Dulce, Liliana y Sandra. A las tres les encantaban lo misterioso, oculto, prohibido, emocionante, terrorifico,... ¡ha!, y les encantaba y adoraban la nieve de fresa.

Un día Dulce les comentó sobre una casona que se encontraba cerca de su casa, la cual estaba abandonada. Ultimamente, cada vez que pasaba, oía gritos misteriosos y fuertes; entonces ésto le intrigaba y así se lo comentó a sus amigas:

--¿Cómo que oyes gritos? --preguntó Sandra--. ¿Son de desesperación o de auxilio?

--Creo que eran de desesperación --contestó Dulce.

--Bueno --intervino Liliana-- , ¿porqué no empezamos a observar e investigar la casona para ver qué podemos hacer? --Las tres se pusieron de acuerdo para ver cómo empezaban la investigación... en eso Dulce comentó--: Empecemos por investigar en las hemerotecas. --Todas dijeron que sí.

Ya por la tarde Liliana llego a la hemeroteca y se puso ha investigar, pasó muchas horas leyendo periódicos antigüos hasta que le llamo la atencion un periódico muy antigüo donde se hablaba sobre el asesinato de una mujer. Su extraña muerte puso a Liliana a investigar más sobre lo sucedido y ya viendo en otros periódicos encontró muertes similares a los de la mujer y testigos que morían de la noche a la mañana, pero lo raro es que eran por muerte natural.

En esos momentos llegó Dulce, y Liliana le empezó a comentar todo lo que había descubierto. Ya entre las dos siguieron buscando información. Otro dato que leyeron en los periódicos de aquel tiempo fue que hubieron varios experimentos en los cuales entraron varios hombres y al día siguiente ya no regresaron. Simplemente muchos científicos tenían varias teorias que decían la respuesta de cómo podian desaparecer sin dejar rastro, y éstas fueron algunas de ellas: se iban a otra diménsion, se abría una puerta en el tiempo-espacio hacia un lugar bonito y, pués, decidían mejor quedarse ahí y/o, finalmente, había un hoyo negro que los absorbía. Como no encontraban una respuesta, todo mundo tuvo miedo y se alejaron de esa casa. Con el tiempo se fue olvidando lo sucedido: esa conclusión tomaron de todo lo leído.

En éso llegó Sandra y les preguntó:

--¿Cómo van en la investigación?

--Bien --respondió Liliana, y sugirío--: ¿Qué les parece si pasamos una noche en esa casa? Tal vez descubramos de dónde vienen esos gritos... --Y Dulce y Sandra contestaron que sí muy emocionadas.

Así quedó.

Ya en la noche, Dulce no pudo dormir y en el muy poco tiempo que durmió tuvo un sueño en el cual ella se encontraba dentro de la casa y éso la despertó sobresaltada.

A la mañana siguiente, durante el almuerzo escolar, les contó a sus amigas con lujo de detalle su sueño.

--Como sueño, era curioso, porque estaba lleno de olores y yo nunca había soñado olores; olía a pantano cuando reaccioné, y me acordé entre sueños que esa casona estaba cerca de un lago, después ese olor desapareció pero apareció una persona escaliofriante oliendo a una rica fragancia. La persona caminaba hacia el lago metiéndose al agua sin volver, la fragancia se hizo una nube más negra que la noche, me perseguía por todo el corredor de la casa y todo era tan extraño que tuve que huir y la única forma de escapar de ella fue escondiéndome en lo más denso de la maleza cuidando de no ser descubierta por la nube. Lo que más torturaba era el olor... fué cuando desperté.

Las amigas se miraron consternadas pero aun así convinieron:

--Esta noche nos vemos sin falta a las 8:00 p.m. afuera de esa casona --dijo Sandra.

Las chicas se pasaron el resto del día preparando sus mochilas con algo de ropa que las protegiera del frio de la noche, cerillos y lamparas y cosas que les pudieran ser útiles. Al llegar la hora de entrar a la casa, ante la imponente puerta, Liliana dijo:

--Ahora es momento de que se retire la que tenga miedo a entrar a la casa...

Seguras de sí mismas Dulce y Sandra respondieron al mismo tiempo:

--No tenemos miedo... y el poco que nos dá no lo dejaremos salir.

Entonces transpasaron el umbral.

Ya dentro de la casa sintieron un aire escalofriante y frio. Al caminar por el piso de madera Sandra tropezó cayendo al suelo y en ese mismo instante se oyó un estruendoso y horrible chillido que por su fuerza y altitud no era de rata y que, al parecer, venía desde el fondo de la Tierra. Sandra se enderezó despacio.

Ya preparándose para dormir vieron a una mujer. Sandra se preparaba para seguirla cuando misteriosamente desapareció. Dulce y Liliana asustadas gritaron: «¡Fantasmas!» Sandra las trató de tranquilizar pero Dulce corrió y en ese instante volvió a pasar la mujer (o lo que parecía una mujer) y Sandra entonces le dijo a Liliana:

--Vamos a seguirla para ver a dónde va y tal vez encontremos a Dulce.

--Está bien --contestó Liliana,... ¡cuando en éso se apagaron las velas!

A tientas se agacharon cada instante para tocar el suelo más duro de la casa buscando en qué sostenerse.

Hubieran querido echar a correr pero el corredor estaba en tinieblas. Buscaron el rumbo para encontrar a su amiga o un lugar seguro. En esos momentos sintieron una bocanada de aire helado y saltaron desesperadas hacia delante. Oyeron gritar... un grito ronco que rebotaba en las paredes, entonces se encendieron las velas como por arte de magia estremeciéndolas el aullar del viento fuera de la casa, todo empezó a nublarse y se vió un estruendo en el cielo oscureciéndose todo de nuevo y Liliana y Sandra se dispusieron a ir en busca de Dulce.

Corrieron lo mas rápido posible por toda la casa y en éso escucharon otro grito de horror y desesperación. Entraron a un corredor lleno de puertas. Se pararon asombradas hasta el final del corredor, allá en la ultima puerta oyeron fuertes gritos: «¡AAAAAAAY!», con gran desesperacion. Ellas, cada vez que gritaban se estremecían, se llenaban de escalofríos, el alma se les iba hacia los pies, de ñáñaras se les llenaba el cuerpo. Liliana no soportándo más corrió metiéndose a uno de los cuartos dejando sola a Sandra quien empezó a llorar desesperada. Lágrima tras lágrima fueron a cayendo al suelo; se escuchó un estremecedor chillido desde las paredes y todo se empezó mover, a dar vueltas, las paredes comenzaron a llenarse de sangre y a moverse, y en esos instantes Liliana asustada se desmayó y llegó a su alma un instante de paz.

Sandra mientras tanto no se había dado cuenta de que Liliana no esta con ella. Siguió buscando... Se acercó al final del corredor y se escuchó nuevamente otro grito pero mas estremecedor que antes, con más odio, con más fuerza, como si fuera la voz de la maldad e incluso de la muerte propia. Pasó la mujer que ya habia visto antes, una dulce mujer vestida de blanco que pasó con una parsimonía y una luz que irradiaban armonia y tranquilidad que inspiraban una confianza infinita, e hizo que Sandra la siguiera hasta fuera de la casona, donde la mujer desapareció en la densa niebla, Sandra se dió la media vuelta y quizo correr al refugio seguro de su casa, lo más rapido posible, pero sólo entonces se dió cuenta de que Liliana ya no esta con ella y escuchó un grito de auxilio y reconoció que era de Liliana. Recordar a Dulce la detuvo sabiendo que estaría dejando a sus mejores amigas solas sin ayuda, y le dió el valor suficiente para volver a entrar sin saber qué es lo que le deparaba el destino.

Al entrar, todo se selló, ni la mas delgada hormiga podría haber salido, y aun faltaban dos horas para que saliera el sol, así es que en la oscuridad Sandra se revisó las bolsas del pantalón y sacó unos cerillos y con ellos prendió una vela que de ahora en adelante iba a ser la que le iluminaría el camino ya que en la ultima huida había perdido la lámpara... y siguió su camino. Al llegar al corredor oyó gritar a Liliana:

--!Auxilio! ¡Por favor, sáquenme de aquí! ¡No quiero morir aplastada! ¡Sáquenme, por favor, se los pido!

--Ya voy, Liliana. Aguanta. Sigue gritando. Guíame con tu voz --contestó Sandra.

--!Aquí estoy, Sandra! ¡Sácame, por favor! --siguió gritando Liliana.

Llegó un momento en el que Sandra ya no la oyó gritar, asustada de no oir su voz gritó enojada--: ¡Liliana!, ¿qué pasa contigo? ¡No te oigo gritar!

Al notar que ya no gritaba Sandra se empezó a desesperar y a tumbar cada puerta que se encontraba, pero en éso oyó un grito leve que le dijo: --Aquí estoy, ¡no me dejes sola!--. Al oir ese grito Sandra se llenó de esperanza al reconocer que era de Liliana. Finalmente la encontró, la sacó del aquel cuarto solitario y le dijo: --¿Te encuentras bien?

--Sí --respondio Liliana--, gracias a ti. Te pido una disculpa por haber callado un tiempo. Lo que pasó es que la voz se me fué y por mas que te gritaba no salía pero...

--¡Sssshhh! --la calló Sandra al ver que misteriosamente una puerta se abría, Sandra y Liliana asustadas se acercaron, estaba todo oscuro. Sandra acercó la vela en su mano y logró ver unas escaleras y decidieron bajar escalón por escalón. El techo estaba lleno de telarañas, arañas ponsoñozas, cucarachas, se veían correr las ratas asustadas por la luz de la vela y toda clase de animales asquerosos, pero aún así continuaron. Al bajar por las escaleras llegaron a una especie de túnel guiado por antorchas que estaban pegadas a la pared, decidieron seguir ya que les dió miedito regresarse; fueron muy lentamente, hasta salir por una puerta. Esa puerta era la tapa de un ataud y por ahí fueron al cementerio del pueblo caminando entre tumbas, con miedo, cuidándose las espaldas mutuamente. El gruñido del féretro arrastrado por el suelo, el chillido de las ratas y las puertas, sentir la fría muerte rondando por aquel lugar y el olor a putrefacción las estremecía, les ponía la carne de gallina... pero aun así siguieron caminando.

Tan sólo pensar que Dulce estaba en peligro las desanimaba pero siguieron buscando cuando en éso Liliana cayó en un pozo hecho en el suelo quedando atrapada entre varios féretros. Al caer Liliana se había lastimado el brazo derecho y una de las piernas quedando inconciente por un rato. Mientras tanto Sandra asustada buscó la manera de sacarla de ahí, rato después Sandra fué en busca de una soga o algo útil para para sacar a Liliana cuando despertara.

En el cielo no había luna. El cielo ahora era negro sin ninguna luciernaga de gas en el pardo azul del firmamento.

En éso empezó una tormenta. El agua comenzó a entrar en el pozo despertando a Liliana quien asustada y desconcertada empezó a gritar--: ¡Auxilio, ayudenme por favor! ¡Sáquenme de aquí! ¡Sandra, ¿donde estas?! ¡Sandra, ¿porqué me dejas sola?!

En esos momentos llega Sandra y le contestó:

--Liliana, aquí estoy, no te preocupes.

--¿Dónde estabas? --preguntó Liliana

--Fuí a buscar algo que me ayudara a sacarte de ahí... pero no tuve éxito.

En éso Liliana empezó de nuevo a gritar y Sandra confundida le preguntó qué le pasaba y Liliana respondió--: Se está haciéndo un río y sube rapidamente el agua.

Empezó el agua a arrastrar todo a su paso con gran fuerza. Féretros y tierra golpearon a Liliana dejándola nuevamente inconciente. Flotando sobre un ataúd Sandra vió horrorizada como se alejaba su amiga. Cesó la lluvia y un silencio absoluto llegó al cementerio y ni el sonido del aire ni el rechinar de una puerta la distrajeron y decidió entrar pensando que ahí iba a encontrar algo que la pudiera ayudar a encontrar a Dulce y a Liliana. Prendió los pocos cerillos que le quedaban y después de un buen rato caminando, hambrienta, sedienta y cansada como si hubiera caminado cerca de tres días perdió la noción del tiempo y se recostó quedándose dormida.

Al cabo de un tiempo despertó en una preciosa estancia donde la recibieron muy contentas Liliana y Dulce y le dijeron:

--Bienvenida al Paraíso. Has sufrido allá en la vida... Es momento del Descanso Eterno. Te esperábamos.

Sandra confundida les preguntó:

--Pero... ¿qué diablos les ha pasado?

Liliana y Dulce se miraron mutuamente.

--Yo fallecí por un ataque al asustarme --dijo Dulce.

--Y yo fallecí al ahogarme en el cementerio --dijo Liliana.

Sandra se asomó por una de las ventanas de la estancia y vió su cuerpo helado, inerte en el suelo, recostado sosteniendo una pequeña caja de cerillos y vió a la sombria muerte a su lado. No lo pudo creer pero se sintió feliz de estar aún al lado de sus mejores amigas. En la vida nadie las extrañaría.

Ahora en la vieja casona, después de cinco años, sólo quedan los huesos de aquellas niñas que un día decidieron entrar.

Cecyl X


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