Rotath

El Conquistador Absoluto de Lemuria

    Rotath fue un mago y sacerdote, adorador de los dioses sin nombre de la antigua Lemuria. El Rey lemuriano Asfodel IV, temeroso de su poder, envió a Kull, el atlante exiliado, a matar al mago en una isla alejada de los templos donde su poder era mayor. Antes de morir, furioso, el mago lanzó maldiciones contra su ejecutor y puso un encantamiento sobre sus propios huesos.

    Pasaron los siglos, y Atlantis y Lemuria desaparecieron devoradas por el mar, y los continentes adquirieron nuevas formas. El esqueleto de Rotath yacía convertido en oro sólido, en las escaleras del templo donde el hechicero fuera asesinado por Kull. En plena Edad Hyboria, un viajero de las Tribus de las Colinas encontró el esqueleto en lo que entonces era un valle perdido en medio de las montañas de Turan, y se acercó a él, con la esperanza de usarlo para comprar armas para combatir a las tropas de Aghrapur, contra la que su tribu se había rebelado. Al tocarlo, la carne de su cuerpo fue transferida a los huesos dorados, junto con su vida.

 
    Meses después, una tropa de la caballería Turania, en la que Conan se había enrolado, transportaba a la Princesa Yolinda, hija de Yezdigerd y nieta del Rey Yildiz, hacia el norte, al Convento del Sagrado Corazón de Tarim, donde la joven continuaría sus estudios. Los turanios fueron atacados y dominados por una emboscada de Hombres de las Colinas, que sólo dejaron vivos a la Princesa, a Conan y a Juma el Kushita, que fueron capturados. Los dos hombres fueron forzados a trabajar como esclavos en las minas de oro del Valle del Sol, en medio de una selva que a Juma le recordó las junglas de su nativa Kush.

    Los prisioneros fueron conducidos hasta una ciudadela plateada, donde, según los rumores populares, un nuevo líder había conducido a los Hombres de las Colinas para civilizarlos. Este líder era Rotath, ahora con un cuerpo dorado y resplandeciente, que moraba en una alta torre que sólo era accesible a través de una esfera que flotaba sobre una fuente, y era elevada por un chorro de agua controlado.

 
    Los cautivos fueron conducidos hasta el trono de Rotath. Un hombre-simio cogió a Yolinda y la dejó a los pies del hechicero, que planeaba desposarla para tener acceso al trono de Turan y luego engendrar un heredero de piel dorada. Rotath ordenó a sus guardias y al hombre-simio, llamado Anakor, que mataran a Juma y a Conan, que le recordaba a Kull. Los guerreros se defendieron, y Conan mató a Anakor. El mago recurrió entonces a un extraño polvo que los hizo dormir.

    Al despertar, Conan y Juma se encontraron en las minas de oro, y notaron que sólo la mitad del mineral era sacado de ellas, mientras que el resto era transportado a través de las cavernas. Descubrieron que llegana hasta las orillas de un arroyo subterráneo, donde habitaba un gigantesco y monstruoso molusco que se alimentaba del metal precioso. Los guerreros tomaron unas bolsas de oro, y perseguidos por el molusco, atravesaron las cavernas hasta llegar a la ciudadela, donde Rotath preparaba la ceremonia nupcial. Al ver al monstruo, el hechicero trató de huir con la princesa por la esfera, pero Conan arrojó las bolsas de mineral para atraer al monstruo, que se lanzó tras ellas, interrumpiendo el chorro de agua que elevaba la esfera. La caída fue amortiguada por el blando cuerpo de la criatura, que atrapó a Rotath y le succionó los huesos dorados, dejando sólo la carne vacía y muerta.

 
    Al volver a Aghrapur con la princesa Yolinda a salvo, Conan y Juma fueron promovidos al rango de Capitanes.
 
 
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