EL CURANDERO DE LA TIERRA Lupe caminó colina arriba, en la cima podía estar lo que buscaba desde el inicio de la última era. Horas sin final pasaron, no en vano llamaban al relieve "La Colina Incierta". Pocos hombres lograban llegar a la cima en tan sólo un par de horas mientras muchos otros necesitaban días o, incluso, semanas para lograrlo. Lupe no se detuvo ni un momento, quiso demostrarle al Pico Atizado su entereza, de esa manera podría ganar su respeto y consecuentemente acortar un poco el camino. Cruzó el Rio Ancho, el Rio Calmoso y el Rio de las Ansiedades; al salir de cada uno necesitó despegarse las sanguijuelas que vorazmente se hacían de alimento. Y aún después del ejercicio intenso, Lupe no paró; no cedió ante el dolor; no se arredró al encarar el peligro o la adversidad. Saltó sobre precipicios de caída eterna, nadó en los mares entre depredadores con fauces temibles. Nunca cesó, pués, estaba decidido a alcanzar el grado máximo de la curandería. Sería, si lograba triunfar, el Curandero Supremo, el único que podía aliviar los males añejos de la Tierra. Después de cincuenta años universales alcanzó la cumbre. Ahí lloró amargamente pues imperaba la desolación. ¿Dónde está la fuente de curación entonces?... ¡Dioses crudelísimos! Desahogada la desdicha se sentó sobre una piedra para contemplar el infinito. Las estrellas viajeras rasgaban la oscuridad cada segundo entre las estáticas y moribundas. La luna no dominaba la escena como solía hacerlo tantos siglos antes, ahora estaba enferma, mostrábase pálida y siniestra. Lupe bajó la mirada desilusionado evadiendo el pasto negro y espeso que se erguía sobre el suelo. Yerba Mala, le decían. Síntoma inequívoco del malestar del planeta. Milenios habían pasado desde el día en que la Tierra, nuestra Tierra, habíase enfermado, y la causa estaba bien oculta en el tiempo. Las leyendas se contaban en todas las lenguas. Mencionaban unas que El Eterno había arrojado la maldición sobre su hija favorita y por ello había caído en desgracia; otras contaban que la Tierra era un ser que llegaba irremisiblemente a su senectud; pero muy pocas leyendas decían que la Tierra se había enfermado por la conducta reprochable de sus hijos. Lupe pasó la noche en la gruta al pie del cerro de oxidiana; esa noche el firmamento se tiño de un rojo aterrador, y aún ese evento extraordinario no importó a Lupe, quien durmió plácidamente después de siete días sin sueño. Ya estando el sol mirando desde lo alto, Lupe despertó y se talló los ojos, entonces sacó desde su morral una especie de botella y le miró adentro. Dilató los ojos asombrado... ¡había dormido tres días ininterrumpidos! Saltó para luego salir corriendo a toda prisa... ahora su proyecto estaba gravemente retrasado. Levantó la vista en busca de Centerio, el planeta guía, y después de mucho buscar con las pupilas tensas, lo encontró más arriba de lo usual; arrumbó hacia él. Pensaba que si su conquista de la Colina Incierta había sido infructuosa, no pasaría lo mismo si iba hacia los abismos donde se juntan y terminan todos los suelos. Atravesó nuevamente los rios Ancho, Calmoso y de las Ansiedades sin molestarse esta vez en eliminarse las sanguijuelas, nomás por lo concentrado que estaba. Cruzó el Bosque de las Tres Brujas, quienes no lo molestaron pues bien conocían el loable propósito de ese hombre. Caminó sobre el Pantano Gris, quien también lo respetó no tragándoselo como a tantos desdichados. Caminó miles de kilómetros más, sin comer, sin dormir, hasta que finalmente llegó al borde de la Tierra. Se paró sobre el último filo... ahí donde el abismo inicia alargándose hasta el infinito. Desde ese punto, extremadamente poco visitado, el universo se lucía como en ninguna otra parte; nada bloqueaba la mirada, sólo el firmamento existía sin importar dónde se mirara. Lupe respiró profundo, el vértigo era casi intolerable. Cerró los ojos... La cura estaría en el final del universo, estaba seguro; el recorrido sería infinito pero Lupe conocía bien la extensión del tiempo y el espacio. ...Se inclinó sobre el vacío hasta formar un ángulo imposible. ¿Qué es la eternidad?... ¿Y dos veces la eternidad? Sin tomar siquiera impulso Lupe se arrojó sobre la lluvia de estrellas... le siguió un grito interminable. Lupe confió en la grandeza de voluntad de la Tierra; quiso creer que tenía la suficiente fortaleza para resistir hasta el retorno tras un viaje de ida y vuelta a través de la eternidad. Sergio Malinto |