La idea germinó en proyecto, un proyecto de constitución de una agrupación universitaria dedicada al estudio y divulgación del género. Se designó una comisión, encargada de la redacción del reglamento de la futura asociación, integrada por Víctor Pineda, César Villanueva, Euclides Martínez y Wilfredo Puignau. Paralelamente las reuniones prosiguieron y amalgamaron a ese grupo de estudiantes; sólo que entre idea y palabra, predicción y futuro, algunos de nosotros nos dimos cuenta que faltaba algo, algo que tornara en identidad palpable aquel cúmulo de ánimos. Deducimos que aquella necesidad debía ser un nombre... con estupor descubrimos que nuestro grupo de demiurgos no tenía ni tan siquiera un nombre al cual referirse cuando tuviéramos que explicar un brillo en los ojos o las madrugadas interminables de espacio y vida alienígena.
Corrimos como locos, despavoridos ante el hecho execrable. Chocamos contra las paredes y rasguñamos los ventanales, hicimos trizas nuestras almas y rasgamos nuestras vestiduras. Encontrar un nombre probó ser una labor digna de cantares (sólo que no había poetas en el grupo), así que optamos por discutir las posibilidades, nuestro temario era infinito como la mente, un universo de CF. Desfilaron nombres que nos apasionaban desde las páginas de libros fervientemente atesorados. Un gastado pizarrón de una cátedra de física se resignó al rasguño incesante, inclemente, de las tizas. El repetido raspar y raspar, las voces roncas y vehementes, y los nombres... esos nombres que están siempre presentes en imágenes estáticas, imágenes en cámara lenta, imágenes que perduran en nuestras conexiones neuronales.
Al fin, el 24 de mayo de 1984 UBIK se encontró a sí mismo.
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