Bermudas.CF Saga Alfredonius. Bermudas

 

" BERMUDAS"

CUENTO DE CIENCIA FICCIÓN POR

ALFREDO FRANCISCO HUMBERTO

JUILLET FRASCARA.

1993.

SAGA 2 DE ALFREDONIUS

(SAGA 1 FUE LA AVENTURA DEL MAR)

 

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CIENCIA FICCIÓN.

PERSONAJES DE LA OBRA:

LARRY = Salustio Vargas

MOE = Mario Silva

CURLY = Silvestre Gatica

CHEMP = por definir...

ALFREDONIUS = Lorenzo Rivas

ROXANA BURTON

RUDERCINDO QUITASPAJAS

JOPO, MESTIZO

GÓMEZ, MESTIZO

MOGAMBO, NEGRO

 

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CAPITULOS DE ESTA OBRA:

1.- BERMUDAS.

2.- LA LAGUNA GLADYS.

 

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CAPITULO I .

"BERMUDAS ".

- Está helada.- Aprobó Moe.

- ¡ Mm!"- Saboreó Larry.

- Larry, mira: ahí viene CHEMP!"- Informó Curly.

CHEMP, vistiendo camisa hawaiana y bermudas, agitó la mano y dijo: - ¡ Hola , amigos! ¿De vacaciones?

- ¡ Claro! ¿Y tú?"

- Yo , no sé...De repente amanecí en el Hotel Miramar, aquí en Gran Bermudas. La he pasado en grande, porque el Hotel es de 5 estrellas, y la atención y las comidas son de primera."

- ¿No has visto a Don Alfredonius?- Se inquietó Moe, mirando para todos lados.

- No. ¿Estaba con Uds.?

- Claro. Llegamos todos juntos.- Le informó Larry.

- ¿ Y adónde andaban ?- Inquirió CHEMP.

- Secreto profesional.- Respondió Larry.

Pasó un mozo y pidieron nuevos tragos ; uno era para CHEMP. Estaban sentados a una mesa, con sombrilla, a un costado de las piscina del hotel Sheradon.

- ¿Secreto? ¡Conmigo no, pues, amigos! YA saben que pueden confiar en mí !"- Se acaloró CHEMP.

- Estuvimos a muchas millas de acá.- Informó Moe, sorbiendo su Daikiri.

- ¿En Yanquilandia?

- No.- Rió Moe.

En ese momento, se vio venir a Alfredonius, tipo de un metro setenta de estatura, setenta y cinco kilos de peso, cabellos castaños raleando en la frente, tez blanca y de ojos café claros.

- ¡Hola, jóvenes!- Dijo sonriendo y se sentó a la mesa.

Todos los nombrados parecían contar con cuarenta años, en promedio.

- Pueden contarle adónde andábamos.-. Comento Alfredonius.

- En ALESSANDRI.- Bufó Moe.

- "¿Alessandri?"

- Un planeta a muchos parsecs de distancia. En el futuro.- Aclaró Larry.

- Unos tipos de una secta submarina nos cambió el submarino en que viajábamos, por un navío hiper espacial. Viajamos al planeta Bross, en que habían pájaros humanoides, y luego a Alessandri. Allí estuvimos viviendo en una cabaña por muchos años, hasta que llegaron los chilenos a colonizar.- Dijo Moe.

- ¿Chilenos?

- Así es. Bien, ellos nos trajeron de regreso en una nave de carga y pasajeros. Luego tomamos un avión y llegamos acá, de vacaciones.- Informó Larry.

- ¡ Qué me dicen! Yo los hacía de " arréglalo todo" , como antes.- Dijo CHEMP.

- Pues, no. Pero aun podemos hacer de todo.- Rió Larry.

- Don Alfredonius : espero que nuestra estadía acá dure varios días.- Afirmó Moe, preocupado.

- ¡ Por supuesto!- Sonrió el nombrado.

- ¿Por qué apareció CHEMP? Se supone que Larry y Moe trabajaban o con él o conmigo, pero nunca los cuatro a la vez.- Se quejó Curly.

- Alguna vez debía ser la primera. Bueno, voy a ir al grano."- Avisó Alfredonius.

- Se despeja la incógnita.- Sonrió CHEMP.

- Vamos a estar de vacaciones dos meses acá, pero luego necesito vuestra cooperación. - Dijo Alfredonius.

- De regreso a Alessandri?- Inquirió Larry.

- No; allá las cosas son my predecibles: seguirán trabajando, engrandeciéndose hasta reventar ellos, los seguirán sus hijos. Y a nosotros, ¿quiénes? No, no, eso ya está finiquitado. Lo que les traigo es más importante, amigos.- Anunció Alfredonius.

- ¡Ah, el ardor de los viejos tiempos! ¡ Me encanta la aventura!- Dijo CHEMP, tomándose un sorbo de su "Bloody Mary".

- Se descubrió una extraña estrella, en 1930, la MWC - 349. Hay un disco de gases calentados al blanco, con un diámetro 20 veces mayor que la estrella central. Se cree que, a 1930, llevaba 1.000 años de edad. Es posible que se estén formando planetas en las áreas más frías del disco de gases.". Dijo Alfredonius.

- ¿Quiere ir?

- ¡Oh, no! ¿Qué haríamos allá? Un horno, y con la nave alejada, o se incendiaría."- Apuróse a decir Alfredonius.

Desde una mesa vecina, se acercó a ellos una joven rubia, de unos treinta años. Les miró, y les dijo:- Perdonen mi impertinencia, caballeros, pero escuché su conversación. Mi nombre es ROXANA BURTON y quisiera proponerles un trato."

- ¡ Asiento, dama!"- Invitó Moe, cediéndole su propia silla, y yendo a buscar otra para sí.

- ¡Gracias! ¿He escuchado bien, de que son Uds., exploradores? Porque aquí, este señor"- E indicó hacia CHEMP.-" ...dijo que le agradaban las aventuras. Y también oí que habían intenciones de ejecutar un viaje espacial..."- Habló la rubia de ojos verdes.

- Tiene Ud. razón, Madame: somos todos unos aventureros. Tenemos muchas aventuras a nuestro haber."- Se ufanó Larry.

Pidieron un cóctel para la dama, que ésta bebió de un sorbo, pasando a decir:-" ¡Así me gusta! ¡ Gente decidida, que no pierde su tiempo detrás del teclado de una computadora bancaria! Tengo una aventura para Uds.: un tramo de dificultad, quizás de peligro, pero luego, un gran tesoro.

"¿ Desean seguir oyendo?"- Inquirió la bella mujer.

- Hable Ud.; de aventuras vivimos."- Replicó Moe, mirando de soslayo a Alfredonius, quien aparecía serio y preocupado.

- ¿ Han oído Uds. del reportero que, junto a unos sabios, descubrió, en Brasil, una meseta en la cual convivían y no ciertamente en paz, animales de la Era Jurásica?- Preguntó la mujer.

- "No ."- Repuso Moe.

- Creo haber escuchado un rumor, pero muy antiguo.- Habló Alfredonius.

-Antiguo es, en efecto. La reunión se efectuó en 1912; en el Queen's Hall de Londres. Se dió allí cuenta del Comité Especial de Investigación enviado a Brasil.

"En esa reunión , los integrantes de la Comisión mostraron un pterodáctilo vivo - en realidad, lo dejaron volar sobre la concurrencia."- Sonrió la bella.

- ¡Atroz!"- Se maravilló Alfredonius.

- Bien, los expedicionarios fueron el profesor Summerlée, el Profesor Jorge Eduardo Challenger, el sportman Lord John Roxton, y el periodista del "Daily Gazette", Eduardo Dunn Malone.

"Yo soy la sobrina nieta de Lord Roxton."- Dijo ella.

- ¡Encantado!"- Dijo CHEMP.

- Gracias. Bien, nadie pudo volver a ir a la meseta aquella. El contacto quedó roto, pues los expedicionarios se negaron a dar el verdadero mapa del lugar."

- ¿Y por qué?-

-" El profesor Challenger les convenció de que la presencia de la civilización moderna arruinaría muy rápidamente el lugar; mataría los especímenes."

- "Muy posible".

- Yo recibí la herencia de mi tío John Roxton hace un mes. Deseo ir, pero debo acompañarme de gente buena, sana, y que no desee abrir la boca , después, y dejar entrar al siglo XX en el santuario al que deseo ir.- Habló ROXANA.

- ¿Y los otros expedicionarios no tienen herederos?"- Quiso saber Larry.

- No tengo idea de nada. Lo único que recibí es un arcón, con las armas usadas en dicha expedición...

"Mi tío abuelo era un coleccionista de armas muy exigente - mi intención es usarlas en la aventura, tal como hicieran ellos."

- O sea, nada de bazucas, granadas, morteros, ametralladoras."- Bufó Moe.

- ¡ Exacto!"- Se alegró ella.

- ¿Cuánto paga?.- Preguntó, brutalmente, Curly.

- Por ahora, nada. Al regreso, habrá mucho dinero para todos.- Dijo ROXANA, y sus ojos brillaban como ascuas.

- O sea, que espera hallar oro."- Se interesó CHEMP.

- Algo así.- Rió Roxana, nerviosamente.

- Pero, los pasajes hacia allá, la estadía en hoteles, el equipo, los porteadores, en fin, ¡ todo el gasto que esto supone! ¿Lo solventará Ud. sin problemas?- Inquirió Larry.

- Evidente. ¿Cómo los voy a contratar, si no?

- Pedimos un anticipo de mil dólares por cabeza.- Pidió Alfredonius.

La joven sacó una chequera de su bolso azul, y firmó los cheques por mil dólares cada uno, entregándolos a cada cual.

- ¡Tomen, señores! Ahora, me dirán Uds. adónde se alojan, para avisarles de cuándo partimos. Iré ahora mismo a recabar los boletos a la Línea Aérea.- Avisó Roxana.

Junto con ella fueron a la suite que ocupaban, para que tomara nota de su dirección. Se fue la joven, poco después.

- ¡Excelente! Todo pagado y con plata en el bolsillo. ¡ Mil dólares! Y se acerca la noche. ¡ Me los farrearé!"- Bufó Moe, y sus amigos dijeron que le acompañarían , excepto Alfredonius, quien se quedó en el Bar del hotel, rumiando sus recuerdos y embriagándose lentamente con una botella de whisky White Label.

Al amanecer Alfredonius se duchó, se vistió y salió a la calle, llevando el anticipo de los mil dólares. Se compró una pistola de grueso calibre y 3 cajas de balas. Volvió al Hotel, viendo a la Srta. Roxana Burton en el salón principal.

- ¡ Buenos días! Hace media hora que espero a sus secuaces, y aún no se presentan.- Dijo ella.

- ¡ No sabrán que Ud. los espera!- Les defendió Alfredonius.

- ¡Cómo no van a saber que no estoy aquí! ¡ Si les he mandado llamar tres veces , con el mozo !"

- ¿ Y para qué los quiere?- Inquirió Alfredonius.

- ¡ Debo decirles algo!"- Bufó la joven.

Subió Alfredonius en el ascensor y entró a la suite. Allí estaban, acicalándose, sus amigos.

- ¡Roxana les está esperando en el recibidor! Y está de mal humor.- " Notificó Alfredonius. Los amigos bajaron y él se puso a admirar su adquisición.

La pistola "HS" estaba engrasada, y un folleto decía cómo limpiarla, cargarla y darle mantención.

Apareció Moe y le dijo:- " Don Alfredonius, la Srta. Burton desea verle."

Bajaron y ella dijo:"- ¡ A Ud. también lo necesitaba!"

- "¡ Pero si Ud. me vio y no me dijo nada, ¿ cómo quiere que yo sepa?"

- ¡Ah, bueno! El asunto es que ya tengo los pasajes comprados para viajar de las Bermudas a Brasil."

- ¡Brasil!"- Dijo Moe, poniéndose a cantar.

- El avión sale hoy a las diecisiete horas. A las dieciséis deben presentarse, con sus equipajes, al vuelo 664. Vía Aérea Varig. Bueno, me voy, no se atrasen, hasta luego."

Y se fue, dejando los boletos en las manos de cada cual.

Pagaron la cuenta del hotel, empacaron y se fueron al Aeropuerto , en donde embarcaron las maletas y se fueron a almorzar.

- La jefa parece que es muy malas pulgas. Como toda esta gente joven.- Se quejó Larry.

- ¡ Muy probable es que ande nerviosa!"- dijo Moe.

- ¡ No me salgas con ésas! Una persona mal genio es mal genio siempre. Eso de los nervios es pura leseras.- Comentó Larry.

- ¡ No me echen a perder la comida, por favor!"- Pidió Alfredonius.

Comieron en silencio. Luego, se sentaron en la Sala de Pasajeros; leyeron revistas , bebieron, fumaron hasta las dieciséis treinta horas, y entonces apareció la bella Roxana.

- ¡Ah, ya habían llegado!"- Saludó.

Subieron al bus, éste los llevó a través de la pista de cemento . Subieron al gran aeroplano y a las diecisiete diez minutos despegó , con gran aparato.

Ya en vuelo, un altavoz dejó oír la voz de un hombre:- "¡ Atención, señores pasajeros; soy el capitán! Volamos rumbo a Río de Janeiro y llegaremos allá en veinte minutos. Se servirá una cena especial, en vuelo, con motivo de ser hoy el día patrio de Brasil."

- ¡ La suertecita!"- Rió Curly.

Poco después, una opípara cena, con vinos y postres deliciosos, fue servida a los cien pasajeros del avión.

Luego, llegaron a la ciudad de Río. Bajaron y recibieron el equipaje 20 minutos después.

Tomaron un taxi, que les llevó al hotel "Dos Santos". Allí, Roxana les dijo:- " Debo buscar a una persona, a la que me recomendaron como guía. ¿Gusta alguno de Uds. de acompañarme?"

- Yo lo haré."- Se ofreció Alfredonius.

Quedaron en una suite los demás y ellos buscaron un taxi.

- Llévame a la Rua dos Suspiros Nº 30."- Pidió la muchacha al chofer.

Mientras el vehículo terrestre giraba sus ruedas contra el pavimento, avanzando lentamente entre el tráfico de la tarde, Alfredonius tuvo bastante tiempo para admirar la arquitectura de la populosa urbe.

- ¡ Tanto negro que anda suelto!"- Comentó .

- ¡ No sea Ud. despreciativo! Son gente como Ud. y yo; sólo su tez es más oscura."- Habló Roxana, con un gesto de fastidio.

- ¡Eso se cree Ud.! Cada raza lleva impresa en sus venas su manera de ser. Los blancos son limpios, tenaces, trabajadores, inventores. Los amarillos son laboriosos, empeñosos. Los indios americanos son laxos, tímidos, y cambiantes de opinión. Los negros son trabajadores, gustan de tener un jefe, orgullosos."- Habló Alfredonius.

- ¡Habló la experiencia !"- Rió ella, y el taxista llegó a destino. Roxana pagó la cuenta, se bajaron.

- Es en esa casona.-

Tocaron el timbre. Desde adentro abrió un indio de ojos desconfiados y corta estatura.

- ¿Está don Rudercindo Quitaspajas?"- Inquirió Roxana.

- Pasen.- Bufó .

Entraron: un pasillo, un patio; sillas.

- ¡Siéntense!"- Ordenó el indio.

Poco después, un hombrecillo delgado, bajo, de lentes ópticos, terno, humita, zapatos negros.

- ¿A quiénes tengo el gusto de recibir en mi morada?

- A Roxana Burton y un empleado.- Informó ella.

- ¡Ah! Recuerdo su carta. ¡ Pasen a mi despacho!"

El hombre no medía más de 1.55 mts. y con zapatos. La camisa le colgaba de unos hombros delgados.

Entraron a una gran sala , hiper decorada, recargada de objetos de arte, y lámparas, trofeos de caza, cortinajes, dos roperos negros, un escritorio pantagruélico, sillones de cuero usados, varias alfombras.

Desde el techo colgaba una lámpara de 7 luces.

- En su carta Ud. decía querer llegar a la mítica meseta que..."

- ¡No es mítica! ¡Que no haya sido encontrada de nuevo, no quiere decir que no existe!"- Interrumpió la fémina.

- Perdone Ud. Entonces, indíqueme en el mapa adónde desea ir y hallarla; por mí no hay inconveniente ; la llevaré adonde Ud. desee ir. Pero, debo agregarle que cobraré tres millones de cruzeiros."

- Si me lleva bien al punto, los pagaré.- Repuso Roxana.

El Sr. Quitaspajas se puso de pie, buscó en un ropero un mapa grande y lo extendió sobre el escritorio , echando a un lado muchos artículos que estimaba de rigor.

La joven indicó un punto en el mapa, con un dedo extendido.

- ¡Allí! Ésa es la meseta. ¿Cuándo partimos?

Rió, por lo bajo, Don Rudercindo Quitaspajas, y rumió un rato una vieja pipa, que no encendió. Habló, luego: - Quitando lo superfluo al equipaje, usando tres autoflights, y disponiendo de circulante, tres días.

- ¡ Hecho! Daré a Ud. el dinero que me solicite, pero, ¡ ojo! , que le pediré facturas por cada item que figure en su lista."- Dijo ROXANA.

- ¡ Páseme 100.000 cruzeiros ahora. con eso arrendaré dos autoflights, pues dispongo del mío propio. Usaré de ese dinero para comprar ciertas provisiones , combustible, municiones¿ Vá a filmar Ud. ?"

- No.- Dijo ella.

- Bien. Mañana en la noche pase por acá; le tendré noticias."- La despidió Rudercindo.

Salieron y Alfredonius ahí abrió la boca, para decir:- Harto flaco y viejo es el guía.-

- Me han dicho que es muy capaz.- Respondió Roxana, agitando la cabeza.

Regresaron al Hotel. Alfredonius se puso a ver programas por la T.V., ROXANA fue esa noche a cenar en un Cabaret, consiguiendo compañía masculina y pasó el resto de la velada fuera del hotel.

Al día siguiente, todos se bañaron en la playa, de arenas blandas como puré de papas batido .

Roxana fue sola a ver al guía, en la noche. Este dijo:- Dama, a las ocho de la mañana los quiero aquí, a todos los de su séquito, con sus maletas , que espero sean pocas. Faltó dinero, trescientos mil más, que necesito ahora. ¿Me los dará?"

- Claro.- Dijo ROXANA, y le extendió un cheque.

- Recuerde que partimos mañana a las ocho.- Avisó el guía, despidiéndola en la puerta de su casa.

Al día siguiente embarcaron en los autoflights; cada cual llevaba una maleta con ropa y artículos personales. Las armas iban todas en el vehículo guía, que se elevó primero y guió durante todo el camino a los otros dos.

Alfredonius iba en el Autoflight del guía. Le preguntó:-" Cree Ud. en hallar lo que ella dijo?

- Si no creyera, no iría. ¿O cree Ud. que me motiva sólo el dinero?

- En esta época febril, en que todos queremos ser ganadores, sí.

- Pues, se equivoca. ¡ Mire! El Amazonas. Será fácil llegar; es cosa de desviarse unas pocas veces, nada más"

- ¿Y a qué atribuye Ud. el que , en esta época de satélites espías, no se halla descubierto esa meseta de los dinosaurios?

- Se lo diré cuando lleguemos."

Al anochecer , bajaron cerca de la margen derecha del gran río, y acamparon allí.

- Cierren bien las tiendas de campaña. Hay culebras venenosas.- Informó Rudercindo Quitaspajas.

Ninguno , excepto él, durmió tranquilo esa larga y rumorosa noche. Llevaban en su mente demasiadas imágenes: el río Pará y su corriente turbia, anchurosa y lenta; la estrechura de Obidos, Manaos, el río nuevamente...

El calor era de 25º a 30º C a la sombra, y de noche 22 º C.

Al día siguiente subieron a los aparatos y, a marcha regular de ochenta kilómetros por hora, siguieron remontando el río a dos mil kilómetros de la desembocadura.

Sus márgenes , aún desde la altura de 2.000 pies, eran sombras en el horizonte. Al anochecer vieron un afluente y sobre él continuaron media hora más de vuelo, bajando en una aldea indígena.

Allí se hallaron con tres garimpeiros; se ofrecieron unirse a la comitiva, alegando ser buenos para la caza; fueron aceptados.

Uno era João; gordo y de un metro ochenta centímetros de estatura; cargaba un par de pistolas de pavoroso aspecto.

El segundo era Gómez , hombre trabajador y apto, pero que adolecía de un vicio muy común entre los de su ralea: el de la curiosidad. Trataba de averiguarlo todo, con respecto a la expedición.

El tercero era Mogambo; un forzudo negro, fiel y que odiaba a los otros dos por ser mestizos.

Al día siguiente embarcaron provisiones y los tres nuevos integrantes . Por espacio de cuatro horas volaron por sobre un río de anchura regular, poco más de ciento diez metros. Sus aguas eran de color oscuro.

Los afluentes del Amazonas son generalmente así, aunque hay de color blanquecino y opacos. Depende esto de la región por la cual pasan. Los de tono oscuro tienen materias vegetales en descomposición; los demás indican un terreno arcilloso.

Se veían corrientes rápidas. En las riberas habían bosques primerizos. Los árboles eran bastante elevados, de troncos enormemente gruesos. Parecían columnas romanas ciclópeas que, en su parte superior, ramificaban sus cuerpos y formaban un techo de verdor, que brillaba verde y oro, azul índigo y naranja, a trechos.

Eran cedros, caobas, eriodendrones, y de otras raras especies.

A veces, planeaban sobre orquídeas de vivísimos colores; líquenes de matices insospechados, arrendatarios de los grandes de la selva amazónica.

Ya era la selva extensa , ya era la vida vegetal en todo su esplendor lo que tenían ante sus pasmados ojos de humanos criados en colmenas de cemento y cristal.

Bajo la majestuosa bóveda se observaban movimientos que delataban la presencia de vida animal : eran los monos, que pululaban por la selva, saltando de rama en rama, cogiendo de la fruta apetitosa que la
Estación brindaba generosa.

Y habían monos, serpientes, pájaros, perezosos trepadores.

El río serpenteaba ; el guía Quitaspajas lo seguía, culebreando a mil pies.

- ¡Allí!"- Dijo, y giró hacia la derecha, siguiendo un afluente del río.

Este afluente era profundo; a sus costados la selva entrelazaba, por sobre él, sus ramas y hojas. Al anochecer, el afluente era ya de poca profundidad, y de aguas muy claras.

- Curupurí.- Gimió Gómez, y pidió regresar.

- ¿Qué es Curupurí?- Preguntó Larry.

- El diablo. Cree que el diablo anda suelto por aquí.- Opinó Quitaspajas.

João y Mogambo juntaron leña, y al caer la coche una buena fogata iluminaba los vehículos y a sus acompañantes.

Comieron de las provisiones; bebieron café, preparado con el agua del afluente y depurada con pastillas de quinina, para no contraer alguna enfermedad tropical.

Durmieron por turnos; la selva a su alrededor crepitaba de vida. Ocho culebras se allegaron al fuego; debieron matarlas a tiros; una de ellas media 6 metros de largo, con un grosor máximo de cincuenta centímetros. Su cabeza era espantosa; de ojos cristalinos y verdes, hocico como de un perro alsaciano, con dientes afilados cual agujas y largos de diez centímetros.

Al amanecer bebieron otra vez café y galletas, subieron a los tres autoflights y emprendieron el vuelo.

El afluente se extinguió. Un lodazal fue lo que se veía abajo; pasado éste, bosques, pero en que los zarzales reemplazaban al verde prodigioso de antes.

El guía Quitaspajas consultaba mucho la brújula, avanzando cada vez más lento.

Antes del anochecer, pasaron por un declive inmenso, en el que estaban esparcidas gran cantidad de rocas. Fue allí que acamparon.

- ¡ Esto es interminable! ¿Cuándo vamos a llegar? - Se quejó Moe.

Nadie le respondió . Estaban a cientos y cientos de kilómetros de la civilización. Ya no quedaban, por otra parte, más que árboles corojos, junto con una profusión de espléndidas orquídeas.

Alfredonius y Quitaspajas , ayudados por Mogambo, salieron a cazar, a través de barrancos de poca profundidad, con arroyos a los que los animales iban a beber de noche.

Cazaron seis animales cuadrúpedos, que asaron al día siguiente.

- ¡Ahora sí que hay ganas ! Comiendo bien y en buena compañía...¿ Qué más quiere el hombre? - Decía Chemp, embaulando trozos de asado y bebiendo vino, que llevaban en poca cantidad.

Ese día revisaron los motores, lavaron el equipo, los autoflights y las ropas, que ya hedían.

Al día siguiente, emprendieron el vuelo en las máquinas voladoras . Pasaron por sobre un inmenso yermo cubierto de bambúes, espeso y enhiesto. En el sector se veían jabalíes y roedores.

A media tarde dejaron atrás los bambúes; sobrevolaban ahora una llanura descubierta, salpicada de grandes helechos, que formaba una suave pendiente que finalizaba en una larga cresta. Pasado ésta, se extendía un valle de poca profundidad , cuya vertiente opuesta se elevaba hasta unas lomas de redondeada cima. La dejaron atrás al anochecer, y vieron una planicie cubierta de palmeras.

- Acá acamparemos.- Musitó Quitaspajas, y bajó en su aparato , al que siguieron los otros dos vehículos, quedando en el suelo formando un triángulo.

Esa noche, alrededor de un mapa, en la tienda de campaña del guía Quitaspajas, se reunieron los expedicionarios, menos João, Gómez y Mogambo, quienes montaban guardia , armados con pistolas y rifles.

Al día siguiente, desayunaron, y Moe dijo:- Es hermosa la vista......... ¿Es allá adonde vamos?

- En efecto. Es la meseta del Pleistoceno.- Afirmó ROXANA, con un suspiro.

Quedaba a doce kilómetros de adonde se hallaban en ese instante. Era una línea de elevadas peñas.

Subieron a los tres autoflights y se elevaron hasta los trescientos ochenta metros. Sólo así pudieron salvar esa valla pétrea; parecía el costado de un navío, abombado hacia afuera.

A sus plantas se extendía la llanura brasileña entera, hasta que se perdía en lontananza entre la bruma azulada que se cernía sobre el horizonte. En primer término se extendía la larga cuesta salpicada de rocas y de grupos de grandes helechos. Algo mas allá , por sobre la colina de redondeada cima, podía divisarse la masa verde y amarilla de bambúes que se había ido sobrevolando y luego, gradualmente, aumentaba la vegetación hasta llegar a constituir una verdadera selva, al parecer sin fin, cuya extensión pasaba de tres mil kilómetros, más allá de donde alcanzaba su vista.

La meseta, en cambio, era ovalada con una longitud de unos cincuenta kilómetros, y su anchura de poco más de treinta. Su forma era en conjunto la de un embudo de poca profundidad, cuyos lados formaban un declive hacia un gran lago que ocupaba el centro. La circunferencia de ese lago podía ser de unos quince kilómetros y sus aguas , bajo la luz del Sol, aparecían de un hermoso color verde, con una espesa franja de juncales a su alrededor, junto a las orillas, más unos bancos de arena amarillos, que asomaban a la superficie dorados por la suave claridad del astro. Cierto número de objetos largos, de color oscuro, de tamaño demasiado grande para que pudiesen ser caimanes o canoas, yacían en los bordes de esos arenales.

- ¡ Monstruos antediluvianos! - Vociferó Moe, en su puesto ubicado en uno de los navíos. Todos le oyeron, ya que los canales de las radios estaban sintonizadas en una misma franja.

Fueron avanzando lentamente, y a cien metros del lago, las tres naves se estabilizaron , quedando a dos metros unas de otras.

- ¡ Es increíble!- Es un mundo dormido, un cuadro del pasado! ¡ Miren esos Estegosauros, en el lago ! ¡ Esos pteranodones volando, cazando, pescando sobre y en las aguas! ¡ La selva debe pulular de dinosaurios !- Expresó, vívidamente, ROXANA.

Permanecieron allí dos horas, pudiendo ver alzarse y volar a nubes de Pterodáctilos; los enormes dinosaurios llamados Estegosauros nadaban en el profundo lago; sus cuerpos inmensos y sus cuellos larguísimos brillaban verduscos, al sol. De las rocas del cerro de piedras que había cerca del lago salieron indígenas, que navegaban valientemente por la orilla del lago, pescando y ahuyentando a los dinosaurios, haciendo sonar tambores.

- ¡ Qué maravilloso!- Repetía Roxana.

Algunos otros seres, peludos pro - hombres, trabajaban la tierra a un costado del pueblo de los indígenas, vigilados por éstos, premunidos que estaban, de largas lanzas y temibles arcos y flechas.

Más tarde, las tres naves sobrevolaron, a baja altura, el resto de la meseta: bajo los árboles pudieron ver Tiranosauros Rex, Triceratopos, Mastodontes, Dinoterios, Bariterios, Paleo mastodontes, Piroterios, Velociraptores, Galliminus.

- Podríamos descender en el lugar que veo como más seguro.- Dijo Roxana.

- ¿Cuál?-

- El extremo norte, no se ven muchos animales allí, quizás sea por los pozos de brea ardiente.

- Perfecto. Allá iremos.- Dijo Quitaspajas.

Media hora después, se posaban en el suelo, a los pies de gigantescos árboles, en un claro de la jungla.

Allí, esa noche, durmieron en tres tiendas de campaña, mientras hacían guardia tres personas, por turnos de dos horas cada una.

Al tocarle a Alfredonius, miró el cielo, recordando las hazañas cósmicas de Estados Unidos; del 21 al 27.12.1968, en el Apolo 8º, los astronautas Borman, Anders y Lovell realizaron el primer vuelo tripulado alrededor de la Luna , a la que dieron 10 vueltas , regresando al mar, en la Tierra, sanos y salvos.

Un gruñido espantoso tronó en el aire. Un chillido le siguió , helando la sangre de Alfredonius. Apretó el fusil, convulsivamente, y disparó repetidamente en la dirección de los ruidos.

Una carrera, que hizo vibrar el suelo; una forma gigantesca, colosal, salió de la penumbra de la selva, atropellando árboles, desgajando ramas.

Bajo la luz de los focos, encendidos por João, apareció la forma verdosa de un dinosaurio, un lagarto de tres metros de estatura, dotado de una cabeza larga y angosta, de hocico agudo y formidables dientes: un Notosaurio, que tragaba, mientras corría, a un Dactilosaurio joven.

- ¡ Disparen, disparen!"- Ordenó Rudercindo, mientras baleaba al monstruo . Éste parecía no ir a detenerse nunca, pero sí lo hizo, al borde de uno de los autoflights ; cayó pesadamente y vomitó sangre y carne recién tragada sobre el vehículo.

Una serie de estertores , un latir audible de un voluminoso corazón.

Quitaspajas corrió, y le descerrajó una andanada en un ojo, que se reventó , brotando sangre y agua del cráter así producido.

- ¡ Menudo animal!- Dijo Larry.

- ¡ Estuvo a punto de arrollarnos!"- Se quejó Alfredonius.

En el resto de la noche nadie concilió el sueño.

- Debemos lavar ese vehículo, antes de irnos.- Propuso Roxana.

- Debe haber agua, un arroyo, por allí. - Dijo Moe.

- João, Gómez: busquen agua y traigan algunos bidones llenos.- Ordenó Quitaspajas a los sirvientes.

El dinosaurio Dactilosaurio era una montaña de carne, visible desde lo alto.

Primero una mota negra se vio en el cielo; luego otra y otra. Al final, eran nueve, que planeaban cada vez más bajo.

- ¡ Pterodßctilos ! Son muchos y son muy grandes; debiéramos irnos de inmediato. La vista de este animal muerto los atrae y nosotros aparecemos como débiles criaturas a sus ojos; nos atacarán , de seguro."- Afirmó Roxana.

Pero João y Gómez no regresaban. Dieron las 12:00 hrs, luego las quince horas...

- ¡ Allí vienen!"- Gritó Moe.

- ¿Adónde?- Inquirió Larry, creyendo que eran los brasileños.

- ¡Arriba, dónde ¡ba a ser!"- Gritó Moe.

Los grandes mamíferos alados caían en picada, tratando de alcanzarlos con sus córneos picos de un metro y medio, terribles tijeras de aguzados filos.

Unos corrieron al bosque, otros buscaron refugio en los autoflights.

Al ver que los hombres se habían ocultado, los grandes Pterodßctilos comenzaron a picotear la carne del Notosaurio.

Dos de los tres autoflights se elevaron en el aire, siendo perseguidos y picoteados por los enfurecidos Pterodßctilos.

En tierra quedaron Quitaspajas , Alfredonius y Roxana.

- ¡ Disparemos a esas bestias!"- Pidió Quitaspajas, y descargó su fusil en contra de los seres alados.

Tres de ellos cayeron al suelo, pero sólo heridos... ya que prosiguieron aleteando y tratando de acabar con la carne del Notosaurio...

Roxana y Alfredonius ya no tenían sus armas, botadas al huir por entre la maleza.

- ¿Qué vamos a hacer ahora? Los demás se fueron en los autoflights!"- Se quejó la mujer , con ojos llorosos.

Sintieron ruido de ramas, y vieron aproximarse a João y Gómez, con bidones de agua.

- ¿Qué pasa, que oímos tiros?"- Inquirió Gómez, dejando su carga al lado de un árbol.

- ¿Es que no ve esos tremendos animales que se están comiendo al dinosaurio?- Se soliviantó Quitaspajas.

- ¡ La verdad! ¡Son unos camiones de pájaros! ¿Ya trató Ud de tumbarlos, mi jefe?- Barbotó Gómez.

- ¡Claro que sí! Apenas si les hacen mella las balas. ¡ Y ya se me acabaron!"- Refunfuñó el guía Quitaspajas.

- ¿ Y los otros amigos?- Se preocupó João.

- Huyeron en los otros autoflights - Aclaró Alfredonius.

- Entonces, nuestra esperanza es llegar pronto al que vá quedando allí.- Habló João.

- ¡ No me diga a mí lo que haya que hacer!"- Se enfadó Quitaspajas.

A cada momento que pasaba, más Pterodßctilos aparecían, bajando aleteando hasta el suelo, rozando las copas de los árboles.

Devoraban diestramente al Notosaurio. Ya se le veían las costillas, blancas y gruesas armazones sangrantes...

De improviso, un tigre dientes de sable saltó, rugiendo, desbaratando a tres Pterodßctilos.

Se produjo una súbita desbandada, un frenético aletear de seres que anhelaban ponerse a salvo de la muerte.

Pronto, el felino , acompañado de dos hembras de su especie, se ponía a desgarrar la carne del Notosaurio , gruñendo enfurecido todo el tiempo.

Sus rugidos eran algo que empavorecía el pecho de todos los humanos que presenciaban aquel fiero festín.

- ¡ Mi jefe, mejor nos vamos ahora que podemos, mire que, si nos ven esos tigres, no creo que se demoren mucho en hacernos pedazos!"- Musitó João en el oído de Quitaspajas.

Éste, a fuer de ser bastante valiente, tiritaba de nervios ante la cruel escena, nunca antes presenciada por él.

Roxana lloraba silenciosamente, tiritando cual si hiciera mucho frío.

Fueron retrocediendo sigilosamente y al cabo de veinte minutos , Quitaspajas se sentó sobre un árbol caído, y suspirando dijo:- ¡Uf, qué susto hemos pasado! Ahora debemos tratar de ser fuertes y de no cometer torpezas."

- Pienso que nuestra salvación es regresar allá, cuando los tigres se hallan ido, y meternos al vehículo, elevarnos en el aire y regresar a la civilización, cuanto antes."- Opinó Alfredonius.

- ¿Qué? ¿Desea Ud. dejar todo de lado , aún lo prometido como pago, y volver a la ciudad?- Se maravilló la joven.

- "Hay momentos en los cuales hay que dejar la ambición de lado."- Filosofó Alfredonius.

- Volveremos a reagruparnos y terminaremos la expedición tal cual habíamos acordado. Esto es sólo un contratiempo pasajero. Un poco de paciencia, Señor Alfredonius, y ya verá cómo se solucionarán estos presentes problemas."- Dijo, melifluamente, el guía Quitaspajas.

Buscaron frutas y las hallaron prontamente, saciando así su hambre. Cayó la tarde; encendieron fogatas y se tendieron a dormir, quedando João y Gómez encargados de vigilar, por turnos.

Esta vez no disponían de armas de fuego, así es que el miedo les ponía hielo en las venas.

Pero no pasó nada.

Al día siguiente, con mil cuidados, desandaron lo andado el día anterior, y llegaron al claro de la selva.

Allí estaban los huesos al sol, con carne aún, trozos de dura piel; la cabeza mordisqueada, las patas y la cola aún intactas, los afilados dientes en cruel mueca, con la lengua hinchada y negra.......

- Ni rastros de tigres.- Musitó Alfredonius, sintiendo la mano de Roxana en la suya. La miró. Su rostro reflejaba la angustia que la embargaba en esos precisos instantes.

Avanzaron, temerosos, y entraron al Autoflight. Los vidrios de éste aún estaban opacados por la sangre vomitada , el día anterior, por el Notosaurio.......

- Habría que limpiar los vidrios.- Opinó Quitaspajas.

- ¿Y los bidones?- Inquirió Alfredonius.

- Quedaron en la linde del bosque. ¿Los voy a buscar?- Preguntó João.

- Bueno.- Respondió Quitaspajas.

Salió João prontamente y regresó con dos de ellos, limpiando los cristales frontales del Autoflight.

Quitaspajas, sentado a los mandos, dijo:- Bueno, iremos a buscar a los otros dos autoflights. Asegúrense en sus lugares.

Se elevó, sobrevolando el bosque, remontándose hasta situarse sobre el lago central, al que decidieron llamar "Gladys".

Desde allí avizoraron el paisaje. Los Estegosauros , en el lago, buceaban por su alimento...

Los grandes Pteranodones aleteaban , por sobre su cenagoso pantano, al oeste del lago.

-¡ Qué pequeños se ven desde aquí!" - Sonrió Roxana.

- ¡Allí! ¡ Se eleva un Autoflight!"- Vociferó Alfredonius.

Y tras ése, el otro. Pronto volaban los tres , en forma paralela.

- ¡ Yuhúu! ¡Eh, Uds., ¿cómo están?"- Gritábanse por las radios, de uno a otro vehículo.

Aterrizaron cerca de unos cañaverales, al este del roquerío, aquellos montes al costado del lago Gladys.

- Aquí se ve desde más lejos el peligro, por la altura."- Opinó Roxana.

- Yo creo que sería bueno no dormir en la Meseta de los Dinosaurios, sino que hacerlo en el Mirador de Zambo.- Dijo Alfredonius.

- ¿En esa roca?- Musitó Roxana, tomándolo del brazo.

- Es una pequeña plataforma herbosa, de superficie sesenta metros. Allí podemos dormir tranquilos ; está a la misma altura que esta meseta y lejos del plano. Y a diez metros de la meseta ...un precipicio entre los dos puntos hace imposible que pasen animales de uno a otro lado."- Habló Quitaspajas, observando uno de los mapas por él confeccionado durante el viaje.

Moe y Chemp balearon unas aves, que asaron a las doce horas, almorzando de ellas todos, pues eran de unos sesenta centímetros cada una , sin contar las alas, que producían plumas irisadas.

El sol hacía arder el suelo y no existían árboles altos, con lo que no había sombra para guarecerse.

A las catorce horas , acalorados al máximo, se elevaron en los tres autoflights . cruzando la meseta y maravillándose de ver tanto animal cerca del lago; muchas otras especies buscando su alimento por las selvas aledañas.

Llegaron al Mirador de Zambo, y pudieron notar que fácilmente cabrían allí las tres carpas y los tres vehículos. Una suave brisa corría por el lugar, refrescando el ambiente, a pesar de no haber muchos árboles en el sector.

La vista era, como antes, muy hermosa. Se extendía la llanura brasileña hasta perderse en lontananza entre la bruma que se cernía sobre el horizonte.

Alfredonius y Moe pusieron, a un costado de las naves, todas las provisiones: galletas, tarros de conservas, harina, chocolates, dulces, cerveza en latas.

- Dejando acá esto, tendremos menos peso en las naves. Iremos en dos naves, cada vez que viajemos a la Meseta. Tres deberán quedarse acá, para mantener la base intacta. Estaremos en contacto radial con ellos.- Dijo Quitaspajas esa noche, mientras cenaban.

- ¿Y a qué vamos a esa meseta?- Preguntó Chemp.

- ¡ Burro! ¡A buscar aventuras! ¡A grabar videos con las formas antediluvianas en movimiento , para venderlas a los museos!"- Se imaginó Moe.

- ¡ Yo los contraté a Uds. para esta expedición! Básteles saber que uno de mis propósitos es llevar , tal como dijo el Sr. Moe, películas en video, a fin de que los estudiosos , tanto en los Museos como en las Universidades, tengan la verdadera silueta y colores de esos animales que hasta ahora han sido reconstruídos solamente en sus esqueletos."- Dijo Roxana.

- ¿Y por dónde comenzaremos?- Inquirió Larry.

- Vayamos mañana mismo . Será en el pantano de los Ptegosaurios."- Informó Roxana.

- Allí sacaremos picotones.- Rió Chemp.

- Si esos Pterosauros fueran mansos...- Dijo Alfredonius.

- Los pteranodones nos atacarán. ¿Es que tendríamos que ametrallar a esos preciosos seres de una era perdida , sólo por satisfacer nuestra sed de conocimientos?- Preguntó Quitaspajas.

- Lord Roxton usó un disfraz de arbusto para llegar allá. Igual cosa podríamos hacer ahora.- Habló Roxana.

- ¡Disfraz de árbol! Ese Lord Roxton debe haber sido un ecologista. - Bromeó Moe.

Esa tarde fueron al sector de cañaverales, pasada la montaña del Jurásico (como denominaron al monte de peña, a un costado del Lago Gladys.)

Allí bajaron y armaron sus disfraces que, básicamente, eran unas canastas sin fondo, por el cual salían las piernas. Se apoyaban fácilmente en el suelo.

- A tapar bien con ramas , o esos bichos nos van a dar un picotón.- Avisó Moe.

- ¿Dejaremos acá estas canastas?- Preguntó Roxana.

- No. Las llevaremos al Mirador de Zambo. Desde allí , partiremos temprano, mañana.- Informó Quitaspajas.

Al atardecer, numerosos pájaros volaban por sobre el cañaveral, y aprovecharon de cazar algunas, perdiéndose varias, al no tener perro que las olfateara, una vez caídas sobre los tupidos cañaverales.

Regresaron al Mirador de Zambo, y João, con Gómez, asaron convenientemente los fósiles vivientes.

Tras la cena, Roxana dijo a Alfredonius: - ¡Acompáñeme!"

Caminaron hasta cerca del borde de la plataforma, hacia el lado oeste. Una luna llena iluminaba el paisaje, que se adivinaba verde y plata, hasta el horizonte, un poco más luminoso.

Sobre ellos, cual centenares de ojos fijos, brillaban las pálidas estrellas, por millones.

- Sacaremos millones de pesos , mañana, de los pozos diamantíferos de los pteranodones.- Dijo la bella.

- ¿Cómo!"- Se asombró Alfredonius.

- ¡Claro! ¿Se cree Ud. que vine sólo por sed de conocimientos, como dijo el guía? - Se burló la joven.

Alfredonius calló. Bien sabía que la motivación principal de toda persona ES el dinero. Él también era motivado por ese afán, a qué negarlo...

- Quiero que Ud. me acompañe , junto al guía Quitaspajas. No quiero que se sepa realmente a qué vine a este lugar; no deseo que se establezca una sociedad industrial, que instalaría sus maquinarias y que así destruiría este Paraíso del Ayer."- Opinó Roxana.

- Podríamos llevar bolsas para echar dentro esos diamantes.- Dijo Alfredonius, admirando el perfil de la mujer, bajo el mágico encanto que la luz de la Luna le daba.

Sin pensarlo, la tomó en sus brazos y la besó.

Ella no respondió a su caricia, dió un paso atrás y luego habló, tranquilamente:- Lo disculpo, porque es de noche, la Luna está dando un aroma a romance, vivimos una aventura hermosa, pero Ud. no es mi tipo. Quedamos, entonces, de que Ud. me ayudará; le recomiendo silencio al respecto. Buenas noches."

Alfredonius quedóse allí, parado ante la inmensidad, sintiendo un triste vacío en su alma. Había sido rechazado. No valía nada para ella; era un peón en su jugada de ajedrez viviente.

Moe se le acercó, poco después, y le dijo:- ¿Qué hace Ud. acá tan solo, Don Alfredonius?"

- Me acaban de dar calabazas.-

- ¡Ah! La rubia Señorita Roxana! Lo siento, Señor. Ya sabe Ud. cómo son las mujeres; puede que después lo ande buscando. - Opinó Moe.

- No lo creo. Ella es del tipo energético ; claro, yo soy del tipo panzón. - Bufó Alfredonius.

- Es malo burlarse de sí mismo, Don Alfredonius. Pero, no se tenga pena: las mujeres sólo traen problemas.- Dictaminó Moe, retirándose.

Sopló el viento, y Alfredonius se fue a acostar a su hamaca.

Al día siguiente, todo era ebullición. Quitaspajas discutió la idea de la joven Roxana, de ir en un solo Autoflight, con tres personas, además de permitirle ir disfrazada con un solo acompañante.

- Me parece muy peligroso, eso de dejarla ir con un solo fusilero, mientras yo me quedo en la cabina , viendo revolotear a los pteranodones por docenas.- Habló Rudercindo.

- Quedamos , además, de viajar a la meseta de a dos autoflights.- Dijo Moe.

- Está bien, igualmente me esperarán. - Afirmó Roxana.

Quitaspajas manifestó : - En el primer Autoflight irán la Srta. Roxana, Don Alfredonius y yo. En el segundo Autoflight irán João, Gómez, Larry y Curly. -

Cargaron un Autoflight con dos de los disfraces, y partieron hacia la meseta.

Vieron deambular a los dinosaurios por entre la jungla. Pronto estaban sobre el pantano.

- Bajaremos en el linde de la selva.- Opinó Quitaspajas.

Bajaron los vehículos; los pteranodones se veían revolotear incesantemente , sus largas alas plomas batían el aire audiblemente.

Un Tyranosaurus Rex bramó, cerca de allí, helándoles la sangre en las venas. Todos se miraron, asustados.

- No hay defensa posible en contra de ese animal. ¡ Miren! Su cabeza sobresale por entre los árboles. Tiene hambre, busca su comida con ira.- Hizo notar Quitaspajas.

Efectivamente, el animal era visible, desde las cabinas de los autoflights; pronto, sin embargo, desapareció el espantoso saurio, ya que se adentró en el bosque.

Esperaron media hora y como no se le volviera a oír, Quitaspajas dijo a la bella Roxana:- Son las once de la mañana. ¿Por cuánto rato cree Ud. que estará entre los pteranodones?

- Tanto como nos demoremos en llegar allá. Nunca he caminado con un disfraz de cañas ; no puedo llegar y caminar como si fuera por una calle de Santiago.".- Opinó ella.

- Dennos unas cuatro horas.- Habló Alfredonius.

- Como la Srta. desee. Volveremos en cuatro horas; no se preocupen, pues esperaremos todo lo que sea necesario.- Les dijo Rudercindo Quitaspajas.

Roxana y su acompañante se alejaron lentamente, dentro de sus disfraces arbóreos.

Los Autoflights regresaron al Mirador de Zambo..

Roxana transpiraba, mientras tanto, dentro de la armazón, ya que el calor se condensaba dentro del cilindro.

Una franja de maleza rodeaba el risco enorme y grandes pedruscos estaban esparcidos por todo el terreno. La maleza les llegaba hasta la cintura.

Fue entonces que ambos percibieron un sonido sibilante, extraño, una algarabía singular que parecía llenar el aire.

- ¡ Los Pterodßctilos !"- Susurró Roxana a Alfredonius.

Avanzando por entre las hierbas, se asomaron por sobre las rocas. El lugar era un inmenso foso que pudo haber sido en otros tiempos un pequeño cráter de los que había en la Meseta. Tenía forma de cuenco, y en su fondo, a trescientos metros de los exploradores, veíanse unos grandes charcos de agua verdosa estancada, rodeada de juncales.

Habían centenares de esos seres alados. En todo el fondo, a orillas de los charcos, pululaban los pequeños, así como sus horribles madres, que empollaban unos huevos correosos de color amarillento.

De esa repulsiva muchedumbre de reptiles que aleteaban torpemente, procedía el clamoreo horrendo que resonaba en el ambiente, y el horrible olor mefítico de moho que les daba náuseas.

Más arriba, cada cual sobre una roca, erguidos como grandes pajarracos grises y marchitos que más parecían ejemplares disecados que seres vivientes, estaban posados los temibles machos, salvo que de vez en cuando revolvían sus rojizos ojos o abrían y cerraban bruscamente sus descomunales picos, deshaciendo tal percepción.

Sus enormes alas membranosas estaban plegadas , cubriendo con sus pliegues las patas delanteras, de modo que los Pterodáctilos parecían unas brujas envueltas en feos mantones de color pardusco, de los que sobresalían las cabezas de feroz aspecto.

- ¡Valor, Don Alfredonius!"- Dijo ella, y bajó temerariamente . Los pteranodones miraban cómo ese "árbol " avanzaba dos pasos y se detenía...

Alfredonius comenzó a bajar, sudoroso. Las manos llegaban a resbalar de las agarraderas de su disfraz...

Acortó distancias; cuando la alcanzó, Roxana ya estaba sobre uno de esos charcos de arena azul, escarbando pacientemente, mientras él creía sentir, a cada instante, el terrible picotón que le troncharía su grasosa existencia...

- ¡ Valor!". - Le musitó ella, y él vio el reflejo de sus ojos verdes , a través de las cañas de su disfraz "ecológico".

Alfredonius miraba aterrado cómo varios pteranodones picoteaban las cañas del disfraz.

- ¡ Valor!"- le repetía la joven, mientras Alfredonius se cagaba de miedo. Los pedos se le sucedían y la mierda le corría por las piernas, cálida, húmeda.

- ¿Qué espera, hombre? ¿No vá a cavar? ¡ Cave, busque!"- Le urgió Roxana.

Temblando de pavor, Alfredonius comenzó a revolver en el cieno, azul y maloliente. Mucho del cieno era excremento de los pteranodones.

- No hallo nada.- Tartajeó.

- ¡Siga, busque, busque! Yo ya llevo ocho!"- Silabeó ella, enfurecida ante el poco empeño del hombre.

Alfredonius, agachándose más, afirmándose en los bambúes , fue ahondando y ensanchando un hoyo...

Nada.

Caminó un poco, alejándose de la joven y de los pteranodones jóvenes. Escarbaba y nada encontraba.

Cuando miró a Roxana, ésta ya no estaba .

Regresó por donde había venido, y pronto divisó a la joven en su atuendo de cañas.

Hizo lo propio , mientras el sudor se le helaba con la brisa.

Aparecieron los autoflights y subió al más cercano.

- Bueno, ¿vieron a los pteranodones?- Preguntó Gómez.

- ¡Claro! Bichos repugnantes. El lugar es un inmenso cagadero. Irrespirable. "- Opinó Alfredonius.

Al llegar a la base, se bañó, y al salir fuera del baño, Roxana le dijo: - ¡Venga!"

La siguió hasta llegar cerca del borde. Allí ella extendió la mano.

- ¡Démelos!"

- ¡No tengo ni uno!"

- ¿Cómo que no tienes, ladrón? ¡Yo recogí más de 40!"- Gritó Roxana, encendiéndoseles los verdes ojos.

Alfredonius enrojeció y dijo nuevamente:- ¡No tengo! ¡ No hallé ni un maldito diamante! ¿Qué quiere , ah?¿ Qué quiere, ah? ¿ Que se los invente, ah?"

El aire se calentaba, alrededor de ellos; Alfredonius sentía transparentarse las rocas y el suelo, hacerse espíritu, o idea.

Ella sentía frustración e ira. La duda comía su cerebro, saltaba de célula a célula cerebral, ardía en los oscuros pasillos mentales.

Se acercó a ellos Rudercindo Quitaspajas y dijo:- "¿ Qué les pasa? ¡Sus gritos atronan el aire! ¿Están peleando?"

- ¡Yo no peleo con ineptos!- Bufó Roxana y se retiró del lugar.

La brisa calmó a Alfredonius, que seguía mirando el horizonte, con ganas de abandonar la expedición.

- ¿Qué pasa entre Uds. dos?"- Preguntó el viejo guía.

- Nada!"- Musitó Alfredonius, y su corazón saltó , al darse cuenta de que su respuesta era doblemente cierta.

Esa noche, varias veces, Alfredonius sentía el deseo de partir, irse a la civilización . Se sentía inútil. ¿ Cómo era que sus dedos no habían hallado nada y ella sí había sacado decenas de diamantes?

Él había entrevisto las piedras en los dedos de la joven...preciosas y cristalinas piedras.

Un tesoro ajeno, eran ahora.

A mediodía el guía le dijo :"- Iremos ahora a la región del gran lago. Sacaremos fotografías a los grandiosos Estegosauros."

- Se venderán fácil.- Acotó Moe.

- Podríamos ser unos nuevos Cecil B . de Mille. - Anunció Chemp.

- Yo, un Richard Burton.- Bromeó Larry.

- ¡ Vayámonos ya, Burton!"- Ordenó Quitaspajas, y subiendo a dos autoflights, se elevaron en el aire, zumbaron hacia la meseta, desapareciendo al poco rato.

El silencio cayó sobre el Mirador de Zambo.

Roxana Burton y Alfredonius habían quedado solos, allí. Ella , como no habían mirones, sacó sus diamantes y los lavó.

Dos eran inmensos, verdaderos huevos de paloma; otros veinte eran grandes y sin tacha; luego, el resto, pequeños, pero cristalinos.

Los ojos de la bella brillaban tanto como las gemas que relucían al Sol...

Alfredonius ordenó su ropa, en su tienda: púsola en una mochila, junto a todas sus otras pertenencias : alimentos enlatados, un saco de dormir. Tomó un rifle y una canana con municiones, se dirigió a la bajada del promontorio y se puso a descender el Mirador de Zambo por medio de cuerdas.

Dos horas después, llegaba a su pie. Desde abajo, la vista era impresionante; las rocas , algunas inmensas, con arbustos y matorrales, y más allá la escarpada ladera de la meseta de los monstruos.

- ¡ Adiós!"- Dijo, y dándole la espalda a todo ello, comenzó a caminar hacia el lejano río.

Al anochecer, ya no se veía la Meseta de los Paleosaurios.

Hizo una fogata y comió algo. Se acostó dentro del saco de dormir, y durmió contento, dándose cuenta , con sorpresa, de que eso era lo que había querido hacer, desde un principio: estar solo.

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CAPITULO II

"La Laguna Gladys".

Mientras tanto, y retrocediendo hasta el momento en que Rudercindo partió hacia la Laguna Gladys, puedo decir que iban todos muy animosos.

- "Saldrían varios cientos de filetes de uno de esos brutos.- Opinó Larry, al ver a los Estegosauros en el agua, y a los más jóvenes sobre la oscura arena.

- Aterricemos en el linde de la selva; ni muy lejos ni peligrosamente cerca.- Opinó Quitaspajas.

Larry y Chemp se quedaron en los autoflights; el resto bajó y agazapándose tras los altos pastos, llegaron a ver de cerca a los espeluznantes Estegosauros , de más de 40 metros de longitud, con cuello de 20 metros y cuerpo de tonel, con patas gruesas cual añosas araucarias.

Había un olor a podrido...

- ¡ Huelen a resumidero!"- Catalogó Curly.

Sacaron fotografías y filmaron las andanzas chapuceras y divertidas de los infantes Estegosauros.

Avanzaron un poco más y filmaron las gráciles evoluciones de los grandes y desarrollados Estegosauros en el agua del Lago Gladys. Cogían peces , que parecían abundar en el lugar.

De pronto, una sombra apareció entre el herbaje, atacando ciegamente a Moe, el cual atinó a disparar una andanada de balas, matando prontamente al ser, que resultó ser, según Quitaspajas, ayudado por un libro que le prestara Roxana, un Toxodonte, el gigantesco cerdo de Guinea, de tres metros de largo, con acerados dientes que sobresalen del hocico.

- ¡ Un Super - chancho!"- Calificó Moe, cuando dejó de tiritar.

Todos rieron y carnearon allí mismo al animal, llevando las presas a los vehículos.

Regresaron al anochecer al Mirador de Zambo, y mientras Gómez adobaba las presas, João encendía una fogata para asar la carne, Quitaspajas interrogaba a Roxana, referente a la desaparición del atribulado Alfredonius.

- ¿Por qué motivos se fue? ¿Le dijo a Ud. adónde iba? ¿Volverá luego?"

- No lo sé. No me dijo adónde iba.- Se encogió de hombros la bella.

- ¿Llevó mochila, ropa?

- Parece.- Dijo displicentemente Roxana...

- Una lástima. Parece que se fue, a causa de la discusión con Ud.- Opinó Quitaspajas.

- Pudiera ser, pero yo no lo eché.- Habló ella.

Quitaspajas habló de esto con el resto de los exploradores. Moe dijo : - Terrible; es bien posible de que no vuelva. Capaz que desee regresar a la civilización solo y a pié."

- Mañana lo saldremos a buscar en Autoflight.- Decidió Quitaspajas.

Esa noche comieron de la carne del Toxodonte, que era algún tanto grasosa, pero que trasegaron, ayudados por cerveza helada, sacada del refrigerador de una nave.

Al día siguiente , a las seis de la mañana, Quitaspajas con Chemp, en una nave, y Larry con Gómez, en otra, bajaron a la llanura, tratando de rastrear al fugitivo.

Por todo el día, viajaron de ida y regreso, desviándose a menudo, buscando a Alfredonius, al cual no hallaron por parte alguna.

Al anochecer, cansados y tristes, volvieron a la base...

- ¿Qué vamos a hacer?- Inquirió Moe.

- ¿Adónde se habrá metido?- Preguntó Chemp.

- Él se lo buscó. Si se fue, era porque quería irse, ¿ o no?- Preguntó Roxana.

- Cierto. Pero, igual hay que salvarlo de sí mismo. ¿Quizás por qué está tomando esa resolución?- Preguntó Quitaspajas.

- Porque es un inepto, ¿qué sé yo?- Replicaba la desdeñosa Roxana.

Al día siguiente volvieron a la Meseta, esta vez Quitaspajas, Moe, Curly, Chemp, João y Roxana.

Descendieron en las cercanías del Pozo de Brea ardiente.

Allí, la selva era tupida, las emanaciones de la brea eran hediondas y no se veían muchos animales, pero sí muchas aves e insectos.

Recorrieron la linde del pozo. Muchos huesos grandes , de animales que se habían enterrado allí, de noche, sin poder desprenderse de la masa bituminosa, sobresalían de su oscura superficie.

Tumbaron varios pájaros, que no supo reconocer Roxana, pero que eran , sin dudar, de períodos oligocenos.

João y Chemp encendieron fuego y desplumaron y trozaron las aves, asándolas en el horno microondas portátil.

- ¡ Delicioso! Voy a echar de menos estos parajes, tan llenos de buena comida.- Opinó Quitaspajas.

Sentados sobre algunas piedras, disfrutaban de la tarde de verano, con la bóveda perfumada del cielo extendida sobre ellos. Las largas hierbas les hacían invisibles a los grandes Estegosauros.

Estos pertenecían al sub orden Stegosauria, Orden Ormthischia, dinosaurios protegidos con placas, de 6 metros de largo, 2,5 metros de alto en las caderas, 4 toneladas de peso, con picas cual lanzas en la cola, arma ofensiva, y placas altas a lo largo del lomo, que además de defenderlos de mordidas de otros depredadores, le servían para morigerar el calor de aquellos hectólitros de sangre circulando por sus cuerpos, al compás de aquellas grandes bombas neumáticas llamadas corazones.

De las hierbas nacían pétalos de hermosas y curiosas flores.

Luego de satisfecha el hambre y ya con el cassette grabado con los Estegosauros y su hábitat, los expedicionarios subieron a los autoflights y elevándose, volaron sin prisas hacia el Mirador de Zambo.

Al llegar, compartieron algo de la carne obtenida con los que allí habían quedado.

En los días siguientes, Roxana fue llevada al pantano de los Pterodßctilos y con su disfraz fue acopiando más y más diamantes.

Quitaspajas le acompañaba hasta el amontonamiento de rocas y ella seguía sola , volviendo a las dos o tres horas más tarde.

Quince días después de la partida de Alfredonius, Roxana dijo:- "Bien, hombres de la expedición : a esta fecha he logrado completar lo que yo me propuse como meta, y que era, por una parte, filmar los animales que en esta meseta se hallan encerrados. La otra parte de mi misión auto impuesta también ha sido cumplida.

"Ya no tengo más que hacer aquí. Partiremos mañana hacia la civilización. Allá les cancelaré lo prometido, y un aguinaldo por el buen ánimo que me han demostrado en todas las tareas que les he encomendado.

"Les ruego no divulgar el lugar en que nos hallamos. Llegaría la magra mano de la curiosidad y se destruiría este Santuario de la Naturaleza."

- Eso está bien, ¿pero y Don Alfredonius?"- Se inquietó Moe.

- ¿Qué, de él? Se fue por su propio gusto. No regresó . Fueron a buscarlo y no fue hallado. ¿Qué más puedo hacer yo? - Se quejó Roxana.

- Darnos , como pago de nuestros trabajos, uno de los autoflights. Con él, lo rastrearíamos."- Pidió Moe.

Ella lo pensó un momento, respondiendo:- " No le veo la utilidad a lo que me piden. No van a hallarlo a esta altura, ya es seguro que ha llegado a un poblado y se ha hecho llevar a Sao Paulo o a Río, ¿ Y Uds. se quedarían acá, buscándolo? Ridículo.- Opinó Roxana Roxton,

- Yo no sé si será ridículo o no, pero lo que sí sé es que es cruel dejar que una persona se las arregle solo a quince mil kilómetros de la civilización, más encima, con el agravante de que anda a pie."- Habló Larry.

- Si quieren un Autoflight, contraten uno. Lo que es yo, con tres partí y con los mismos tres volveré.- Dijo, en forma ruda, la hermosa Roxana Roxton.

Al día siguiente emprendieron el regreso. Cuatro días de viaje, y llegaron a Sao Paulo, en donde Roxana mal vendió parte de los diamantes en bruto.

Con ese dinero canceló sus deudas, pagó al guía y al resto del personal.

- ¡Adiós!"- Les dijo Roxana, alegre el rostro con la perspectiva de vender a buen precio el resto del tesoro, una vez ya en su país natal.

Larry , Moe y Chemp se sentaron en una mesa de un Restaurante, y tras un banquete , conversaron.

- Con el dinero que nos pagaron, arrendaremos un Autoflight, para ir a buscar a Don Alfredonius.- Opinó Larry.

- Y cuanto antes lo hagamos, mejor.- Opinó Moe.

Siendo dos mil quinientos dólares por cabeza lo recibido, fueron a arrendar de inmediato un aparato, debiendo dejar un depósito en garantía, que les borró la sonrisa de los rostros...

El combustible almacenado les daba autonomía para treinta mil kilómetros.

- Volemos de inmediato, amigos; el tiempo apremia.- Apuró Chemp.

Usando el vehículo a su máxima potencia y sin descender, llegaron en un día a la escena de sus anteriores aventuras. Durmieron en el Mirador de Zambo y al amanecer, desde lo alto y mirando las llanuras, conversaron:

- Don Alfredonius pudo haber seguido derecho hasta topar con el río. De allí, orillando siempre , debe haberse dirigido al poblado de los garimpeiros."- Opinó Larry.

- "Con todos los días que han pasado, ya lo debe haber dejado atrás."- Bufó Moe.

- "Pero deben saber hacia adónde se dirigió, ¿ no es así?"- Interrogó Chemp.

- "Partamos de inmediato."- Opinó Curly.

Tras beber una gaseosa y comer galletas, volaron rápidamente al poblado de los garimpeiros: tres horas.

- ¡Allí está!"- Avisó Moe.

Efectivamente, en un recodo de la selva se divisaban los techos de las pocas construcciones del poblado. Bajaron como una exhalación, posándose cerca del camino principal.

Chemp quedóse en la cabina y el resto se desperdigó por el lugar, interrogando a los lugareños.

- ¡Ah! Blanco gordo, medio pelado, con zapatos anchos! Partió hace dos días."- Dijo un indio viejo a Moe.

- ¿Hacia dónde fue?

- ¡Siguió río abajo!". - Habló el indio.

Corrió Moe a sonar la bocina del Autoflight, con lo cual reunió prontamente al resto de los exploradores.

- ¡ Siguió el río! Volaremos por el centro, buscando!"- Avisó.

Subieron prontamente al vehículo y elevándose , se fueron por el centro del río, sonando la bocina, que se oía por cientos de metros, debido al sosiego natural de la campiña.

Por cuatro horas hicieron esto, y de pronto, entre la maleza de un particular recodo del río, un hombre les hacía señas.

- ¡Allí, allí!"- Avisó Chemp a Larry, quien iba manejando. Éste desvió rápidamente el Autoflight y bajaron en un arenal, cercano a la orilla.

Era Alfredonius.

- ¡Hola, amigos! ¡Menos mal que aparecieron! Llevo tantos días caminando, que llevo los zapatos hechos tiras y muy poco he avanzado.- Dijo éste.

El andante lucía una desordenada barba, la ropa colgaba a jirones, los zapatos despedazados...

- ¡Por fin lo hallamos! ¡ Tome, beba y coma!"- Invitó Larry, haciéndolo entrar al Autoflight.

- ¡Tanto tiempo andando, por Dios Jehová, y no llegar a parte alguna! Si no es por Uds., capaz que echara un mes en llegar a la civilización!"- Opinó Alfredonius.

- ¡Los zapatos, cómo los tiene!"- Avisó Moe.

- No tengo repuestos, habría que ir a Sao Paulo.- Rió Alfredonius.

- Nosotros arrendamos este Autoflight ; nos quedamos sin dinero.- Avisó Moe.

- En la pradera de los monstruos hay diamantes.- Avisó Alfredonius.

- ¡ No, pues, Don Alfredonius! ¡No me vaya a salir con que se le resecó el cerebro al sol!"- Se quejó Moe.

- ¡No , insolente! Fue Roxana, la organizadora del viaje, la que me los mostró, cuando me hizo acompañarla al pantano de los Pteranodones ! Como yo no hallé ninguno, me trato de ladrón ; me derroté y por eso decidí abandonar la expedición."- Informó Alfredonius , con expresión penosa.

- ¡ Puchas que la embarra, Don Alfredonius! ¡Por una mujer Ud. deja todo botado!- Se quejó Curly.

- ¡Así somos los tontos!"- Aceptó éste.

-¡Bueno, bueno, no seamos tan exigentes con el hombre! Es como es, ¿a qué molestarle? Pero, dígame, Don Alfredonius, ¿quiere Ud. volver a la Meseta de los Dinosaurios o a Sao Paulo?"- Preguntó Larry.

- ¡ A la meseta, amigos! Y les agradezco la paciencia y sacrificio que se han dado para venir a buscarme.- Dijo Alfredonius.

- ¡Uija!"- Gritó Moe, y Larry dió el encendido al motor del Autoflight, elevándose en el aire, y a toda velocidad se fue siguiendo el río , luego el afluente, y ya al amanecer, la llanura y el Mirador de Zambo.

Allí durmieron cuatro horas, tras las cuales volaron a la meseta de los Dinosaurios.

- Tenemos que cazar algo; ya mi estómago gruñe como un dinosaurio."- Se quejó Moe , sobándose su gran panza.

Bajaron en el lado sur de la Meseta, que era selva intrincada. Con paciencia y agazapados, escucharon aproximarse un animal. Se hicieron señas; pronto, apareció ante sus ojos un jabalí de color abigarrado, con colmillos curvos.

Sonaron tres balazos al unísono, luego un cuarto, mientras el animal se revolcaba entre los matojos.

Medía dos metros de largo, con una alzada de noventa centímetros, y pegaba dentelladas y patadas, hasta el momento en que murió.

- ¿Lo asamos aquí?- Preguntó Moe, sonriente.

Un bramido potente les hizo girar las cabezas . Justo tras ellos avanzaba , erguido en dos patas, un Tiranosauro Rex. En su camino, el Autoflight.

- ¡Al vehículo!"- Gritó Larry, y todos corrieron al Autoflight, mientras el Tiranosauro Rex hacía retumbar la tierra con sus pisadas.

Larry dió el contacto, y el aparato se elevó, no sin antes topar, con un costado, un brazo del monstruo; se balanceó el artefacto, mientras Larry maniobraba frenéticamente en los controles.

El Autoflight salió disparado hacia arriba y a un costado; pasó como exhalación por entre las ramas de un árbol, desgajándolas.

El monstruo se avalanzó hacia el recién muerto jabalí, echándose a la boca un sangriento bocado; esto le fue fácil porque sus fauces estaban armadas de afilados y largos dientes.

Muy alto, más allá de las nubes, Larry logró controlar el aparato y terminó deteniendo el ascenso.

- ¡Epa! ¡Por poco nos come ese bicho! ¡Casi nos tumbó!"- Exclamó Moe.

- ¡Se le veían los ojos como platos y el hocico era un túnel sanguinolento !"- Recordó Alfredonius.

- ¡Adiós jabalí!"- Se quejó Curly.

-Ese paraje era peligroso. Para otra vez uno de nosotros debe quedarse en el Autoflight.- Comentó Alfredonius.

Bajaron en el cañaveral del Este. Nubes de pájaros poblaban el sector.

Larry se quedó dentro del Autoflight, atisbando los alrededores, con un arma presta cerca suyo.

El resto se fue a esconder en unos roqueríos. Los matorrales eran escasos, pero el juncal era muy tupido.

Se fueron posando las aves. Habían algunos ornitópodos, Pterosauros carnívoros, que comenzaron a sobrevolar el lugar.

Aparecieron los Paleoploterios, equinos de tres dedos descubiertos en cada pata. Era una veintena, contando algunos pequeños.

Moe hizo puntería, disparó, y el proyectil se enterró en un macho adulto que cayó al suelo, fulminado. El resto de la manada huyó relinchando roncamente, mientras todas las aves del sector emprendían veloz vuelo.

-¡ A él, antes de que nos lo quiten!". Urgió Alfredonius, y con afilados cuchillos le cortaron las patas y las llevaron, sangrantes, al vehículo, mientras Chemp disparaba a los saurios voladores ( Pterosauros) , quienes se acercaban, demasiado incitados por el hambre, al ver los rojos despojos.

Cortaron grandes trozos de carne de las ancas y siendo ya todo nerviosismo, ante la aparición de Pteranodones, que empezaban a circunvalar el lugar, subieron a la nave con lo ya capturado, y volaron felices hacia el Mirador de Zambo, mientras las aves de presa se festinaban los restos- que sumaban más de cien kilos - del Paleoploterio.

Al anochecer, el olor a asado se esparcía a muchos kilómetros a la redonda. Frente a ellos, en la Meseta de los Saurios, varios carnívoros dejaron oír sus hambrientos bramidos, poniendo algo intranquilos a los humanos.

-¡Si pudieran saltar hasta acá, lo harían!"- Opinó Curly.

- ¡No pueden, no te preocupes! Los únicos serían los Pteranodones, pero de noche no creo que lo hagan.- Comentó Chemp.

Comieron con apetito; la carne quedaba sabrosa , asada al palo, y su hambre, la de ellos, era el mejor condimento.

Al caer la noche, decidieron dormir dentro del Autoflight, en los sillones , dada la trifulca que se oía en la Meseta. Parecía que todo el mundo Jurásico había olido la carne asada y deseara saltar a la mesa...

Pasó la noche lentamente y justo antes de la aurora, se retiraron los depredadores, y todo volvió a quedar en silencio.

Fue allí que los humanos pudieron empezar a dormir tranquilos.

Como a las doce del día volvieron a los Juncales, esta vez para confeccionar disfraces de arbustos. Hicieron tres y con ellos, a las trece horas, entraban al pantano de los Pteranodones : Larry, Moe y Curly, mientras Chemp y Alfredonius, avizorantes, se quedaban en el Autoflight.

Con mucha cautela, entraron a los pozos de arena azul. Escarbaron. Y comenzaron a hallar diamantes por decenas...

Durante 5 horas recorrieron los numerosos pozos. Si bien en algunos no hallaron nada, quizás por hallarse las gemas a mayor profundidad, en otros los diamantes estaban a puñados.

A las 16:00 horas regresaron al Autoflight. Venían sudorosos, agotados, cansados, con uñas rotas, pero con las bolsas hinchadas de preciosas piedras.

- ¡ Es increíble! ¡ Miles de dólares, esperando a ser recogidos!". Bufó Larry.

- Vayamos a lavar estas piedras al lago.- Insinuó Moe.

Viajaron a la orilla del lago, en un sector desierto a la sazón, y lavaron las piedras.

Las ordenaron sobre el capota del Autoflight. Algunas eran opalescentes, otras opacas, pero todas mostraban un innegable parecido a un pedazo de cristal en bruto.

- ¡ Valen millones!"- Comentó Moe, y se contaron: eran 85, diez de ellos increíblemente grandes, como huevos de gallina, pero Alfredonius dijo:- Todas estas piedras hay que tallarlas y allí se achican. Como sea, es muchísimo dinero."-

- Regresemos a Sao Paulo!"- Opinó Moe.

- ¡Sí, hagamos plata lo hallado!"- Comentó Alfredonius que, como chileno, llamaba "plata" al dinero, fuera éste monedas en metal o en billetes.

Emprendieron el regreso de inmediato , pasando por sobre el Mirador de Zambo.

- ¡Adiós, monstruos!"- Se despidió Larry, y todos sonrieron.

Se turnaron para vigilar el deslizamiento del vehículo, que iba en modalidad de piloto automático. Dormían sentados en los sillones; bajaban a suelo brasileño sólo para cumplir con sus evacuaciones personales. Mantenían los vidrios bajos, para ventilar el ambiente.

Así, en dos días, arribaron a Sao Paulo.

- Parecemos vagabundos. ¿Cuánto dinero queda?- Inquirió Alfredonius, al aparcar el Autoflight en una explanada de estacionamientos.

- Noventa y dos dólares."- Respondió Larry, quien era el que los guardaba .

- Bien. Nos asearemos primero, antes de ir a comerciar."- Decidió Alfredonius.

Buscaron un hotel, y allí se alojaron, ocupando de inmediato los servicios higiénicos para adecentarse.

- La ropa que usamos no tiene remedio."- Afirmó Moe.

Salieron a la calle y se dirigieron a una Joyería, que pregonaba los deseos de su dueño de comprar y vender joyas, en varios letreros que colgaban hacia el exterior.

Entraron.

- ¡Buenas tardes! Quisiéramos vender algunos diamantes en bruto.- Dijo Alfredonius al dependiente, un joven de ojos claros.

- Llamaré al dueño...,se llama Don Fabricio Raleve. Espere un momento."- Respondió el mozo.

A poco , un gordo de lentes y edad madura se les acercó.

- Yo soy el encargado de las compras. ¿Me acompañan al despacho, por favor?- Pidió el caballero, ya que otros clientes curioseaban por allí.

Dentro de una oficina pequeña, Larry sacó una pequeña bolsita , con siete diamantes, de unos dos centímetros cada uno.

Don Fabricio se caló una lupa en su ojo derecho, y sentándose en una butaca ante su escritorio, observó las piedras una por una, con toda calma.

Luego se sacó la lupa, y les dijo:- ¡Muy buenas! No preguntaré de adónde las obtuvieron; sé que no es procedente, pero sí debo felicitarles; este establecimiento les ofrecerá un pago justo por ellas, y espero que sigamos haciendo negocio en el futuro, siempre que se guarde la debida reserva al respecto."

-"Cuente Ud. con ello."- Afirmó Alfredonius.

- "Les puedo dar 17.57 Libras por cada carate, y la verdad es que sus piedras son sólo piedras, ya que no están pulidas, pero son azul - blancas, buena clase.

"Si estuvieran pulidas apreciaríamos mejor su estado; como sea, me arriesgaré a darles lo dicho por cada una."- Dijo el dueño de la tienda.

- ¿ Diecisiete Libras cincuenta y siete chelines cada una?"- Se horrorizó Moe.

- Sí, caballero, Libras. Diecisiete Libras 57 chelines.- Sonrió el comerciante.

- ¿Qué dicen Uds.?- Preguntó Alfredonius a sus asociados.

- ¡Sea! Traiga su dinero.- Dijo Larry al Joyero.

- ¿Desean los Señores recibir el dinero en un cheque, o en dinero en efectivo?- Preguntó el dependiente.

- Efectivo.- Avisó Alfredonius.

Poco después, salían con el dinero de aquel lugar.

- ¡Devolveremos el Autoflight y nos hospedaremos mejor! Y compraremos ropa, unas buenas botellas de perfume...eso nos falta."- Opinó Larry.

Devolvieron al aparato aéreo, y recuperaron la fianza de seis mil dólares que habían dejado en Garantía .

Se hospedaron en el "Iris Hotel", de clase 5 estrellas.

Fueron a una tienda de ropa y se compraron buenas tenidas, cada cual a su gusto.

El gusto más estrafalario era el de Curly, quien compró una camisa a cuadros verdes y amarillos, corbata de lana roja, chaqueta y pantalón a cuadros, y zapatos de ante.

- ¡Clase, muchachos, clase!"- Decía, muy ufano, mientras encendía un habano.

- Habría que hacer pulir los diamantes con alguien honrado y de boca cerrada.- Opinó Alfredonius.

- ¿Pulidos valdrán más?"- Inquirió Moe.

- Sólo si el tallador es hábil para sacarle provecho a la configuración de la piedra. "

- Por mí, está bien. Pero, démosla a pulir de a tres en tres, y a diferentes joyeros. No vaya a ser cosa de que nos las roben."- Opinó Chemp.

En tres semanas, las joyas estaban pulidas y tasadas.

- ¡Les puedo dar L. 2.000 por los 85 diamantes, que pesan 168 carates!"- Dijo Lemuel Dos Santos, el quinto Joyero a quien se las ofrecieron, y que fue quien ofreció la suma más alta.

Se los vendieron.

Salieron de aquel local con un cheque, que cobraron en un Banco en dinero norteamericano, vale decir, en dólares.

- Debiéramos invertir en un Autoflight, y regresar por más diamantes. Los venderíamos y nos regresaríamos a Chile."- Opinó Larry

- ¿Y qué te gusta tanto de esa país?- Se maravilló Curly.

- Es el país de Don Alfredonius. Lo conoce mejor."-

- Lástima que le haya entrado la plaga de este siglo: ladrones, mentirosos y aprovechadores."- Comentó éste.

- También hay gente buena.- Opinó Larry.

- ¡ Compremos ese Autoflight ! "- Pidió Chemp.

- No nos conviene comprarlo: si vamos a irnos de Brasil, arrendemos un par, y luego nos marchamos en Stratojet de pasajeros."- Sonrió Moe.

- No estaría mal , sin embargo, un par de semanas de descanso. Tanto ver monstruos anhelosos de darle el bajo a uno , no es para calmar los nervios. Y si vamos a regresar a por más, opino que nos merecemos y necesitamos un descanso.- Habló Curly.

- Aprobado, por mí.- dijo Alfredonius. y todos estuvieron de acuerdo.

Alfredonius se metió en cuanto cine vió: se hizo una cura mental a través del sueño maravilloso que son algunas películas.

Moe se tumbaba en la playa, tomando largas siestas a cualquier hora , para luego meterse al mar.

Curly recorría los Bazares, comprando baratijas y libros usados.

Larry se hacía atender en el Hotel, desde el desayuno hasta la cena; se bañaba con sales aromáticas en la tina de sus aposentos; veía programas de televisión y salía por las noches, a ver espectáculos frívolos.

Chemp acompañaba a uno y a otro, divirtiéndose así más.

- Faltan dos días para partir.- Dijo Chemp a Alfredonius.

- Lo sé. Ya tengo listas las armas y el cocaví. "- Sonrió éste-

Dos días después, relajados y sonrientes, rentados los aparatos voladores, volaron sin detenciones hasta arribar al Mirador de Zambo.

Allí descendieron sin problemas, hallando todo tan pacífico como siempre ¡ Y pensar que sólo a unos cientos de metros la fauna del Jurásico reinaba sin contrapeso!

Levantaron dos carpas grandes, y ataron cinco perros alsacianos que habían llevado, a un árbol.

- ¡Éstos perros serán nuestra señal de alarma!"- Comentó Moe, la primera noche , la cual durmieron pacíficamente en las tiendas, bajo el temperado clima de la zona.

Desde la meseta llegaban algunos bramidos, de tarde en tarde...

Al amanecer, Alfredonius esperó a que desayunaran sus amigos, para decir: -" A no ser de que alguno de Uds. desee quedarse de voluntario en esta Base, resguardando los alimentos y utensilios, echaremos suertes para ver quién se queda."

- ¡ Yo me quiero quedar !"- Exclamó Chemp.

- Aceptado...Te dejaremos un radiotransmisor , para estar en contacto."- Dijo Alfredonius.

Con algunos perros alsacianos a bordo, se elevaron en uno de los aparatos voladores y partieron hacia la Meseta de los Dinosaurios.

Bajaron en los cañaverales del Este.

- ¿Quién se queda vigilando el Autoflight?- Preguntó Larry.

Usaron los dados, y Alfredonius perdió, por lo que debió quedarse en el Autoflight

Los demás avanzaron a través de los cañaverales del Este, rodeando la Montaña del Jurásico, hasta llegar al Lago Gladys.

-¡Qué calor!"- Se quejaba Larry.

- ¡ Menos mal que no hemos visto monstruos!"- Dijo Moe.

Un horrísono bramido se dejó escuchar, aterrándolos.

- ¿Qué fue eso? ¡Parecía un petardo gigante!"- Se quejó Moe.

Aceleraron la marcha ; en el lago , de tarde en tarde, veían asomarse monstruosas cabezotas que pertenecían a enormes Estegosauros los cuales masticaban tranquilamente el légamo que crecía bajo el agua.

- ¡Menos mal que son herbívoros!"- Se alegró Moe.

Las cabezas se elevaban cosa de quince metros y parecían ser de grandes culebras, ya que el lomo a veces sobresalía del agua, pero en su parte superior solamente.

Se acercaron al agua. Vieron unas construcciones de madera, semi enterradas en el légamo.

- Parecen vestigios de muelles.- Opinó Moe.

- ¿Hombres aquí?"- Se inquietó Larry.

Llegaron a un lugar en el que se veían cuevas, en los cerros.

- Apuesto a que allí hay osos de las cavernas.- Opinó Moe.

- ¿ Osos, aquí? ¿con este calor?- Bufó Curly, negando con la cabeza.

- O monos, vayamos saber.- Dijo Larry, y subieron hasta ellas

Dentro de las cuevas estaba oscuro y por ello no entraron. Pero hallaron muchos esqueletos en las entradas.

- ¡Todos murieron! Y fíjate: hay cabezotas como de gorilas, junto a la de hombres normales.- Dijo Moe.

- ¡Les dió el S.I.D.A.!"- Opinó Curly.

- Es un osario. Un gran cementerio.- Dijo Larry y bajaron de allí, hacia la orilla del lago Gladys.

Tres lagartos , de un metro veinte centímetros cada uno, corrían en dos patas y con fauces erizadas de dientes afilados, les cerraron el paso.

-" ¡Disparen! "- Ordenó Larry, y desenfundó su propia pistola. Una granizada de balas abatió a dos, mientras que el tercero de ellos arrancó herido en una pata, hacia el agua, en donde se zambulló , reapareciendo en la superficie , cada vez más lejos, sólo para aprovisionarse de aire...

Revisaron los aún trepidantes saurios. Eran de escamas verdes, muy menudas, de tonalidades muy hermosas.

- ¡Bichos!"- Se quejó Moe.

En el aire, allá arriba, cual un jote, ya planeaba un Pteranod¾n...

Continuaron la marcha. De pronto, oyeron el llamado por radio.

Era Alfredonius.

- ¡Breiko, Breiko! ¡Atención, expedicionarios! Acá Alfredonius llamando. ¡Respondan, cambio!"

-" Acá Larry. Diga qué sucede, cambio."

-" ¡Estoy rodeado de armadillos feroces! Voy a despegar. ¡Díganme adonde se hallan Uds.! Cambio."

- " En la orilla del lago Gladys. Vamos hacia el sur, cambio."

- "Allá voy. ¡Háganse visibles! Cambio y fuera."- Dijo Alfredonius, con voz alterada.

Pocos minutos más tarde, el Autoflight se posaba cerca de ellos.

Subieron, y Larry dijo :- "¿ Y qué pasó con esos armadillos gigantes?"

-¡ Huí! Los mantenía a raya a balazos, pero aún heridos, trataban de llegar al vehículo. ¡ Parecían jauría de perros!"- Se maravillaba Alfredonius.

- ¡Mejor vayamos a sacar diamantes!"- Propuso Moe.

Larry piloteó hasta llegar al lugar, y sobrevoló varias veces el pantano, espantando a los Pteranodones , con lo que pronto estaban todos en el aire, revoloteando furiosamente.

-¡ Podríamos bajar y mientras el Autoflight les espanta, sacaríamos diamantes sin disfraces!"- Propuso Larry.

- ¡Intentémoslo! Yo voy.- Dijo Curly.

- ¡Y yo!"- Agregó Moe.

Bajaron, con las palas y los picos, mientras el Autoflight revoloteaba por el sector cual enfurecida águila.

Curly y Moe paleaban el cieno que era aun contento; sacaban la arena , esparciéndola y tomando los diamantes que quedaban a la vista. Repetían el procedimiento una y otra vez, hasta que , cansados, hicieron señas de querer subir al Autoflight.

Larry maniobró hábilmente; se subieron ambos, llevando las herramientas y los sacos.

Se dirigieron al lago Gladys, en donde eligieron un lugar pacífico para bajar y lavar concienzudamente aquellas riquezas.

Las contaron.

- ¡Setenta y siete! No está mal, ¿verdad ?"- Opinó Moe.

- ¡Muy bien! Para tan poco rato, excelente.- Rió Alfredonius.

Cazaron dos animales de pelaje oscuro y de un metro y medio cada uno. Los trozaron y regresaron al Mirador de Zambo, con sus logros.

- ¿Y cómo les fue?- Inquirió Chemp.

- ¡Muy bien! Traemos carne y diamantes.- Le informó Moe.

-¿Y por acá, qué se vio?- Le preguntó Larry.

- ¡Nada ! Sólo la espléndida vista del Brasil, y por otro lado, la muralla del borde de la Meseta de los Dinosaurios."- Comentó Chemp.

Asaron la carne en los hornos microondas . Esta vez no querían llamar la atención de los monstruos de presa, que pululaban por el borde del acantilado opuesto.

Durmieron tranquilos, ya que el cansancio de un día de actividades les exigía ese reparo nocturno.

Al día siguiente, fueron en los dos Autoflights: con ambos vehículos rondando por sobre las azules arenas , manejados por Larry y por Alfredonius, logrando espantar nuevamente a las grandes bestias voladoras.

Mientras tanto Chemp, Curly y Moe trabajaban juntos en un solo lugar, hasta dejar un agujero de unos dos metros de hondo; luego rebuscaban con las manos, echando los diamantes que hallaran en los sacos...Luego, repetían la acción una y otra vez, en diferentes lugares.

Por cuatro horas hicieron esto, y por la tarde repitieron la operación. Consiguieron una enorme cantidad de diamantes; cuatro mil trescientos, entre diminutos y grandes...

-¡No seamos ambiciosos, muchachos!"- Pidió Larry.- " Hemos tenido la protección del Señor JEHOVA ; vayámonos ahora, y dejemos en paz a estos seres, que aunque nos parezcan crueles , sólo siguen sus inclinaciones naturales."

- Me parece bien.- Acotó Moe.

Regresaron a la civilización. Mandaron pulir las joyas y las vendieron en millones de pesos. Con ese dinero compraron asientos en el viaje a Santiago de Chile, adonde arribaron un 31 de marzo.

- Bueno, Don Alfredonius: gracias por la invitación a la aventura. Ya nos volveremos a ver; Ud. ya sabe nuestra dirección."- Se despidió Moe, en el Aeropuerto de Santiago.

-¡Sí, hijo, la sé! Bien, espero que se hayan divertido. Pórtense bien y no gasten el dinero muy pronto. Hasta luego!"- Se despidió Alfredonius y luego tomó un taxi, para irse a su casa.

FINE.

Alfredo Francisco Humberto Juillet Frascara.

Santos Dumont 730, 31.1.1993. Miércoles.

Pasada al limpio al 25 de diciembre de 1995, lunes.

33 págs.- 13.412 palabras- 80.499 caracteres.


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