En las oscuras calles de Potrebia (Brythunia), Conan defendió a una mujer que aparentemente
era atacada por tres asaltantes, con los rostros cubiertos con máscaras
de hueso. La mujer vestía una túnica oscura que le cubría
todo el cuerpo, y su única defensa eran cinco afilados dedales metálicos
en cada mano. Uno de los asaltantes cayó víctima de la espada
de Conan y los dedos mortíferos de Welyn; los otros dos huyeron.
Llegaron los Guardias Nocturnos de la ciudad, y Conan
ayudó a Welyn a levantarse del suelo, y entonces notó el
pestilente olor que emanaba de debajo de su túnica. El cimmerio
había pensado que provenía de la basura esparcida por los
callejones. Los Guardias les gritaron que se alejaran de la ciudad y les
prohibieron regresar, ya que Welyn estaba inefstada por la plaga, y había
contagiado al bárbaro con el contacto. Sin ninguna alternativa,
Conan la acompañó hasta su humilde choza, en las afueras
de Potrebia. En el camino, el cimmerio se sorprendió al ver cómo
la mujer se retorcía de dolor, causado aparentemente por la enfermedad.
Ya en la choza, Welyn reveló al cimmerio que era
una hechicera, y entre los objetos mágicos que poseía, había
un trozo del Amuleto de Tolometh, parecido a los que el joven había
visto en los meses anteriores en manos del hechicero Ixastophanis, después
de rescatarlo junto a su compañero de aventuras Honir de Aesgaard, el Picto Moru, y otros hechiceros
y aventureros que había conocido recientemente. Poseía además
un muñeco que imitaba el cuerpo de Conan, con el cual podía
causarle intensos dolores. La hechicera le mostró también
su cuerpo debajo de la túnica. El fétido olor no provenía
del cuerpo tatuado de la bella mujer, ni de la plaga que supuestamente la
infestaba; sino de tres pequeños demonios que habían sido
puestos sobre ella con una maldición del Alto Sacerdote de Tolometh,
dios del Abismo, para que la torturaran constantemente.
El único antídoto que la podía liberar
de los demonios se encontraba en el Altar de Tolometh. Conan lo robó
para Welyn, pero en el interior del cofre que lo contenía encontró
un cuarto demonio que se lanzó sobre el bárbaro y empezó
a moderle la espalda. Conan llevó el cofre a la hechcera, y corrió
hasta Potrebia, abalanzándose sobre los guardias, que para el demonio
representaron una presa más fácil que el guerrero. Una vez
liberado, Conan se dirigió hacia el Sur, sabiendo que más adelante
su camino volvería a cruzar con el de Welyn.
Conan decidió atravesar la frontera con Zamora,
pero antes de poder hacerlo encontraría a una bella aldeana llamada
Gudrun, cuyos encantos lo retendrían
por un tiempo en la granja de su familia.
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