 
Diálogo
a fondo con Carlos Castaneda
Extracto de la entrevista de Graciela Corvalán, publicada
en la Revista Mutantia, 1982
Hacía
varios meses que
le había escrito cuando Carlos Castaneda llamó por teléfono. Eso
fue a mediados de julio. Su llamada me tomó totalmente por sorpresa. Castaneda
habló largamente, y sin que yo se lo pidiera se ofreció a darme información.
Castaneda tenía interés en
encontrarse y hablar conmigo. Procuró hacerme comprender que la tarea que
estaba realizando era de gran importancia. "No soy ni un gurú ni un
charlatán", -insistió haciendo referencia a algunos críticos y
periodistas. Castaneda es un investigador serio que tenía interés en hablar
acerca de los trabajos que está realizando en México y sobre su labor
epistemológica. Según él, el hombre europeo no concibe que haya otro que
piense ni que haya otra descripción de la realidad que la suya.
Estando
ya en Los Angeles, CC llamó por teléfono. No encontrándome, dejó su mensaje
y las indicaciones acerca de la hora y el lugar del encuentro: "Salga de la
Freeway en tal calle y doble a la derecha en tal otra. Pase, luego, cuatro
luces. Allí, a la izquierda está la Iglesia de la Inmaculada pero a Ud. eso no
le importe y doble a la derecha. Ahí, encontrará Ud. el campus de UCLA. Entre
al parking lot. Como es domingo no va a haber nadie. y Ud. podrá
entrar sin problemas. Generalmente hay poca gente durante los fines de semana.
Entonces, a las 4 de la tarde; junto a la garita". Castaneda esperaba que
llegásemos en un Volkswagen marrón.
Esa noche y la mañana siguiente trabajé febrilmente
en mis notas. Había dormido poco pero no estaba cansada. A eso de la una de la
tarde, mis amigos y yo salimos rumbo al campus de UCLA. Teníamos algo más de
dos horas de viaje.
Siguiendo las indicaciones de Castaneda, llegamos sin dificultad a la garita de
la entrada del parking lot de UCLA.(Universidad de California en Los Angeles).
Faltaban aún unos 15 minutos para las 4 de la tarde. Estacionamos en un
lugar más o menos sombrío.
A las cuatro en punto, levanté la vista y los vi venir hacia el auto: mi amiga
junto a un señor moreno y algo más bajo que ella. Castaneda vestía
"jeans" azules y remera de cuello abierto (sin bolsillos) color crema
pálido. Bajé del auto y me apresuré a encontrarlos. Después de los saludos y
fórmulas de cortesía convencionales, le pregunté si me permitiría usar un
grabador. En el auto teníamos uno para el caso de que él lo permitiera.
"No, es mejor que no", contestó con un gesto de hombros. Nos
encaminamos, de cualquier manera, al auto a buscar las notas, cuadernos y
libros.
Cargados de libros y papeles; nos dejamos guiar por Castaneda. El conocía bien
el camino. "Por ahí-decía señalando con la mano- hay unos bancos lindísimos".
Desde el principio Castaneda fijó el tono de la conversación y los temas que
habríamos de tratar. La misma se llevó a cabo en español, lengua que
maneja con fluidez y gran sentido del humor. Castaneda es un maestro en el arte
de la conversación. Hablamos por espacio de siete horas. El tiempo pasó sin
que su entusiasmo ni nuestra atención decayeran. Toda esa tarde Castaneda
procuró mantener la conversación en un nivel que no fuera intelectual. Aunque
sin duda ha leído mucho y conoce las distintas corrientes de pensamiento, en
ningún momento estableció comparaciones con otras tradiciones del pasado o del
presente.
La "enseñanza tolteca" nos la transmitió
por medio de imágenes materiales que, precisamente por eso; impiden que se las
interprete especulativamente. De este modo Castaneda no solamente fue obediente
a sus maestros sino totalmente fiel al camino que ha elegido, no quiso
contaminar su enseñanza con nada ajeno a ella.
A poco de encontrarnos quiso saber las razones de
nuestro interés en conocerlo. El ya sabía de mi posible reseña y del
proyectado libro de entrevistas. Más allá de todo profesionalismo insistimos
en la importancia de sus libros, que tanto habían influido en nosotros y en
muchos más. Teníamos un profundo interés por conocer la fuente de esa enseñanza.
Entretanto, habíamos llegado a los bancos, y a la sombra de los árboles nos
sentamos.
"Don Juan a mí me lo dio todo -comenzó diciendo-. Cuando lo encontré no
tenía otro interés, que la antropología, pero a partir de ese encuentro cambié.
¡Y esto que me ha pasado a mí no lo cambiaría por nada!"
Don Juan estaba presente allí con nosotros. Cada vez que Castaneda lo
mencionaba o lo recordaba percibíamos su emoción. De don Juan nos dijo que era
una totalidad de exquisita intensidad capaz de darse todo en cada ahora.
"Darse todo en cada momento es su principio, su regla", dijo. El que
don Juan sea así no puede ser explicado y es rara vez comprendido,
"simplemente es".
En el segundo anillo de poder Castaneda recuerda una característica
especial de don Juan y de don Genaro, de la cual todos los demás carecen. Allí
escribe: "Ninguno de nosotros está dispuesto a prestarle al otro una atención
indivisa, de la manera que don Juan y don Genaro lo hacían".Estas
palabras apuntan a ese ser todo en cada instante, a esa presencia
que es don Juan. En muchas oportunidades Castaneda se ha de referir a eso de
tener "un gesto", a ese acto totalmente gratuito y libre del ser.
El segundo anillo de poder me había dejado llena de preguntas. El libro
me interesó mucho, sobre todo después de su segunda lectura, pero había
escuchado comentarios desfavorables. Yo misma tenía ciertas dudas. Le dije que
creía que Viaje a Ixtlán era el que más me había gustado sin que
supiera bien por qué. Castaneda me escuchaba y contestó mis palabras con un
gesto que parecía decir: Y yo, ¿qué tengo que ver con el gusto de todos
ellos? Yo seguí hablando, buscando razones y explicaciones. "Tal vez esa
preferencia se deba a que en Viaje a Ixtlán se percibe mucho amor",
dije. Castaneda puso cara fea. La palabra amor no le gustó. Es posible
que el término tenga para él connotaciones de "amor romántico",
"sentimentalismo" o "debilidad". Tratando de explicarme,
insistí en que la última escena de Viaje a Ixtlán está preñada de
intensidad. Ahí Castaneda asintió. Sí, con esto último estaría de acuerdo.
"Intensidad, sí -dijo- , ésa es la palabra".
Insistiendo en el mismo libro, le manifesté que algunas escenas me habían
resultado definitivamente "grotescas". No les encontraba justificación.
Castaneda estuvo de acuerdo conmigo. "Sí, el comportamiento de esas
mujeres es monstruoso y grotesco pero esa visión me era necesaria para poder
entrar en acción", dijo. Castaneda necesitaba ese "shock".
"Sin adversario no somos nada-continuó. El ser
adversario es propio de la `forma' humana. La vida es guerra, es lucha. La paz
es una anomalía": Refiriéndose al pacifismo lo calificó de
"monstruosidad" porque, según él, los hombres "somos seres de
logros y de luchas".
Sin poder contenerme le dije que no podía aceptar que calificara el pacifismo
de monstruosidad. "¿Y Ghandi ¿Cómo ve Ud. a Ghandi, por ejemplo?"
"¿Ghandi?-me respondió Ghandi no es un pacifista. Ghandi es uno de los más
tremendos luchadores que han existido: ¡Y qué luchador!"
Comprendí entonces que Castaneda da valores muy especiales a las palabras. El
"pacifismo" al cual él había hecho referencia no podía sino ser el
pacifismo del débil, el de quien no tiene agallas suficientes como para ser y
hacer otra cosa, el de quien nada hace porque no tiene objetivos ni energía en
la vida; en una palabra, ese pacifismo refleja toda un actitud autocomplaciente
y hedonista.
Con un amplio gesto que quería incluir a toda una sociedad ya sin valores,
voluntad y energía, replicó: "Todos drogados... Sí, ¡hedonistas!"
Castaneda no aclaró estos conceptos, ni nosotros se lo pedimos. Yo tenía
entendido que parte de la ascesis del guerrero era liberarse de la
"forma" humana pero los inusitados comentarios de Castaneda me habían
llenado de confusión.
Poco a poco, sin embargo, me fui dando cuenta de que
eso de ser "seres de logros y de luchas" es un primer nivel de la
relación. Esa es la materia
prima de donde se parte. Don Juan, en los libros, se refiere siempre al buen
"tonal'' da una persona. Ahí comienza el aprendizaje y se pasa a otro
nivel. ``No se puede pasar al otro lado sin perder la `forma' humana" -dijo
Castaneda.
Insistiendo sobre otros aspectos de su libro que no me habían quedado claros,
le pregunté acerca de los "huecos" que le quedan a las personas por
el simple hecho de haberse reproducido.
"Sí -dijo Castaneda-. Hay diferencias entre las personas que han tenido
hijos y las que no. Para pasar de puntillas frente al águila hay que estar
entero. Una persona con huecos no pasa".
La metáfora del "águila" nos la explicaría más adelante. Por el
momento pasó casi inadvertida ya que el foco de nuestra atención estaba en
otro tema.
"¿Cómo explica Ud. la actitud de doña Soledad con Pablito así como la
de la Gorda con sus hijas?", -quise saber con insistencia. Eso de quitarles
a los hijos ese "filo" que al nacer ellos nos toman era, en gran
medida, algo inconcebible para mí.
Castaneda convino en que aún no tiene bien sistematizado todo eso. Insistió,
sin embargo, en las diferencias que, existen entre las personas que se han
reproducido y las que no. "Don Genaro es ¡loquito!, ¡loquito! Don Juan,
en cambio, es un loco serio. Don Juan va despacio pero llega lejos. Al final,
los dos llegan...
"Yo, como Don Juan-continuo- tengo huecos; es decir, tengo que seguir su
camino. Los Genaros, en cambio, tienen otro modelo.
"Los Genaros, por ejemplo, tienen un `filo' especial que nosotros no
tenemos. Son más nerviosos y de marcha rápida... Son muy livianos; nada los
detiene.
"Los que como la Gorda y yo hemos tenido hijos, tenemos otras características
que compensan esa pérdida. Se es más reposado y, aunque el camino sea largo y
arduo, también se llega. En general, los que han tenido hijos saben cómo
cuidar a otros. No significa que las personas sin hijos no sepan hacerlo, pero
es distinto...
"En general uno no sabe lo que hace; se es
inconsciente de las acciones y después se paga. ¡Yo no supe lo que hacía!
exclamó refiriéndose, sin duda, a su propia vida personal.
"AI nacer, a mi padre y a mi madre les quité todo -dijo. ¡Quedaron todos
magullados! A ellos les tuve que devolver ese `filo' que les había quitado.
Ahora tengo que recuperar el 'filo' que yo perdí."
Pareciera que esto de los "huecos" que hay que cerrar, tiene que ver
con los atavismos biológicos. Quisimos saber si el tener "huecos" es
algo irreparable. "No-nos respondió-. Uno se puede curar. Nada es
irrevocable en la vida. Siempre es posible devolver lo que no nos pertenece y
recuperar lo que es de uno".
Esta idea de la recuperación es coherente con todo un "camino de
aprendizaje"; camino en el cual no basta conocer o practicar una o más técnicas
sino que requiere la transformación individual y profunda del ser. Se trataría
de todo un sistema coherente de vida con objetivos concretos y precisos.
En Argentina sus dos primeros libros habían sido prohibidos. Parece que
la razón que se dio fue el asunto de las drogas. Castaneda no lo sabía. "¿Por
qué?-nos preguntó para concluir sin esperar nuestra respuesta-. Me imagino que
es obra de la Madre Iglesia".
Al principio de nuestra conversación, Castaneda
mencionó algo acerca de la "enseñanza tolteca". También en The
Second Ring of Power se insiste en "los toltecas" y en "ser
un tolteca". "¿Qué significa ser un tolteca?" -le preguntamos.
Según Castaneda, la palabra "tolteca" constituye una unidad de
significación muy amplia. Se dice de alguien que es un tolteca de la misma
manera que se puede decir que es un demócrata o un filósofo. Tal como él la
usa, esta palabra nada tiene que ver con su significado antropológico.
"Tolteca es el que sabe los misterios del acecho y del sue
ño". Todos ellos son toltecas. Se trata de un pequeño grupo que ha sabido
mantener viva una tradición de más de 3.000 años antes de J.C.
Como yo estaba trabajando en el pensamiento místico y tenía particular interés
en establecer la fuente y el lugar de origen de las distintas tradiciones,
insistí: "¿Cree Ud. entonces que la tradición tolteca ofrece una enseñanza
que sería propia de América?"
La "nación tolteca" mantiene viva una tradición que es, sin duda,
propia de América. Castaneda adujo que es posible que los pueblos de América
hubieran traído algo de Asia al cruzar el estrecho de Bering, pero que hace
tantos miles de años de todo eso que por el momento no hay más que teorías. En
Relatos de Poder, don Juan le habla a Castaneda de "los brujos",
de "esos hombres de conocimiento" que la conquista y colonización del
hombre blanco no pudieron destruir porque ni supieron de su existencia ni
notaron todo lo incomprensible de su mundo.
"¿Quiénes forman la nación tolteca? ¿Trabajan juntos? ¿Dónde lo
hacen? -preguntamos.
Castaneda contestó todos nuestros interrogantes. El está ahora a cargo de un
grupo de jóvenes que vive en la zona de Chiapas, al sur de México. Todos se
trasladaron a esa zona debido a que la señora que ahora les enseña estaba
radicada allí.
Entonces... ¿Ud. volvió? -me sentí impelida a preguntarle al recordar la última
conversación entre Castaneda y las hermanitas al final de The Second Ring of
Power.
"¿Volvió Ud. pronto, tal como la Gorda se lo
pedía?" "No, no volví pronto pero
volví", -me contestó riendo. "Volví para llevar a cabo una tarea a
la cual no puedo renunciar".
El grupo consta de unos 14 miembros. Si bien el núcleo
básico es de 8 ó 9 personas, todos son indispensables en la tarea que se
realiza. Si cada uno es suficientemente impecable, se puede ayudar a un mayor número
de seres.
"Ocho es un número mágico", -dijo en algún momento. También
insistió en que el tolteca no se salva solo sino que se va con el núcleo básico.
Los otros quedan y son indispensables para continuar y mantener viva la tradición.
No es necesario que el grupo sea grande, pero cada uno de los que está envuelto
en la tarea es definitivamente necesario para el todo.
Nos habló después de los miembros del grupo que conocíamos por sus libros.
Nos dijo que don Juan era indio Yaqui, del estado de Sonora. Pablito, en cambio,
era indio mixteco, y Néstor era mazateco (de Mazatlán, en la provincia de
Sinaloa). Benigno era Zotsil (Sotzil). Recalcó
varias veces que Josefina no era india sino que era mexicana y que uno de sus
abuelos era de origen francés. La Gorda, como Néstor y don Genaro, era
mazateca. "Cuando la conocí, la Gorda era una mujer inmensa, pesada y toda
golpeada por la vida, -dijo-. Ninguno de los que la conoció puede hoy imaginar
que la de ahora es la misma de antes".
Aprovechando una pausa suya le preguntamos si la tarea que ellos están
realizando es accesible a todos los hombres o si se trata de algo para unos
pocos.
Como
nuestras preguntas apuntaban a descubrir la relevancia de la enseñanza tolteca
y el valor de la experiencia del grupo para el resto de la humanidad, Castaneda
nos explicó que cada uno de los miembros del grupo tiene tareas específicas
que cumplir, sea en la zona de Yucatán, en otras áreas de México o en otros
lugares.
"Cumpliendo tareas, uno descubre una gran cantidad de cosas que son
directamente aplicables a las situaciones concretas de la vida diaria. Haciendo
tareas se aprende mucho.
"Los
Genaros, por ejemplo, tienen una banda de música con la que recorren todos los
lugares de la frontera. Se imaginarán Uds. que ellos ven y están en contacto
con mucha gente. Siempre se tiene posibilidades de transmitir el conocimiento.
Siempre se ayuda. Se ayuda con una palabra, con una pequeña insinuación...
Cada uno, cumpliendo fielmente su tarea, lo hace. Todos los seres pueden
aprender. Todos tienen la posibilidad de vivir como guerreros.
"Cualquier
persona puede emprender la tarea del guerrero. El único requisito es querer
hacerlo con un deseo inconmovible; es decir, se ha de ser inconmovible en el
deseo de ser libre. El camino no es fácil. Constantemente buscamos excusas y
tratamos de escapar. Es posible que la mente lo logre, pero el cuerpo lo siente
todo... El cuerpo aprende rápida y fácilmente.
"El
tolteca no puede gastar energía en tonterías, -conti
nuó. Yo era una de esas personas que no pueden estar sin amigos... ¡Ni al cine
podía ir solo!". Don Juan en un determinado momento le dijo que debía
abandonar todo y, particularmente, separarse de todos aquellos amigos con los
cuales no tenía nada en común. Por largo tiempo resistió la idea hasta que
por último lo fue envolviendo.
"Cierta
vez, volviendo a Los Angeles, bajé del auto una cuadra antes de Ilegar a casa y
llamé por teléfono. Por supuesto que ese día, como todos, mi casa estaba
llena de gente. Me atendió uno de mis amigos a quien le pedí que preparara una
valija con algunas cosas y que me la trajera adonde me encontraba. También le
dije que el resto de las cosas -libros, discos, etc: podían repartírselas
entre ellos. Claro es que mis amigos no me creyeron y tomaron todas las cosas
como en préstamo" -aclaró Castaneda.
Este
acto de deshacerse de la biblioteca y los discos es como cortar con todo el
pasado, con todo un mundo de ideas y emociones.
Hablamos
entonces del amor, "del tan mentado amor". Nos contó varias anécdotas
de su abuelo italiano, "siempre tan enamoradizo", y de su padre
"tan bohemio él". "¡Oh! ¡L'amore! ¡L'amore!", -repitió
varias veces. Todos sus comentarios tendían a destruir las ideas que comúnmente
se tienen acerca del amor.
"A
mí me costó mucho aprender, -siguió. Yo era también muy enamoradizo... A don
Juan le costó trabajo hacerme entender que debía cortar con ciertas
relaciones. El modo como finalmente corté con ella fue el siguiente. La invité
a cenar y nos encontramos en un restaurante. Durante la cena pasó lo que
siempre pasaba. Hubo una gran pelea y ella me gritó e insultó. Por último le
pregunté si tenía dinero. Me respondió que sí. Aproveché para decirle que
debía ir hasta el auto a buscar mi billetera o algo así. Me levanté y no volví
más. Antes de dejarla quise estar seguro de que tenía suficiente dinero como
para tomar un taxi y volver a casa. Desde ese entonces no la he vuelto a
ver".
"No
me van a creer Uds., pero los toltecas son muy ascéticos" -insistió.
Para Castaneda, vivimos en una sociedad muy "lujuriosa".
Castaneda
nos había dicho antes que cuando una persona se reproduce pierde un
"filo" especial. Parece que ese "filo" es una fuerza que los
hijos toman de los padres por el mero hecho de nacer. Este "hueco" que
a la persona le queda es el que hay que llenar o recuperar. Hay que recuperar la
fuerza que se ha perdido. Nos dio también a entender que la relación sexual
prolongada de una pareja termina por desgastarlos.
Castaneda
nos venía describiendo un grupo cuyas exigencias, para el común de las
personas, eran extremas. Estábamos muy
interesados en saber adónde conducía todo ese esfuerzo. "¿Cuál es el
objetivo único del `tolteca'?" Queríamos saber el sentido de todo eso que
Castaneda nos venía diciendo. "¿Cuál es el objetivo que Ud.
persigue?"-insistimos llevando la pregunta a un nivel personal.
"El
objetivo es salirse del mundo vivo; salirse con todo lo que uno es pero con nada
más que con lo que uno es. La cuestión es no llevarse nada ni dejar nada. Don
Juan se salió enterito -¡vivito! del mundo. Don Juan no muere porque
los toltecas no mueren"
Según Castaneda, la idea de que somos libres es una ilusión y un absurdo. Se
esforzó por hacernos comprender que el sentido común nos engaña porque la
percepción ordinaria sólo nos dice una parte de la verdad.
"La percepción ordinaria no nos dice toda la verdad. Debe haber
algo más que el mero paso por la tierra, que eso de sólo comer y
reproducirnos, -dijo con vehemencia.
El
sentido común sería ese acuerdo al que hemos llegado tras un largo proceso
educativo que nos impone la percepción ordinaria como la única verdad.
"Precisamente, el arte del brujo -dijo- consiste en llevar al aprendiz a
descubrir y a destruir ese prejuicio perceptivo".
Según
Castaneda, Edmundo Husserl es el primero en Occidente que concibe la posibilidad
de "suspender el juicio". El método fenomenológico no niega sino que
simplemente "pone entre paréntesis" aquellos elementos que sustentan
nuestra percepción ordinaria.
Castaneda
considera que la fenomenología le ofrece el marco teórico-metodológico más
útil para comprender la enseñanza de don Juan. Para la fenomenología el acto
del conocimiento depende de la intención y no de la percepción. La regla
más importante del método fenomenológico es eso de "hacia las cosas
mismas".
"La
tarea que don Juan realizó conmigo -insistió- fue la de romper poco a poco los
prejuicios perceptivos hasta llegar a la ruptura total". La fenomenología
"suspende" el juicio y se limita a la "descripción" de los
puros actos intencionales. "Así, por ejemplo, el objeto `casa' yo lo construyo.
El referente fenomenológico es mínimo. La
transforma al referente en algo concreto y singular".
La fenomenología, sin embargo, tiene para Castaneda un simple valor metodológico.
Husserl no trascendió nunca el nivel teórico y, en consecuencia, no tocó al
ser humano en su vida de todos los días.
Para
Castaneda, el hombre occidental -el hombre europeo- a lo más que ha llegado es
al hombre político. Este hombre político sería el epítome de nuestra
civilización. "Don Juan, -dijo- con su enseñanza, está abriendo la
puerta para otro hombre mucho más interesante: un hombre que vive ya en un
mundo o universo mágico".
El
hombre político es el hombre de dominio cuyo poder controla tanto la realidad
concreta del mundo como los seres que la habitan.
El
mundo de don Juan, en cambio, es un mundo mágico poblado de entidades y de
fuerzas.
"Lo admirable de don Juan -dijo Castaneda- es que aunque en el mundo de
todos los días él parece estar loco (¡loquito! ¡loquito!), nadie es capaz de
percibirlo. Al mundo, don Juan le ofrece una fachada que es necesariamente
temporal... una hora, un mes, sesenta años. ¡Nadie lo podría agarrar
descuidado! En este mundo don Juan es impecable porque él siempre supo que lo
de aquí es sólo un momentito y que lo que viene después... Bueno... ¡Una
belleza! don Juan y don Genaro amaban intensamente la belleza".
La
percepción y concepción que don Juan tiene de la realidad y el tiempo son
indudablemente muy distintas a la cotidianeidad don Juan es siempre impecable,
esto no ,impide que sepa que "de este lado" todo es definitivamente
pasajero.
Castaneda continuó describiendo un universo polarizado hacia dos extremos: el
lado derecho y el lado izquierdo. El lado derecho correspondería al tonal
y el lado izquierdo al nagual.
En
Relatos de Poder don Juan le explica largamente a Castaneda acerca de
esas dos mitades de la "burbuja de la percepción". Le dice que la
tarea del maestro consiste en limpiar prolijamente una parte de la
"burbuja", para luego reordenar "todo lo que hay" en el otro
lado. "El maestro se ocupa de esto martillándoselo al aprendiz sin piedad
hasta que toda su visión del mundo queda en una mitad de la burbuja. La otra
mitad, la que ha quedado limpia, puede entonces ser reclamada por algo que los
brujos llaman voluntad ".
Explicar
todo esto es muy difícil porque a este nivel las palabras son totalmente
inadecuadas. Precisamente, la parte izquierda del universo "implica la
ausencia de palabras", y sin palabras no podemos pensar. Allí sólo caben
las acciones. "En ese otro mundo -dijo Castaneda- el cuerpo actúa. El
cuerpo, para entender, no necesita palabras".
En
el universo mágico-por así llamarlo- de don Juan, existen ciertas
entidades que llaman "aliados" o "sombras fugaces". Estas,
se pueden captar un sinnúmero de veces. Para este tipo de captaciones se ha
buscado una gran cantidad de explicaciones pero, según Castaneda, no hay duda
de que estos fenómenos dependen principalmente de la anatomía humana. Lo
importante es llegar a comprender que hay toda una gama de explicaciones que
pueden dar
cuenta de estas "sombras fugaces".
Le pregunté, entonces, acerca de ese conocer con el cuerpo del que habla en sus
libros. "¿Es que para Ud. el cuerpo entero es un órgano del
conocer?" -inquirí.
"¡Claro!
El cuerpo conoce" -me respondió. A modo de ejemplo, Castaneda nos habló
de las muchas posibilidades de esa parte de la pierna que va de la rodilla al
tobillo, donde se asentaría un centro de la memoria. Pareciera que se puede
aprender a usar el cuerpo para captar esas "sombras fugaces". "La
enseñanza de don Juan va transformando el cuerpo en un electronic scanner"
-dijo, buscando la palabra adecuada en esppañol al comparar el cuerpo a un
telescopio electrónico a distintos niveles. El cuerpo tendría la posibilidad
de percibir la realidad que a su vez, revelaría configuraciones de la materia
también distintas. Era evidente que para Castaneda el cuerpo tenía
posibilidades de movimiento y percepción a las que la mayoría de nosotros no
estamos acostumbrados. Levantándose y señalando el pie y el tobillo, nos habló
de las posibilidades de esa parte del cuerpo y de lo poco que conocemos de todo
esto. "En la tradición tolteca -afirmo- se entrena al aprendiz en el
desarrollo de estas posibilidades. A este nivel comienza don Juan a construir".
Meditando
sobre estas palabras de Castaneda, pensé en el paralelismo con la Yoga Tántrica
y los distintos centros o "chakras" que el oficiante va despertando
mediante ciertas prácticas rituales. En el libro El círculo hermético
de Miguel Serrano se lee que los "chakras" son "centros de
conciencia". En el mismo libro, Carl Jung le refiere a Serrano una
conversación que tuvo con un cacique de los indios Pueblo llamado Ochwián Bia
no o Lago de la Montaña. "Me explicaba su impresión de los blancos,
siempre tan agitados, siempre buscando algo, aspirando a algo... Según Ochwián
Biano, los blancos estaban locos, pues afirmaban pensar con la cabeza, y sólo
los locos lo hacen así. Esta afirmación del jefe indio me produjo gran
sorpresa y le pregunté que con qué pensaba él. Me respondió que con el corazón".
El
camino del conocimiento del guerrero es largo, y requiere total dedicación.
Todos ellos tienen un objetivo concreto y un incentivo muy puro.
"¿Cuál
es el objetivo?" -insistimos.
Parece que el objetivo consiste en pasar conscientemente al otro lado por el
costado izquierdo del universo. "Hay que tratar de aproximarse lo más
posible al águila y procurar escapársele sin que ella nos devore.
"El objetivo -dijo- es salirse `de puntillas' por el lado izquierdo del águila.
"No sé si Uds. saben-continuó buscando el modo de aclararnos la imagen-
que hay una entidad que los toltecas llaman el águila. El visionario la
ve como una inmensa negrura que se extiende al infinito; es una inmensa negrura
que un relámpago cruza. Por eso es que la llaman el águila: tiene alas y lomo
negros, y su pecho es luminoso.
"El
ojo de esa entidad no es un ojo humano. El águila no tiene piedad. Todo lo que
es vivo está representado en el águila. Esa entidad encierra toda la belleza
que el hombre es capaz de crear así como también toda la bestialidad que no es
el ser humano propiamente dicho. Lo que es propiamente humano en el águila es
inmensamente pequeño en comparación a todo el resto. El águila es
demasiada masa, bulto, negrura..: frente a lo poquito que es lo propio del ser
humano.
"El
águila atrae a toda fuerza viva que está pronta a desaparecer porque se
alimenta de esa energía. El águila es como un imán inmenso que va recogiendo
todos esos haces de luz que son la energía vital de lo que está
muriendo".
Mientras Castaneda nos decía todo esto, sus manos y dedos como martillos
imitaban la cabeza de un águila picoteando el espacio con insaciable apetito.
"Yo
sólo les digo lo que don Juan y los otros dicen. ¡Son todos unos brujos y
brujas! exclamó-. Todos ellos están envueltos en una metáfora que es
incomprensible para mí":
"¿Cuál es el dueño del hombre? ¿Qué es lo que nos reclama? -se preguntó.
Nosotros escuchábamos atentamente y lo dejábamos hablar porque él había
entrado en un terreno en el cual ya no cabían las preguntas.
"El dueño de nosotros no puede ser un hombre" -dijo. Parece que los
toltecas llaman "dueño" al "molde del hombre". Todas las
cosas -plantas, animales y seres humanos- tienen un "molde". El
"molde del hombre" es el mismo para todos los seres humanos. Mi molde
y el suyo-continuó explicando- es el mismo, pero en cada uno se manifiesta y
actúa en forma distinta según sea el desenvolvimiento de la persona".
A
partir de las palabras de Castaneda, interpretamos que el "molde
humano" es lo que nos reúne, lo que unifica la fuerza de la vida. La
"forma humana", en cambio, sería aquello que impide que veamos el
molde. Parece que mientras no se pierda la "forma humana" sólo somos
capaces de ver los reflejos de esa forma en todo lo que percibimos. A esa
"forma humana" no la vemos pero la sentimos
en nuestro cuerpo. Esa "forma" es la que nos hace ser lo que somos y
nos impide cambiar.
En The Second Ring of Power la Gorda lo instruye a Castaneda acerca del
"molde humano" y la "forma humana". En ese libro, el
"molde" se describe como una entidad luminosa y Castaneda recuerda que
don Juan, lo describió como "la fuente y el origen del hombre ". La
Gorda, pensando en don Juan recuerda que éste le dijo que "si llegamos a
tener suficiente poder personal podremos vislumbrar el molde aunque no seamos
brujos; y que cuando esto ocurra diremos que hemos visto a Dios. Me dijo que si
lo llamamos Dios, sería acertado porque el molde es Dios".
"Videntes-continuó
Castaneda- son aquellos seres capaces de ver al ser humano como un huevo
luminoso. Dentro de esa esfera de luz está la vela encendida. Si el vidente ve
que la vela está chiquitita, por más fuerte que la persona parezca, significa
que ya está terminada".
Castaneda
nos había dicho antes que los toltecas nunca mueren porque ser tolteca implica
haber perdido la forma humana. Sólo en ese momento
lo
comprendimos: si el tolteca ha perdido la forma humana, no hay nada que el águila
pueda devorar. No nos quedaba duda tampoco de que los conceptos "dueño"
del hombre y "molde" del hombre, así como la imagen del águila se
referían a una misma entidad o estaban íntimamente relacionados.
Varias
horas más tarde, sentados ante unas hamburguesas, en una cafetería del
boulevard Westwood y otra calle cuyo nombre no recuerdo, Castaneda nos refirió
su experiencia al perder la "forma humana". Según dijo, su
experiencia no fue tan fuerte como la de la Gorda, quien tuvo síntomas
similares a los de un ataque cardíaco. "En mi caso, -dijo Castaneda- se
produjo un simple fenómeno de hiperventilación. En ese preciso momento sentí
una gran presión: una corriente de energía entró por la cabeza, atravesó el
pecho y el estómago y siguió por las piernas hasta desaparecer por el pie
izquierdo. Eso fue todo.
"Para asegurarme -continuo- fui al médico, pero no me encontró nada.
Solamente me sugirió que respirara en una bolsa de papel para disminuir la
cantidad de oxígeno y contrarrestar el fenómeno de hiperventilación".
"Pero a esta recapitulación -agregó Castaneda cambiando de tono y
postura- hay que ponerle `salsa'. La característica de don Juan y sus
`compinches' es que son livianos. Don Juan me curó a mí de ser pesado. El no
es solemne, nada ceremonioso." Dentro de la seriedad de la tarea que todos
ellos realizan hay siempre cabida para el humor.
Quedamos
en silencio un rato; finalmente lo rompí para preguntarle acerca de doña
soledad. Le dije que ella me
había impresionado como una figura grotesca; como una bruja, verdaderamente.
"Doña Soledad es india -me contestó. La historia de su transformación es
algo increíble. Puso tal voluntad en su transformación que al final lo logró.
En este esfuerzo desarrolló su voluntad a tal extremo que como consecuencia
desarrolló también demasiado orgullo personal. Precisamente por esto es que no
creo que ella pueda pasar de puntillas por el costado izquierdo del águila. De
cualquier modo, ¡es fantástico lo que fue capaz de hacer consigo misma! No sé
si Uds. recuerdan quién era ella..: Ella era la `Manuelita', la `mamacita' de
Pablito. Siempre lavando, planchando y fregando...; ofreciendo `comidita' a unos
y otros."
Al referirnos esto, Castaneda imitaba en gestos y movimientos a una viejecita
muy pobrecita. "Hay que verla ahora -siguió-. Doña Soledad es una mujer
fuerte y joven. ¡Ahora hay que temerle!
"La
`recapitulación' le llevó a doña Soledad siete años de su vida. Se metió en
un hueco y de allí no salió. Se quedó ahí metida hasta que terminó con
todo. En siete años no hizo más que eso. Aunque no pueda pasar junto al águila
-dijo Castaneda Ileno de admiración-, nuncca más volverá a ser la pobrecita de
antes."
Tras
una pausa, Castaneda nos recordó que don Juan y don Genaro ya no estaban con
ellos.
"Ahora ya todo es distinto" -expresó Castaneda nostálgico.
Don Juan y don Genaro no están. La señora Tolteca está con nosotros. Ella nos
pide tareas. La Gorda y yo hacemos la tarea juntos. También los otros tienen
tareas que cumplir; tareas distintas, en lugares también distintos.
"Según don Juan, las mujeres tienen más talento que los hombres. Las
mujeres son más susceptibles. En la vida, además, ellas se gastan menos y se
cansan menos que los hombres.
"Por esto es que don Juan me ha dejado ahora en manos de una mujer. Me ha
dejado en las manos del otro lado de la unidad hombre-mujer. Más aun, me ha
dejado en manos de las mujeres: de las hermanitas y la Gorda '.
La mujer que ahora le enseña no tiene nombre. Ella es, simplemente, la mujer
Tolteca.
"La Sra. Tolteca es la que ahora me enseña. Ella es responsable de todo.
Todos los otros, la Gorda y yo somos nada".
Quisimos saber si ella sabía que iba a encontrarse con nosotros así como de
sus otros planes.
"La Sra. Tolteca lo sabe todo. Ella me mandó a Los Angeles para que
conversara con Ud. -nos respondió dirigiéndose a mi-. Ella sabe de mis
proyectos, y que voy a Nueva York".
Quisimos
también saber cómo era ella. "¿Es joven? ¿Es vieja?" -le
preguntamos.
"La Sra. Tolteca es una mujer muy fuerte. Sus músculos se mueven de una
manera muy peculiar. Es vieja, pero una de esas viejas que lucen así a fuerza
de maquillaje".
Nada
de lo que Castaneda dijo esa tarde fue casual. Los distintos trozos de información
que él proporcionó apuntaron a crear una determinada
impresión en nosotros. En esta intención de Castaneda no había nada equívoco;
al contrario, su interés fue transmitir la verdad esencial de la enseñanza en
que están envueltos.
"Yo no tengo más libertad -siguió- que la de ser impecable porque sólo
si soy impecable cambio mi destino; es decir, me voy de puntillas por el costado
izquierdo del águila. Si no soy impecable, no cambio mi destino y el águila me
devora.
"El Nagual Juan Matus es un hombre libre. El es libre cumpliendo con su
destino. ¿Me comprenden Uds.? No sé si entienden lo que quiero decir"
-preguntó preocupado.
"¡Claro que lo entendemos! -replicamos con vehemencia. Tanto en esto último
como en muchas otras cosas que Ud. nos ha referido hasta ahora encontramos gran
similitud con que sentimos y vivimos diariamente".
"Don Juan es un hombre libre -continuó-. EI busca la libertad, su espíritu
la busca.
Don Juan está libre de ese prejuicio básico; el prejuicio perceptivo que no
nos deja ver la realidad".
Lo importante de todo eso que veníamos hablando reside en la posibilidad de
desbaratar el círculo de las rutinas. Don Juan le hacía hacer numerosos
ejercicios para que tomara conciencia de sus rutinas. Entre ellos está el de
"caminar en la oscuridad" y la "marcha de poder".
¿Cómo
romper ese círculo de las rutinas? ¿Cómo quebrar ese arco perceptivo que nos
une a esa visión ordinaria de la realidad? Esa visión ordinaria que nuestras
rutinas contribuyen a fijar es, precisamente; lo que Castaneda denomina "la
atención del tonal" o "el primer anillo de la atención".
"Romper ese arco perceptivo no es tarea fácil; puede demorar años. La
dificultad conmigo -afirmó riendo- es que soy muy testarudo. A las malas fui
haciendo las cosas. Por esto es que, en mi caso, don Juan tuvo que usar
drogas... y así es como quedé... ¡Con el hígado en la acequia!
"En
la línea del no-hacer se logra desbaratar las rutinas y tomar conciencia"
-explicó Castaneda. Al decir esto se levanntó y comenzó a caminar hacia atrás
mientras nos recordaba una técnica que don Juan le había enseñado: la de
caminar hacia atrás con la ayuda de un espejo. Castaneda siguió refiriéndonos
que para facilitarse la tarea ideó un artefacto de metal (como un aro que a
modo de corona se sostenía en la cabeza) en el cual había fijado el espejo. De
esa manera, pudo practicar el ejercicio y tener libres las manos. Otros ejemplos
de técnicas del no-hacer serían la de ponerse el cinturón al revés y la de
llevar los zapatos cambiados. Todas estas técnicas. tienen como objetivo
hacerlo a uno consciente de lo que en cada momento se está haciendo.
"Desbaratar las ruti
nas -dijo- es el modo que tenemos de darle al cuerpo sensaciones nuevas. El
cuerpo conoce...' .
Seguidamente Castaneda nos refirió algunos de los juegos que los jóvenes
toltecas practican durante horas. "Son juegos de no-hacer -explico-. Juegos
en los que no hay reglas fijas sino que éstas se van creando a medida que se
juega".
Las
técnicas y juegos de no hacer desarrollan la atención. Se puede decir que son
ejercicios de concentración puesto que obligan a los que los practican a estar
plenamente conscientes de lo que hacen. Castaneda comentó que la senectud
consistiría en haber quedado encerrado en el círculo perfecto de las rutinas.
Una
manera de enseñar de la señora Tolteca es ponernos en situaciones. Creo que es
la mejor manera porque al ponernos
en situaciones descubrimos que no somos nada. El otro camino es el del amor
propio, el del orgullo personal. Por este último camino nos vamos transformando
en detectives,
siempre atentos a todo lo que nos puede pasar y ofender. ¿Detectives? ¡Sí!
Nos lo pasamos buscando evidencias de si nos quieren o no nos quieren. Así
centrados en nuestro ego no hacemos otra cosa que fortalecerlo. Según la mujer
Tolteca, lo mejor es empezar considerando que nadie nos quiere".
Castaneda
nos dijo que para don Juan, el orgullo personal semeja a un monstruo de 3.000
cabezas. "Uno destruye y abate cabezas pero siempre otras se levantan... ¡Es
que uno tiene todos los trucos!" exclamó. Con los trucos parece que nos
auto engañamos creyendo que somos alguien.
Le
recordé, entonces, la imagen de cazar las debilidades "como se recogen los
conejos de una trampa", que aparece en su libro. "Sí -me respondió-,
hay que estar constantemente en acecho".
Cambiando de posición, Castaneda comenzó a hacernos la historia de los tres últimos
años.
"Una de las tantas tareas fue la de cocinero en esas cafeterías de rutas.
La Gorda me acompañó ese año como mesera. ¡¡Más de un año anduvimos por
allí como Joe Córdoba y su Sra.!!
"Mi nombre completo era José Luis Córdoba, para servirlos-dijo haciendo
una profunda reverencia-. Sin embargo, todos me conocían como Joe Córdoba."
Por
mucho tiempo buscaron trabajo, hasta que al final lo encontraron en una cafetería
de ruta. "En ese tipo de establecimiento se empieza muy temprano en la mañana.
A las cinco hay que estar ya trabajando". Castaneda nos contó,.riendo, que
en esos lugares lo primero que le preguntaría uno es: "¿Sabe Ud. hacer
huevos?" ¿Qué podía ser eso de hacer huevos? Parece que él demoró
bastante tiempo en darse cuenta de lo que querían decirle, hasta que finalmente
descubrió que se trataba de los diversos modos de preparar los huevos para los
desayunos. En los restaurantes o cafeterías para camioneros, esto de
"hacer huevos" es muy importante.
Durante
ese año tuvieron un encuentro significativo. Se trata de la historia de una
muchacha llamada Terry, que llegó a la cafetería en que ellos estaban;
pidiendo trabajo como mesera. Para ese entonces, Joe Córdoba había ganado la
confianza del dueño del establecimiento y era el encargado de contratar y
vigilar a todo el personal. Según Terry les dijo, ella estaba buscando a Carlos
Castaneda. ¿Cómo pudo saber ella que ellos estaban por allí? Castaneda no lo
sabía.
"Esta
muchacha Terry -continuó Castaneda con tristeza y dando a entender que lucía
sucia y desarreglada-, es una de esas "hippies" que toman drogas...
Una vida espan
tosa. ,Pobrecita!"
Más adelante, Castaneda nos diría que, aunque nunca pudo decirle a Terry quién
era él, Joe Córdoba y su Sra. la ayudaron mucho durante los meses que pasó
con ellos. Nos contó que un día vino muy excitada desde la calle diciendo que
acababa de ver a Castaneda en un Cadillac estacionado frente a la cafetería.
"¡Está allí -nos dijo ella gritando-; está en el auto, escribiendo! ¿Estás
segura de que es Castaneda? ¿Cómo puedes estar tan convencida? le dije. Pero
ella siguió: ¡Que sí, que es él, que estoy segura...! Yo, entonces, le sugerí
que fuera hasta el auto y se lo preguntara. Tenia que quitarse esa duda inmensa.
¡Anda! ¡Anda! -insistí. No se animaba a hablarle porque decía que estaba muy
gorda y muy fea. Yo la animé: Pero si estás divina, ¡anda! Al final fue, pero
volvió en seguida hecha un mar de lágrimas". Parece que el hombre del
Cadillac no la había mirado, y la había echado diciéndole que no lo
molestara. "Se imaginan que traté de consolarla -nos dijo Castaneda. -Me
dio tanta pena que casi le dije quien era. 'La Gorda no me dejó; ella me
protegió". Realmente no podía decirle nada porque estaba cumpliendo una
tarea en la cual era Joe Córdoba y no Carlos Castaneda. El no podía
desobedecer.
Según
Castaneda contó, cuando Terry llegó no era buena mesera. Con los meses; sin
embargo, la sacaron buena: limpia y cuidadosa. "La Gorda le dio muchos
consejos a Terry. La cuidamos mucho... Nunca ella se imaginó con quienes estuvo
todo ese tiempo".
Estos
últimos años han pasado momentos de gran privación durante los cuales se los
maltrató y ultrajó. Más de una vez estuvo a punto de decir quién era,
pero... "¡Quién me hubiera creído! -dijo ¡Ade
más, la mujer Tolteca es la que decide"."Ese año continuó hubo .
momentos en que estuvimos reducidos al mínimo: dormíamos en el suelo y comíamos
de una sola cosa".
Al escuchar esto, quisimos que nos explicara el modo de comer que tienen.
Castaneda nos dijo que los toltecas comen un sólo tipo de alimento por vez,
pero que lo hacen más seguido. "Los toltecas comen todo el día"-
comentó en tono casual.
Según Castaneda, la mezcla de alimentos-por ejemplo, comer carne con papas y
verduras-es muy mala para la salud. "Esta mezcla es muy reciente en la vida
de la humanidad -afirmó-. Comer un sólo alimento ayuda a hacer la digestión y
es mejor para el organismo.
"
"Recuerdo
-siguió diciendo Castaneda- que en cierta oportunidad estábamos en casa de un
amigo cuando llegaron los periodistas buscando a Carlos Castaneda. Eran unos
periodistas del New York Times. Cosa de pasar inadvertidos, la Gorda y yo nos
pusimos plantar árboles en el jardín de mi amigo. A la distancia los vimos
entrar y salir de la casa. Entonces fue cuando mi amigo nos gritó y maltrató
muchísimo delante de los periodistas. Parece que a Joe Córdoba y a su Sra. se
los podía gritar sin consecuencias. Ninguno de los que allí estaba presente
salió en nuestra defensa. ¿Quiénes éramos nosotros? ¡Allí, sólo los
pobres y los perros trabajan al sol!
. "Así fue como entre mi amigo y nosotros engañamos a los periodistas.
Por todo lo que Castaneda nos venía diciendo, parece que la tarea de esos años
tuvo que ver con "aprender a sobrevivir en circunstancias adversas", y
con "la experiencia de la discriminación". Esto último, "algo
muy difícil de soportar pero muy informativo" -concluyó con gran calma.
El
objetivo de la tarea consiste en aprender a sustraerse al impacto emocional que
la discriminación provoca. Lo importante es no reaccionar, no enojarse. Si uno
reacciona, se está perdido. "Uno no se ofende con el tigre cuando ataca
explicó-; uno se hace a un lado y lo deja pasar".
"Ese
año, la Gorda y yo lo pasamos trabajando muy duro y sufriendo grandes
privaciones. Muchas veces no teníamos nada para comer. Lo peor fue que no podíamos
quejarnos ni teníamos el apoyo del grupo. En esa tarea estuvimos solos y no
pudimos escapar. De cualquier modo, aunque hubiésemos podido decir quiénes éramos
nadie nos habría creído. La tarea es siempre total.
"Verdaderamente, yo soy Joe Córdoba -continuó Castaneda acompañando sus
palabras con todo su cuerpo-; y esto es muy lindo porque ya no se puede caer más.
Ya he llegado a todo lo bajo que se puede llegar. Eso es todo lo que soy".
Con estas últimas palabras tocó el suelo con las manos.
"Como
les dije antes, cada uno de nosotros tiene tareas distintas que cumplir. Los
Genaros son muy listos; Benigno está ahora en Chiapas y le va muy bien. Tiene
un grupo de música. Benigno posee a maravillas el don de imitar; imita a Tom
Jones y a muchos más. Pablito es el mismo de siempre; es muy flojo. Benigno es
el que hace los ruidos y Pablito los festeja. Benigno es el que trabaja y
Pablito recoge los aplausos.
"Ahora
-dijo a modo de conclusión- todos hemos teerminado las tareas que veníamos
haciendo y estamos preparándonos para tareas nuevas. La señora Tolteca es la
que nos manda".
La historia de Joe Córdoba y su Sra. nos había impresionado mucho. Se trataba
de una experiencia muy distinta a las de sus libros. Teníamos interés en saber
si había escrito o estaba escribiendo algo acerca de Joe Córdoba.
"Acabo
de entregar un nuevo manuscrito a mi agente, -nos respondió Castaneda-. En este
manuscrito, la señora Tolteca es la que enseña. No podía ser de otra
manera... Su título es posible que sea El acecho y el arte de estar
en el mundo. Allí está toda su enseñanza. Ella es la responsable de
este manuscrito. Una mujer tenía que ser la que enseñase acerca del arte del
acecho. Las mujeres lo conocen bien porque han vivido siempre con el enemigo; es
decir, siempre han andado ¡de puntillas! en un mundo masculino. Precisamente
por eso, porque las mujeres tienen una larga experiencia en este arte, la señora
Tolteca es la que tiene que dar los principios del acecho.
Volviendo
a la señora Tolteca y a su modalidad, Castaneda nos dijo que ella era muy
diferente a don Juan. "Ella a mí no me quiere -insistió-; a la Gorda, en
cambio, ¡sí que la quiere! A la mujer Tolteca no se le puede preguntar nada.
Antes de que uno le hable, ella ya sabe lo que tiene que decir. Además, hay que
temerle; cuando se enoja, pega" concluyó haciendo muchos gestos que
indicaban su temor.
Quedamos
un rato en silencio. El sol había bajado y sus rayos nos llegaban por entre los
troncos de los árboles. Sentí un
poco de fresco. Calculo que serían alrededor de las siete de la tarde.
Castaneda pareció también tomar conciencia de la hora. "Es tarde ya -nos
dijo- ¿Qué les parece si vamos a comer algo? ¿Los invito?"
Nos levantamos y comenzamos a caminar. Por una de esas ironías Castaneda cargó
por un trecho con mis notas y sus libros. Lo mejor era dejar todo en el auto. Así
lo hicimos. Libres de bultos, caminamos unas cuantas cuadras en animada
conversación.
Todo lo que ellos han logrado requiere años de preparación y práctica. Un
ejemplo es el ejercicio del sueño, "Eso que parece una tontería -afirmó
Castaneda enfático-, es muy difícil de lograr".
El
ejercicio consiste en aprender a soñar a voluntad y en forma sistemática. Se
empieza por soñar con una mano que entra al campo visual del soñador. Luego,
se ve todo el brazo. Se continúa en forma progresiva hasta poder verse a uno
mismo en el sueño. La otra etapa consiste en aprender a usar los sueños. Es
decir, una vez que se' ha logrado controlarlos, hay que aprender a actuar en
ellos. "Así, por ejemplo -dijo Castaneda-, se sueña con uno mismo que se
sale del cuerpo y que abre la puerta y sale a la calle. La calle es, entonces,
¡algo inaudito! Algo en uno se sale de uno; algo que se logra a voluntad".
Según Castaneda, el soñar no toma tiempo. Es decir, el soñar no ocurre en el
tiempo de nuestros relojes. El tiempo del sueño es algo muy compacto
. La mujer Tolteca -continuó Castaneda- dice que el soñar ocurre en el tiempo
de P.
¿Por qué? Yo no lo sé. Así es como ella dice".
Castaneda
nos dio a entender que en sueños se produce un inmenso desgaste físico.
"En sueños, se puede vivir mucho -dijo-, pero el cuerpo se resiente. Mi
cuerpo lo siente mucho... Después queda como una torpeza de años".
Varias veces, al tocar este tema del sueño, Castaneda diría que lo que ellos
hacen en sueños tiene un valor pragmático. En Relatos de poder, se lee
que las experiencias de los sueños y las de la vigilia "adquirían la
misma valencia pragmática", y que para los brujos "los criterios para
diferenciar entre sueño y vigilia se hacían inoperantes ".
Eso de las salidas o viajes fuera del cuerpo físico despertó agudamente
nuestro interés, y quisimos saber más sobre esas experiencias.
Nos
respondió aclarando que cada uno de ellos ha logrado experiencias distintas.
"La Gorda y yo, por ejemplo, nos vamos juntos. Ella me toma del antebrazo
y... nos vamos".
Nos explicó también que el grupo tiene viajes comunales. Todos están en
constante entrenamiento cuyo objetivo sería ¡Ilegar a ser testigos!
"Llegar a ser testigos significa-afirmó Castaneda- que ya no se puede
juzgar nada: Es decir, se trata de un ver eterno que equivale a no tener
más prejuicios".
Josefina parece tener grandes habilidades para estos viajes en el cuerpo de sueño.
Ella se lo quiere llevar y lo tienta contándole maravillas. La Gorda es la que
siempre lo salva.
"Josefina
tiene gran facilidad para romper ese arco de la reflexibilidad. Ella es loca, ¡loquita!
-exclamó-. Josefina vuela muy lejos, pero no quiere irse sola y siempre vuelve.
Vuelve y me busca... ¡Me da reportajes que son de maravilla!"
Según Castaneda, Josefina es un ser que en este mundo no puede funcionar.
"Aquí -dijo habría terminado internada en alguna institución".
Josefina
es un ser "sin ataduras" a lo concreto; ella es etérea. "En
cualquier momento puede irse definitivamente". La Gorda y él son, en
cambio, mucho más cautelosos en sus vuelos. La Gorda, particularmente,
representa la estabilidad y el equilibrio que en alguna medida a él le falta.
Después
de una pausa, le recordé esa visión del domo inmenso que en The Second Ring
of Power se presenta como el Jugar del encuentro y donde don Juan y don
Genaro estarían esperándolos.
"La Gorda también tiene esa visión -comentó pensativo-. Eso que vemos no
es un horizonte terrestre. Es algo muy llano y árido en cuyo horizonte vemos
levantarse como un arco inmenso que todo lo cubre y que avanza hasta Ilegar al
cenit. En ese punto del cenit, se ve una gran luminosidad. Diría que es algo así
como una cúpula que emite una luz de color ámbar".
Procuramos presionarlo con preguntas para que nos diera más información sobre
esa cúpula."¿Qué es? ¿Dónde está?" -inquirimos.
Castaneda nos respondió que por el tamaño de lo que ven, puede ser un planeta.
En el cenit -agrego- hay como un gran viento".
"Según la mujer Tolteca -nos confió Castaneda-, esas visiones son
aberraciones mías. ElIa piensa que ése es mi modo inconsciente de paralizar
las acciones; es decir, la manera que tengo de decir que no quiero irme del
mundo. La mujer Tolteca dice también que con mi actitud estoy deteniéndola a
la Gorda en sus posibilidades de un vuelo más fecundo o más productivo".
Don Juan y don Genaro eran grandes soñadores. Tenían un control absoluto del
arte. "Me asusta -exclamó de pronto Castaneda llevándose la mana hacia la
frente- el hecho de que nadie note que don Juan es un soñador inaudito. Lo
mismo se puede decir de don Genaro. Don Genaro, por ejemplo, es capaz de llevar
su cuerpo de sueño a la vida de todos los días".
El gran control de don Juan y don Genaro se evidencia en ese no ser notados o
pasa inadvertidos. "Todo lo que ellos hacen -continuó con entusiasmo- es
digno de elogio. De don Juan, admiro intensamente su gran control, como postura
y serenidad.
"De don Juan, jamás se podrá decir que es un viejo senil.
En
la entrevista con Sam Keen, Castaneda dice que cierta vez don Juan le preguntó
si pensaba que los dos eran iguales. Aunque él realmente no pensaba que lo
fueran, en un tono condescendiente le dijo que sí. Don Juan lo escuchó pero no
aceptó su veredicto. "No creo que lo seamos -le dijo-, porque yo soy
cazador y un guerrero y tú no eres más. que un `pimp'. Yo estoy dispuesto en
cualquier momento a ofrecer la recapitulación de mi vida. Tu pequeño mundo
lleno de tristezas e indecisiones no puede ser nunca igual al mío.
En
todo lo que Castaneda nos había contado se pueden encontrar paralelismos con
otras corrientes y tradiciones del pensa
miento místico. En sus mismos libros se citan autores y obras de la antigüedad
y del presente. Le recordé que, entre otros, se hace referencia a El libro
egipcio de los muertos, al Tractatus de Wittgenstein, a poetas españoles
como San Juan de la Cruz y Juan Ramón Jiménez, y a escritores latinoamericanos
como el peruano César Vallejo.
"Sí
-respondió-, en mi auto siempre hay libross, muchos libros. Cosas que me mandan
unos y otros. Le solía leer trozos de esos libros a don Juan... A él le gusta
la poesía. ¡Claro es que sólo le gustan las cuatro primeras líneas! Según
él, lo que sigue es una idiotez. Dice que después de la primera estrofa se
pierde la fuerza, que es pura repetición".
Uno
de nosotros le preguntó si había leído o si conocía las técnicas yogas y
las descripciones de los distintos planos de la realidad que ofrecen los libros
sagrados de la India.
"Todo
eso es maravilloso -dijo-. He tenido, además, relaciones bastante estrechas con
gente que trabaja en la Hatha Yoga".
Muchas veces durante esa tarde había Castaneda de insistir en que él no era más
que un "simple puente con el mundo". Todo el conocimiento de los
libros le pertenece a la na
ción tolteca.
Ante
su insistencia, no pude menos que reaccionar y decirle que la labor de
compaginar el material de las notas en libros coherentes y bien organizados no
dejaba de ser inmensa y difícil.
"No -respondió Castaneda-. Yo no tengo ningún trabajo. Mi tarea consiste,
simplemente, en copiar la página que se me da en sueños".
Según
Castaneda no se puede crear nada de la nada. Pretender crear así es un absurdo.
Para explicarnos esto, trajo a colación un episodio de la vida de su padre.
"Mi padre -dijo- decidió que iba a ser un gran escritor. Con ese propósito,
resolvió arreglar su escritorio. El necesitaba tener un escritorio que fuera
perfecto. Había que tener en cuenta hasta el mínimo detalle, desde la decoración
de las paredes al tipo de luz de su mesa de trabajo. Una vez que la habitación
estuvo lista, pasó mucho tiempo buscando el escritorio adecuado a su empresa.
El escritorio tenía que ser de determinada medida, madera, color, etc. Otro
tanto ocurrió con la elección de la silla sobre la que se sentaría. Después
tuvo que seleccionar la cubierta adecuada para no arruinar la madera de su
escritorio. La cubierta podía ser de plástico, de vidrio, de cuero, de cartón...
Sobre esa cubierta mi padre iba a apoyar el papel en el que escribiría su obra
maestra. Así, sentado en su silla frente al papel en blanco no supo qué
escribir. Ese es mi papá. El quiere empezar escribiendo la frase perfecta.
Claro..., así no se puede escribir. Uno es siempre un instrumento, un
intermediario. Yo veo cada página en sueños, y el éxito de cada una de esas páginas
depende del grado de fidelidad con que yo soy capaz de copiar ese modelo del sueño.
Quedé
muy sorprendida al conocer todos los inconvenientes que había tenido hasta dar
conmigo. Parece que una vez que tuvo mi carta en la mano, él debía tratar de
agotar todos los medios. En su universo mágico se da mucha importancia a las señales.
"Aquí en Los Angeles -continuó Castaneda casualmente tengo un amigo que
me escribe mucho. Cada vez que vengo leo todas sus cartas, una tras otra como si
se tratara de un diario: Cierta vez, entre esas cartas me topé con otra que sin
darme cuenta abrí. Aunque inmediatamente me di cuenta de que no era de mi
amigo, la leí. El hecho de que estuviera en la pila fue para mí una señal".
Esa
carta lo puso en contacto con dos personas que le refirieron una experiencia muy
interesante. Era de noche y tenían que entrar a la "San Bernardino
Freeway". Sabían que para encontrarla debían continuar por donde iban
hasta el final de la calle. Después tenían que tomar a la izquierda y
continuar hasta dar con la carretera. Así lo hicieron, pero después de unos 20
minutos se dieron cuenta de que se encontraban en un lugar extraño. Esa no era
la ``San Bernardino Freeway". Resolvieron bajar y preguntar; pero nadie los
ayudó. En una de las casas que golpearon se los echó a gritos.
Castaneda
continuó contándonos que los dos amigos desandaron el camino hasta llegar a
una estación de servicio donde pidieron indicaciones. Allí se les dijo lo
mismo que ya sabían. Volvieron, así, a repetir los mismos pasos y sin
inconveniente alguno llegaron a la carretera Castaneda se encontró con ellos.
De los dos, parece que sólo uno está interesado verda
deramente por entender el misterio.
"En
la tierra -dijo a modo de explicación- hay lugares, sitios especiales o
aperturas, por los que se entra y se pasa a otra cosa". Aquí se detuvo y
se ofreció a llevarnos. "Es aquí cerca... En Los Angeles... ¿Si quieren
los llevo" -dijo.
"La tierra es algo vivo. Esos lugares son las entradas por donde la tierra
periódicamente recibe fuerza o energía del cosmos. Esa energía es la que el
guerrero debe almacenar. Tal vez, si, soy rigurosamente impecable, pueda llegar
junto al águila. ¡Siquiera!
"Cada 18 días cae una ola de energía sobre la tierra. Cuenten Uds. -nos
sugirió- a partir del tres de agosto próximo. Podrán percibirla. Esta ola de
energía tiende ser o no ser fuerte; depende. Cuando la tierra recibe olas muy
grandes de energía, no importa dónde uno esté, ella siempre nos
alcanza". Frente a la magnitud de esa fuerza, la tierra es pequeña y la
energía llega a todos lados."
Estábamos
aún conversando animadamente cuando se aproximó la camarera y en tono cortante
nos preguntó si nos íbamos a servir algo más. Como nadie quería postre ni
café, no tuvimos más remedio que levantarnos. Ni bien la camarera se alejó,
Castaneda comentó: "Parece que nos están echando...' .
Sí,
nos estaban echando y, tal vez, con razón. Era tarde... Con sorpresa
comprobamos lo avanzado de la hora. Nos levantamos y salimos a la avenida.
Era
de noche, la calle y la gente tenía aspecto de feria.
Mientras caminábamos de vuelta rumbo al "campus' Castaneda habló de un
proyectado viaje a la Argentina.
"Allí se cierra un ciclo-nos dijo-. Volver a la Argentina ~ muy
importante para mí. No se aún cuándo pueda hacerlo, pero iré. Por ahora
tengo cosas que hacer aquí. Recién en agosto se cumplen tres años de tareas,
y es posible que entonces pueda ir".
Esa tarde, Castaneda no habló bastante de Buenos Aires, de sus calles, barrios
y clubes deportivos. Recordó con nostalgia la calle Florida con sus tiendas
elegantes y la multitud ambulante. Se acordaba aún con precisión de la famosa;
calle de los cines. "La calle Lavalle" -dijo haciendo memoria.
Castaneda
vivió en Buenos Aires durante su infancia. Parece que estuvo internado en un
colegio céntrico. De esa época recordó con tristeza que le habían dicho que
él e "más ancho que alto''; palabras que cuando se es niño duelen mucho.
"Siempre miraba con envidia-comentó esos argentinos tan altos buenos
mozos."
"Uds.
saben que en Buen Aires siempre hay que ser de algún club-continuó Castaneda-.
Yo era de Chacarita. Ser de River Plate no tiene gracia ¿Verdad? Chacarita, en
cambio, siempre es uno de los últimos".
En
esos tiempos, Chacarita siempre salía último. Fue conmovedor verlo
identificado con los que pierden, con
los "de abajo"..
Castaneda nos dio a entender que no ha viajado mucho' por América latina, si se
excluye México. "Últimamente sólo he estado en Venezuela -dijo-. Como ya
les dije, tengo que ir a Argentina pronto. Allí se cierra un ciclo. Después me
puedo ir. Bueno..., la verdad es que no sé si me quiero ir todavía". Sus
últimas palabras las dijo sonriendo. ¿Quién no tiene ataduras?
Por Europa ha viajado varias veces por asuntos relacionados a sus libros.
"En 1973, sin embargo, don Juan me mandó a Italia-afirmó-: Mi tarea
consistía en ir a Roma y obtener una audiencia con el Papa. No pretendía que
obtuviese una audiencia privada sino una de esas audiencias que se otorgan a
grupos de personas. Todo lo que tenía que
hacer en la entrevista era besarle la mano al Sumo Pontífice".
Castaneda
hizo todo tal cual don Juan se lo había pedido. Fue a Italia, llegó a Roma y
pidió la audiencia. "Era una de esas audiencias de los miércoles, después
de que el Papa oficia una misa pública en la Plaza de San Pedro. Hasta que me
otorgaron la audiencia pero... no pude ir-dijo-. No llegué ni a la
puerta".
Esa
tarde, Castaneda se refirió varias veces a su familia y a su educación y
formación típicamente liberales y francamente anticlerical. En The Second Ring
of Power, Castaneda también hace referencia a la herencia anticlerical que
recibió. Don Juan, que no parece justificar todos sus prejuicios y luchas
contra la Iglesia Católica, le dice: "Vencer las tonterías de nosotros
mismos requiere todo nuestro tiempo y energía. Esto es lo único que importa.
Lo demás carece de consecuencias. Nada de lo que tu abuelo y tu padre han dicho
de la Iglesia, los ha hecho felices. Ser un guerrero impecable, por otro lado,
te dará fuerza, juventud y poder. Es así que lo apropiado para ti es saber
elegir.
Castaneda
no teorizó sobre estos temas. Con respecto a la disyuntiva
"clericalismo-anticlericalismo" sólo quiso transmitirnos una enseñanza
con el ejemplo de su experiencia. Es decir, nos dio a entender que es muy difícil
romper los esquemas que se han formado en la juventud.
"Entonces
-le pregunté pensando en la tarea que le hhabía encargado don Juan-, ¿tendrá
Ud. que volver a Italia?".
"¡Oh! ¡No! Ya no hace falta -me respondió-. De todo eso ha pasado mucho
tiempo".
Con
respecto a Europa, la impresión de Castaneda fue terminante. "Allí no hay
nada -insistió-. Europa está terminada; todo está muerto. Uno puede notar eso
hasta en el paisaje. ¡Los Alpes no tienen nada que ver con Colorado! A Europa
le falta la fuerza que a América le sobra".
Con
respecto a Italia, fue particularmente contundente. "El paisaje es de
miniatura. Allí todo está arregladito y muy civilizado. Una lomita por aquí,
una casita por allá. ¡No hay fuerza! En Italia, o se es comunista o se es católico.
No hay otra cosa".
Sus palabras nos hicieron comprender que en Europa no hay sino ideologías
viejas, dicotomías de otras épocas. Castaneda, en cambio, se mueve en un plano
muy diferente al de la política o las religiones. En su universo, los modos
tradicionales de ver y juzgar no tienen cabida.
Justo
antes de entrar al "campus", Castaneda se volvió, y tomándome el
antebrazo y las manos me dijo, "Señora, no sabe
cuánto le agradezco qué Ud. me haya presentado a sus amigos". Sus
palabras fueron muy intensas y me emocionaron. Cabe indicar que me agradeció el
hecho de que me hubiera portado bien como intermediaria, como puente entre mis
amigos y él.
Cuando llegamos al "parking lot", nos saludamos amablemente y nos
separamos. Castaneda caminó hacia la esquina y desapareció tras los altos
arbustos de la calle. Serían cerca de las once de la noche. Subimos al coche y
emprendimos el viaje de regreso. Las dos horas resultaron cortas. Habíamos
quedado muy impresionados y nos faltó tiempo para decirnos todo lo, que el
encuentro de esa tarde había suscitado en nosotros.
La
memoria de esa tarde, ha quedado como un cuadro claramente delineado en el cual
la fascinante figura de Castaneda ocupa todo el espacio. Todas las fantasmagorías
y prodigios -al decir de Octavio Paz-, sus libros que yo tantas veces había
puesto en duda y que con cierto disgusto había considerado como un innecesario
despliegue de lo fenoménico, después de conocerlo a Castaneda se hicieron
perfectamente creíbles y posibles.
Más
allá de la facticidad de los hechos que narró, se descubre la verdad esencial
de sus afirmaciones. Después de todo... ¿Qué hay más difícil que freír
hamburguesas todo el día como Joe Córdoba con los ojos llenos de humo?
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