Autores/as: Klópes, M'D, Lask Destruc, Maya, Léolo el rey del pollo frito, Waikiki y la colaboración especial de Johnny Quest Ediciones CCUZSA
Erase una vez un campus como otro cualquiera, donde había una facultad de matemáticas como otra cualquiera y en ella un sótano y en el sótano unos berracos de ordenadores más viejos que la tana. En los ordenadores había gente. Pero no gente cualquiera, de esa que te puedes encontrar por la calle cuando vas de compras, o de marcha o todo ciego, sino gente QUE NO SABIA INFORMATICA. Y todos ellos estaban conectados a MacPost. Y bajando las escaleras, como cualquier persona normal que conoce al dedillo los entresijos de los ordenadores, bajaba majestuosamente Baluba. Baluba miró a su alrededor. Nadie sabe qué estaba buscando, sólo él sabía lo que pasaba por su cabeza (y aún así no lo tenía muy claro). Pero Baluba miraba a su alrededor, clavando su mirada en todos y cada uno de los usuarios. Mirada que despedía fuego por encima de su perilla, que penetraba (o al menos lo intentaba) en los pensamientos obscenos de los universitarios. Y entonces lo vió. Era un asqueroso 286. En él estaba sentado un tipo de aspecto insignificante calvo, feo y pequeñajo que bien podía ser un profesor, un reprimido sexual o uno de esos estudiantes que están acabando matemáticas y achacan su alopecia a los estudios. Una mirada de Baluba bastó para ahuyentarle. Aquel trasto asqueroso con 40 megas de disco duro bastaría. El amanecer de lo que después se llamaría futbolines CCUZ, Sagrado Corazón del CCUZ, o la tabla cuadrada del CCUZ había llegado. El ordenador estaba encendido, y el pardillo anterior había estado utilizando el editor del DOS y escribiendo un programa en Fortran para exportarlo a formato Mac. Baluba buscó, y su mirada también bastó para ahuyentar al resto de los usuarios, uno de los cuales abandonó la silla que más tarde sería conocida como "el Trono de los Dioses del CCUZ". Tomó asiento y se puso a los mandos, enviando a tormar pol culo la aplicación que estaba encendida. A continuación instaló el Comandante NORTON, abrió un directorio de utilidades y otro llamado UPLOAD, dentro del cual grabó el primer programa que daría pie a los trapicheos de todos los impresentables que tomarían más tarde el relevo del 286.
-Padre, tenemos un problema -dijo San Pedro.
Klópes se removió en su trono celestial y, con voz potente, contestó:
-Cuál es él, amigo Pedro.
-El perro de San Roque no tiene rabo porque Pedro Pardos se lo ha cortado.
-¿Pedro Pardos?¿Pero no era Ramón Ramírez?
-No, Padre -replicó el santo-, se trata de un indivisduo repelente que habita en el CCUZ.
-¿CECUZ? ¿Qué es eso?
-No lo sé con seguridad, pero ya se me han encomendado veinte tíos diciendo todo tipo de insultos sobre el tal PP. Creo que habrá que hacer algo.
Klópes pensó. Por primera vez desde la creación del mundo y de la primera ameba, pensó. Y cuando terminó, creyó que no había llegado a conclusión alguna y, pasándose la divina mano derecha por la divina y abundante barba, volvió a pensar. Y Klópes habló.
-Ya sé lo que hay que hacer.
-¿Qué, Padre Klópes?
-Bajarás a las entrañas de la tierra, donde habita el señor de la desesperación Leólo, y le contarás el problema. Dile que debe ir al CCUZ y hacerle alguna putada de esas que lo arreglan todo. Él sabrá.
-Pero Padre, Leólo... ¿podrá?
-No.
Las cavernas angostas de la desesperación goteaban lágrimas de sangre de la firgen santa de Chivitaveccia y se coagulaban junto con la de San Genaro entre ríos de lava y fuego. San Pedro caminaba por entre los suelos encendidos del lugar y llamaba a gritos, por encima de los lamentos de las almas atormentadas, condenadas a oir (que no escuchar) las tonterías (que no vaciladas) del señor de la desesperación Léolo. Un viento gélido golpeó la cara de San Pedro, a la vez que se elevó una voz gutural que llenó las estancias de la muerte.
-¿Quién viene a más turbar... a turbar más mis dominios?
-Señor de la desesperación Léolo -exclamó Pedro- el divino Klópes...
-¿Quiéeeeen? Pero, ¿qué es lo que quiere ahora?
-Se trata de un ajuste de cuentas, Léolo. Klópes me ha mandado a pedir ayuda por un asunto mundano.
-Psé, no es que me vaya demasiado, pero dime de qué se trata.
San Pedro resumió a Léolo lo del indivisduo PP que pasaba sus ratos libres haciendo la puñeta a los miembros del extraño CCUZ, y cuando terminó, Léolo apareció entre las sombras con su enorme cabeza, ahora ya vacía, y meditó por un momento. Al cabo de unas horas, Léolo habló:
-Pedro. -... -Pedro. -... -¡PEDRO, COÑO!
Pedro despertó.
-¿Sí, señor de la desesperación Léolo? Es que tanto rato...
-Pedro, bajaré personalmente y resolveré el problema.
-No será necesario, con mandar a alguna de tus repelentes súbditos...
-¡A MÍ NO ME REPLIQUES, a Klópes lo que quieras, pero mientras estés en mi casa, aquí mando yo! Si no te gusta, te vas y santas pascuas. Y se acabó. Y ten cuidao con lo que dices. A ver si terminas los estudios y te vas de aquí con viento fresco, que no hago más que gastar dinero contigo y te pago unos estudios, y no los aprovechas para nada. ¡Eres un pendón, Pedro, que ya vale, joder! Joder, ya. Hostias.
Entre lágrimas de desesperación, San Pedro abandonó la casa de Léolo y volvió al Olimpo de Klópes.
-¿Has hablado con Léolo?
-Sí... snif, sí, Padre, snif, snif.
-Bien, Pedro amigo. ¿Qué te ha dicho?
-Ha dicho, snif..., que va a ir a la tierra y que (snif, snif) lo hará él en persona BUAAAAAAAAA
-Oh, cielos, lo hemos arreglado. Pero ¿cómo ha podido hacer eso? No sabía que fuera capaz de algo tan cruel, y menos de resolver problemas.
-Entonces...-San Pedro sacó un pañuelo divino de su túnica etérea y se sonó sus celestiales mocos- nffff!!! ¿qué harás, Klópes?
Klópes se levantó de su trono, y por segunda vez, pensó.
-Bajaré yo.
Y así fue cómo Klópes el divino comenzó a frecuentar los dominios terrenales del CCUZ, Pedro Pardos y la bruja.