EL YACIMIENTO DE LA EDAD DE BRONCE DE LA MONTAÑA DE CARLOS

Corbera es uno de los pocos pueblos de la Ribera donde aún quedan restos de materiales de varias épocas. El castillo, la ermita de San Miguel o el molino de Montsalvà entre otros, son testimonios mudos de nuestra lejana historia. La iglesia parroquial, las casas modernistas de principios de siglo, la ermita del Cristo o la ermita de San Nicolás y Nuestra Señora de Lourdes, que este año cumple el 25 aniversario de su construcción, también dan testimonio de la historia reciente de nuestro pueblo. Pero, el monumento más antiguo que aún se conserva lo guardan celosamente las montañas de Corbera. Se trata del yacimiento prehistórico de la Montaña de Carlos. Allí quedan restos de una muralla que protegía un poblado datado de la Edad del Bronce valenciano.

Uno de los principales motivos por el cual encontramos asentamientos humanos prehistóricos en estos lugares, es que estamos frente a una zona privilegiada respecto a su situación o emplazamiento en una vía natural de comunicación, como es la entrada a la Ribera, donde encontramos los últimos tramos del río Júcar antes de desembocar en el mar por Cullera; y por otra parte, tenemos la presencia omnipotente de la imponente Sierra de Corbera. Esta sierra forma parte del Sistema Ibérico. Frente a nuestras montañas se extiende una estrecha llanura cuaternaria, lugar por donde discurre el río Júcar.

La proximidad del mar y la variedad geográfica hacen que el clima dominante sea el mediterráneo con inviernos suaves y veranos calurosos. Por su parte, durante este período prehistórico, el paisaje también estaría formado por una vegetación termomediterránea, que sería propia del Mediterráneo Occidental, muy sensible al frío.

Esta es una zona donde la acción antrópica se deja sentir mucho. Las roturaciones, los cultivos, la deforestación, entre otras causas han alterado el terreno y su vegetación. El efecto es una creciente erosión del suelo. Eso hace que el suelo quede desprotegido al faltarle su manto vegetal protector.

El causante de todo esto ha sido el hombre que aparece en nuestras tierras desde un primero momento. Concretamente la presencia del hombre en Corbera ocurre a partir del Paleolítico Medio. En la Montaña de Carlos han aparecido materiales del Musteriano y del Magdaleniano.

El hábitat al aire libre empieza a partir del tercer milenio, abandonándose las cuevas. De esta época del Eneolítico situamos el yacimiento de la Cueva de Alfonso, entre Corbera y Alzira y nuevos yacimientos en la Montaña de Carlos. El período siguiente destaca por la preocupación defensiva de los habitantes de estos lugares, lo que contrasta con el período anterior. Ahora, su gran preocupación es el construir sus poblados en lugares elevados y de difícil acceso. Es en este momento cuando hacen aparición por vez primera, las murallas, que rodean parcialmente o en su totalidad el poblado. Es constante su preocupación defensiva.

El período comprendido entre el final del tercer milenio y el comienzo del segundo milenio es conocido como el Horizonte Campaniforme de Transición. Tiene lugar ahora un cambio tanto en la cultura material como funeraria, así como también en su idea de hábitat, donde destaca el elemento defensivo. Los contactos de los indígenas con otros pueblos ponen en evidencia que la nueva mentalidad, ahora más defensiva, esté ligada a la expansión de la metalurgia. Acaba, por tanto, de producirse un nuevo cambio cultural.

A lo largo de todo el segundo milenio, durante el Bronce Inicial, queda generalizado el hábitat de altura, en lugares de difícil acceso y de fácil defensa. Ahora es el momento en que aparecen las murallas defensivas de los poblados, que o bien, lo rodean por completo, o bien, son construidas por la parte donde el poblado es más accesible. Las razones por las cuales estos poblados sienten la necesidad de protegerse de tal forma habría que buscarla en cuestiones sociales y económicas.

Estos poblados no suelen ser muy grandes. La muralla que lo protegía solía tener además, una o dos torres, bien cuadradas o circulares, para una mejor defensa del mismo. En Corbera tenemos un ejemplo que ilustra muy bien lo que decimos. Es el monumento más antiguo que tenemos y está situado en la Montaña de Carlos. Nos referimos a la muralla que aún se conserva allí. Tiene una longitud de unos 150 m. aproximadamente y protege la zona más vulnerable del poblado. Su grosor varía y no corresponde a ninguna medida constante, aunque en algunos tramos llega a los dos metros de anchura. Su construcción se ha hecho a base de filas de piedra en seco, de gran tamaño que forman dos caras paralelas colocando al medio piedras más pequeñas mezcladas con tierra margosa. La muralla, trazada en línea recta no tiene ningún refuerzo.

El espacio interior de este tipo de poblados solía ser de dimensiones reducidas y su distribución también se adecuaba a la orografía del terreno. Deberíamos pensar que las casas se apoyaban sobre la propia muralla. Unos palos de madera sostendrían el techo, mientras que el suelo quedaría nivelado con piedras y tierra.

La Montaña de Carlos tiene una altura de 123 m. De difícil acceso, solamente es vulnerable por la parte SO. Es en ese lugar donde está construida la muralla. En la parte SE de la montaña hay un agujero de grandes dimensiones. Podría tratarse de un aljibe de agua.

Entre los materiales encontrados hay más elementos líticos que cerámicos. El material lítico está hecho con sílex. De sus talleres líticos encontramos destrales, azadas o puntas de flecha. En metal, de cobre primero y después de bronce, fabricaban punzones, puntas de flecha, puñales y joyas, que también se hacían en oro y plata. En hueso o marfil vuelven a aparecer los punzones, las puntas de flecha, botones, colgantes, etc. La cerámica está fabricada con arcilla sedimentaria mezclada con ceniza. Suele tener la cerámica una tonalidad oscura. Tipológicamente los restos cerámicos más abundantes son ollas y cazuelas. La cerámica es importante en esta época. Suelen ser, eso sí, formas simples como platos, ollas o fuentes. La cerámica está hecha a mano y su decoración es escasa. Pueden aparecer impresiones digitales como elemento decorativo. También han aparecido conchas de cardium.

El mundo funerario de esta cultura es de gran variedad. Aún mantienen tradiciones ancestrales. Depositan los cuerpos en las cuevas o abrigos próximos al asentamiento. Pero, también, lo hacen en el interior del propio poblado mediante fosas y colocando a los difuntos en los pasillos de las propias viviendas. Las inhumaciones pueden ser individuales, dobles o triples. Suele aparecer ajuar funerario. Destacan algunas sepulturas correspondientes a este período histórico en los abrigos o cuevas de la Montaña de Carlos, hoy en día lamentablemente expoliados por gente insensible con el patrimonio cultural.

Económicamente estos grupos humanos eran agropecuarios, siendo el cereal la base de su economía. Sus ganados eran de ovejas, cabras, cerdos y perros. Era importante también para ellos el aprovechamiento de los recursos silvestres.

Tanto de la época del Bronce valenciano como de otros monumentos prehistóricos, Corbera está bien representada en diversos lugares de nuestras montañas. Así, hay yacimientos prehistóricos en la Muntanya de Carles, la Cova d'Alfonso, la Cova de la Malla Verda, la Cova del Gat, el Puntal de l'Agüela, la Cova de les Ratetes, las dos Fontanelles, el Castillo de Corbera y en la Montaña de la Ermita de San Miguel.

Las relaciones que mantenían los diferentes grupos desembocaron en una estructuración piramidal y jerárquica mayor y mucho más rígida. La etapa del Bronce valenciano dará lugar con posterioridad a la formación en estas tierras de la cultura ibérica.

Miquel Gómez i Sahuquillo

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