En su viaje de regreso desde la lejana Vendhya, Conan era perseguido por
lobos blancos salvajes, entre las nieves de las montañas, cuando
casualmente encontró al gigante Hanar parcialmente sepultado en
el hielo. Con el brazo que tenía libre, el enorme guerrero ayudó
al cimmerio a defenderse de los lobos.
El gigante de la barba roja ofreció a Copnan un tesoro si lo ayudaba
a salir del hielo y a rescatar a su amada, la princesa Ilse de cabellos
dorados, que había sido capturada muchos siglos atrás por
el Rey yeti, que habitaba en la montaña más alta, llamada
"la Cima del Mundo". Tal era la belleza de Ilse, que un anciano mago había
puesto un encantamiento sobre ella para que viviera por la eternidad. Lo
mismo había hecho con Hanar, para que el gigante la protegiera hasta
el fin de los tiempos. Pero el Rey Yeti había enviado a sus siervos
una noche a secuestrar a la princesa, y desde entonces permanecía
cautiva de él. Hanar había recorrido todas las ciudades olvidadas
del mundo, hasta que un bardo ciego de Khitai le dijo que una hermosa princesa
gigante era cautiva del Rey Yeti en la Cima del Mundo. El gigante viajó
al norte de Vendhya, pero accidentalmente cayó en una brecha del
hielo, para ser sepultado por el glacial.
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Cuando llegaron a la Cima del Mundo, el gigante trepó la montaña
con Conan en su espalda, enterrando los dedos de sus poderosas manos en
el hielo. Al llegar a la cima, encontraron la fortaleza del Rey Yeti custodiada
por una legión de guardias. El propio Rey salió a recibirlos,
y con una enorme ballesta lanzó un pilar de hierro que atravesó
el pecho de Hanar, clavándolo en el hielo. El gigante no murió,
por el encantamiento que lo protegía, pero pidió a Conan
que liberara a la princesa, que era la única que podría desenterrar
el pilar del hielo. Conan trepó los muros del palacio, y descubrió
que los guardias que los habían amenazado no eran otra cosa que
momias vestidas con armadura, muertos muchos siglos atrás. |
Al entrar a los salones del palacio, se enfrentó al ambicioso Rey
Yeti, que lo atacó para proteger el tesoro que era lo único
que quedaba de su reinado. Conan le atravesó el corazón con
su espada, y al hacerlo rompió su armadura, dejando al descubierto
la enorme llave que abría la prisión de la Princesa Ilse.
Una vez liberada, la princesa
ofreció a Conan que recogiera todas las riquezas que pudiera llevarse
del palacio. Ya frente a Hanar, le dijo que ella misma había implorado
al Rey Yeti que enviara a sus súbditos a liberarla, pues estaba
harta del gigante. Reveló también que el conjuro de la inmortalidad
era el castigo que el anciano mago le había impuesto a Hanar.
Cuando Hanar le pidió
remover el pilar que lo sostenía al hielo, Ilse, en vez de obedecerlo,
le cortó las piernas con su gigantesca espada, para que tuviera
que arrastrarse para encontrarla, con lo cual retrasaba aún más
la búsqueda del gigante.
Con Conan a su espalda,
la princesa echó a correr por la montaña, pero también
cayó en una brecha y quedó atrapada. Ayudó al cimmerio
a escapar, segura de que él a su vez la rescataría, pero
de pronto la brecha se cerró, dejando al descubierto sólo
los dedos de la mano de Ilse.
Por un momento Conan consideró
la posibilidad de marcar el lugar para volver luego a rescatar a la princesa,
pero al aparecer los amenazadores lobos blancos, lo pensó mejor
y echó a correr, dejando tras de sí las intrigas y maquinaciones
de los legendarios Gigantes de la Tormenta. |