FILOSOFÍA… PERO SIEMPRE BARATA

Estás ante el penúltimo intento de nuestra vida por tener un espacio de expresión que sea fijo. Puedes verlo como una continuación del anterior; una consecuencia de los fracasos uno, dos, tres y cinco; o como un odioso “volver a nacer”. Osea que esto, como todo lo que nos sucedió, tiene altas probabilidades de caer vertiginosamente hacia el hoyo, cuestión que le da más tintes de ridiculez a una aventura de 27 años. Bueno, nuestras razones tenemos: la historia nos pegó y debemos, de alguna manera, cobrar venganza con ella.

Expliquemos. A los diez años de edad intentamos hacer un cómic de las aventuras de un pingüinito llamado VIP (Very Important Pinguin), que no causó el mínimo interés de los vecinos, nuestros clientes potenciales. De ahí que tuvimos que estancarnos en la primera edición (inconclusa).
Por ahí de los doce, fundamos un museo de inventos copiados en su mayoría al singular Profesor Inventillo (personaje del Chapulín Colorado); sin embargo, no hubo familiar, salvo algún piadoso despistado, que quisiera visitarlo.
Ya en la secundaria quisimos hacer de una habitación abandonada un club privado (Cogito ergo sum), tan privado que tuvimos que abandonar después por la soledad de estar ahí y por quedar al borde de la intoxicación, pues había un fuerte olor a thiner y pintura que impregnaba el acondicionado lugar.
A principios de los 90's, nos aliamos en una pequeña mafia llamada PUPS, la cual tenía fines lucro-académicos y cuyas funciones nos dan vergüenza, al igual que el líder que nos manejaba. Todo terminó cuando las autoridades pusieron cartas en el asunto. Muy poco después, formamos parte de una pandilla sin nombre, cuya filosofía era conocer a la mujer de nuestra vida por la inocente vía del aglomeramiento. Los resultados fueron desastrosos y hasta la fecha dejaron secuelas.
Después de varios proyectos posteriores en solitario, nos volvimos a juntar a los 17 años para hacer una revista que pretendía tener características similares a ésta, su nombre era Tango y por razones de ignorancia, y económicas, se nos vino todo abajo. Lo de siempre.
A los 22, Internet nos permitió fundar Misantropía. Lo que entonces definimos como “nuestra olla express; tanto qué decir y que hemos callado; lo menos despreciable (y lo poco presumible) de nuestra intimidad; el límite de nuestra dignidad; una forma desesperada de ser sociables, de sacar al público nuestra forma de pensar, de encontrar filosofía... pero siempre barata”. Hermosas definiciones que, en menos de un año, volvieron a caer como las demás, pese a que ya eran una realidad.
Cinco años después, ya profesionistas y trabajadores mercenarios, tuvimos la temeridad de revivirlo y las agallas de hacer tonterías sin reparos , sin miedo a la crítica, que es algo de lo bueno de haber crecido (sobra decir qué es lo malo).
Nos encontramos, ahora, con que ya hay grupos de rock que se llaman Misantropía, los dominios (.com, .net, .org) están comprados y seguramente habrá algún idiota que quiera demandarnos por el nombre. Simplemente la búsqueda de “misantropía” en Google arroja 6 mil 320 resultados internacionales y mil 580 de habla castellana. ¡Plagiadores! ¡Cómprense un cerebro! Hace unos años, si salían 200 webs era mucho. Claro, no había Google.
Volvemos a aclarar, como lo hicimos antes, que no es que seamos misántropos (no faltará el ciberpolicía que nos busque antes a nosotros que a los zoofílicos); pero que sí hay veces que dan ganas de matar a todos. Y como hacerlo es muy difícil, y caro, mejor escribimos unas cuantas líneas, que es peor.
Que si la revista es de humor, cultura, cultura de la basura, incultura o pura basura ya será cosa del que la juzgue, el cual podrá ir igual a que le den por culo que por sincero que por lo que hace.
Ya no haremos la tontería de explicar principios ni de dar agradecimientos como en la etapa anterior (sería ridículo, a nuestra edad, nombrar cientos de persona/s/jes/lidades y cada mes tener que agrandar la lista). El único lineamiento que hacemos público es el de no tocar ningún tema político, con el fin de no enfermar más nuestros cerebros.

¿Ya? Estos somos…

 

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